La cría tradicional está recibiendo un empujón productivo que incluye cambios en la alimentación, reproducción, genética, manejo y sanidad
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En el negocio ganadero hay ciclos, hay variables que suben y bajan y hay decisiones que se pueden postergar. Pero hoy, en un mercado donde la hacienda cotiza con valores históricamente muy altos, hay un aspecto que ya no admite demora: la eficiencia 360 en la producción de terneros. La firmeza del precio de esta categoría y de la hacienda para faena reconfiguró el mapa productivo de la ganadería argentina. Con menos oferta disponible y una demanda interna y externa sostenida, cada ternero destetado con 200 kilos equivale a un millón de pesos, un valor históricamente alto en moneda constante y en dólares. Pero ese valor solo se materializa en sistemas que funcionen muy bien. “En el actual contexto, la eficiencia en todos los aspectos que inciden en la cría dejó de ser opcional; es una obligación. No alcanza con tener las vacas; hay que lograr que produzcan a full. No hay tecnología que compense un sistema desordenado”, diferencia Francisco López Harburu, directivo de Select Debernardi, en un informe de la empresa.
Durante muchos años, la ganadería argentina convivió con un problema estructural: muchos establecimientos de cría se conformaban con resultados discretos, casi resignados a la idea de que eran sistemas “lentos”, “de baja tecnología”, en los que era difícil “mover la aguja”. Ese tiempo terminó. El precio actual del ternero obliga a replantear esa mirada y aprovechar esta oportunidad histórica.
“Cuando la hacienda es cara, las ineficiencias duelen mucho. Cada vaca vacía ya no es un número más: es un costo concreto, una pérdida directa y un margen que se escapa, sin posibilidad de recuperarse durante todo un ciclo”, sostiene López Harburu.

Con menos oferta de hacienda disponible y demanda interna y externa que no cede, la cría recuperó un protagonismo que hacía tiempo no tenía. Pero ese protagonismo viene acompañado de una exigencia: no alcanza con tener vacas; hay que lograr que produzcan. Y eso se logra poniendo la lupa en varios aspectos centrales: nutrición, sanidad, genética, reproducción y manejo. Es decir eficiencia 360.
Nutrición
La producción de terneros empieza en el suelo y en las plantas. “No hay genética ni sanidad que compense un bache nutricional. Y cuando ese faltante ocurre, se paga con menos preñez, menos kilos destetados y menos rentabilidad”, resalta el directivo.
El recurso forrajero es la base de los sistemas de cría en nuestro país. “Mediciones de oferta, suplementación estratégica, manejo de carga y rotaciones permiten sostener la condición corporal de los vientres y evitar los faltantes que reducen la tasa de concepción”, propone López Harburu.

Sanidad
Hay pérdidas que se ven —un ternero muerto, un parto con distocia— y pérdidas que no se ven: rodeos infectados con enfermedades venéneas, toros sin revisar, abortos silenciosos, vientres vacíos que pasan inadvertidos hasta el tacto, etc. En un contexto de precios altos, esas pérdidas invisibles son las más caras de todas.
Las principales enfermedades venéreas (campylobacteriosis, trichomoniasis) y reproductivas (IBR, DVB, leptospirosis) representan entre el 5% y el 15% de pérdidas potenciales de terneros. El control de toros, la vacunación sistemática y la correcta gestión de reposición son pilares ineludibles en la cría de hoy. Es decir, los programas sanitarios completos reducen la cantidad de vacas vacías y ordenan el funcionamiento del sistema.
Reproducción
Una buena condición corporal al servicio y la implementación de inseminación artificial a tiempo fijo (IATF) permiten sincronizar celos, adelantar preñeces y elevar el porcentaje final. “La inseminación artificial ya no es solo una tecnología genética empleada en cabañas y campos de punta: es una herramienta para ordenar la estructura productiva de los rodeos comerciales de cría”, distingue López Harburu.
“Los responsables de campos de cría que entienden esta nueva lógica ya no discuten el uso de la inseminación artificial, sino cómo mejorarla. La IATF dejó de ser una herramienta más y pasó a ser una tecnología central para ordenar sistemas, concentrar pariciones y obtener mejoras genéticas que antes requerían años”, destaca el especialista.
La eficiencia reproductiva, se sabe, no empieza en la manga: “comienza en el manejo diario; en la planificación forrajera, en el manejo del rodeo y en las decisiones que parecen pequeñas pero definen resultados enormes”, añade.
Manejo
En épocas de precios bajos, perder un ternero es doloroso. En momentos de precios altos, es inadmisible. Porque cada ternero es capital, es trabajo, es tiempo.

“Las pariciones deben ser supervisadas, sobre todo en las vaquillonas; la atención al ternero recién nacido debe ser sistemática. El suministro de calostro, la curación del ombligo, la identificación son pasos simples, pero no menores”, apunta López Harburu.
Las vaquillonas requieren un seguimiento intensivo. La elección de toros con Diferencias Esperadas entre Progenies (DEP) de facilidad de parto, el monitoreo durante pariciones y las intervenciones oportunas reducen distocias y mortalidad neonatal.
Transformación
“Este momento de precios inéditos no debe leerse como una anomalía del mercado, sino como una advertencia: la ganadería argentina tiene un potencial enorme, pero necesita ineludiblemente eficiencia 360 para expresarlo, explicó el reporte.
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