Las señales de alarma ya están en el horizonte. En su informe pre-campaña de maíz, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires proyectó una baja de 2,6% en la superficie sembrada en ciclo 22/23 respecto del año pasado, con 7,5 millones de hectáreas. Aunque la superficie estimada se ubica por encima del promedio del último quinquenio, la retracción tiene importancia.
Las razones que expone el informe de la Bolsa de Cereales son “la variabilidad de los rindes recolectados durante el ciclo previo, un nivel de reservas muy ajustadas en el inicio de la ventana de siembra temprana del cereal, una relación insumo/producto más desfavorable en relación a campañas pasadas, y un aumento importante de los costos que disminuye los retornos en un ambiente de alta incertidumbre y aumenta la competencia directa de cultivos con menores requerimientos de inversión, como la soja de primera, especialmente en el centro del área agrícola”.
En cuanto a la relación insumo-producto, destaca que se va a necesitar entre el 34% y el 40% más de grano para comprar la misma cantidad de combustibles y fertilizantes que la campaña pasada. A eso se suma la restricción cambiaria sobre las importaciones que provoca incertidumbre para la adquisición de nutrientes y otros insumos. Y esta relación desfavorable se presenta pese a que los precios a cosecha para 2023, según explica el informe de la Bolsa de Cereales, son 14% superiores a los de la campaña pasada.
Hay factores de riesgo que presentan pocas posibilidades de ser modificados localmente, como los precios internacionales de la energía y los fertilizantes o el aumento de las tasas de interés de los bancos centrales de los países más desarrollados que anticipan un contexto recesivo para las commodities agrícolas. Pero hay otros que sí podrían cambiarse y ayudarían a modificar un escenario desfavorable.
Hasta el momento, las señales que emite el Gobierno para que la producción pase de una actitud defensiva a una ofensiva son débiles. La fórmula del “estamos trabajando” o “lo analizamos” que se escucha por estas días podría ser válida para una administración que recién empieza. Para un gobierno al que le queda por delante menos de un año y medio para dejar la Casa Rosada o, si se midiera en términos agrícolas, una sola cosecha gruesa, la actitud parece más bien conservadora.
En la casi clandestina reunión que mantuvo el ministro de Economía, Sergio Massa, con la Mesa de Enlace hubo escasos resultados concretos, más allá de la cordialidad de la conversación. Lo mismo sucedió días después con la reunión entre los técnicos de las entidades rurales y el equipo del secretario de Agricultura, Juan José Bahillo. No habrá cambios en los derechos de exportación, se mantiene el control sobre las exportaciones de carne, sin apertura para la categoría C, continúa el sistema de “volumen de equilibrio” para maíz y soja y no se mantendrá el corte de 12% con biodiésel para el gasoil que se dispuso en forma temporaria para mitigar la falta de combustible.
Los funcionarios de Agricultura, según trascendió del encuentro, parecían más interesados en apurar las ventas de soja de la campaña 21/22 que en discutir incentivos concretos.
Finalmente, todo parece indicar que el ritmo de ventas de la producción seguirá marcado por las necesidades para hacer frente a los gastos e inversiones de la próxima campaña. Juan Manuel Garzón, economista de la Fundación Mediterránea, estimó que entre agosto y diciembre próximo ingresarían entre 14,2 y 12,6 mil millones de dólares por ventas que restan concretar. El ritmo podría acelerarse de haber alguna mejora en el “dólar-soja”.
Otra realidad
La contracara de esas señales débiles hacia el futuro que se emiten desde el ámbito político se vivió en el 30° Congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid). Nuevamente quedó expuesta la red de conocimiento e innovación que hay entre productores, empresas, técnicos del sector público y privado que sostiene al agro. Pese a las dificultades de la coyuntura, el objetivo de lograr sistemas agrícolas cada vez más sustentables, con captura de carbono y un uso eficiente de los recursos, sigue estando presente y va a dar muchas noticias positivas en el futuro.
Aunque hay mucho por hacer, según advierten los especialistas, es una ventaja que la Argentina todavía puede aprovechar. Cuando la política y la economía estén alineadas en la misma dirección, el resultado será mejor que el actual
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