El CEO de una compañía de insumos no duda en responder ante la consulta del cronista sobre qué le preocupa más en estos días, si la sequía o la probable baja del precio de los granos en 2023. “Que no nos dejen importar, eso es lo más nos preocupa”, responde y explica que hace malabares para que le autoricen importaciones de productos que luego utilizará para formulaciones de herbicidas u otros fitosanitarios. “Nunca sabemos de dónde puede venir la restricción, si del Banco Central, de la AFIP o de Industria [por la Secretaría]”, dice, aunque admite: “tampoco nos queda claro cuando nos autorizan, por qué lo hacen”.
Pese a que la compañía que dirige es superavitaria en la balanza comercial, ya que exporta granos por operaciones de canje, el calvario en la lucha contra la burocracia es permanente, afirma. No puede parar la rueda de la producción.
Esta escena muestra que el Gobierno tiene la política de la manta corta: cuando tapa un lugar, destapa otro. Lo refleja también con la comercialización de la campaña agrícola. Esta semana autorizó la declaración de otros diez millones de toneladas de maíz del ciclo 22/23 que se suman a otros diez millones ya autorizados.
Por la escasez de lluvias hay un retraso notable en la siembra de maíz temprano y los especialistas coinciden en que buena parte de la superficie irá a maíz tardío.
“No tiene ningún sentido poner una cifra, ni diez, ni 20 ni 100 millones de toneladas, lo que habría que dejar es el mercado libre, porque es el mismo mercado el que se autorregula”, opina el productor y exfuncionario Santiago del Solar. “Un exportador no va a declarar maíz que sabe que no va a poder comprar o que tiene dudas de hacerlo; no hace falta poner un volumen de equilibrio”, opina. Al mismo tiempo, considera que los productores, por la incertidumbre climática, van a regular las ventas del cereal.
La creencia es que, como ocurrió con el trigo, el Gobierno pretende conseguir dólares mediante el pago anticipado de los derechos de exportación.
El otro fondo de la olla que el ministro de Economía, Sergio Massa, comenzó a observar con atención es el de la soja, con el objetivo de otorgar nuevamente un tipo de cambio especial para que quienes todavía no vendieron la oleaginosa se vuelvan a entusiasmar con una ventana de oportunidad como la que tuvieron en septiembre pasado.
Pero la botonera que tiene a su disposición el Estado para hacer que le entre dinero no es la misma que tiene el sector privado. “La primera plata grande para pagar las cuentas para diciembre/enero que es el trigo, no va a estar”, dice Del Solar. Y el segundo ingreso que es marzo/abril, con el maíz temprano, probablemente tampoco llegue. “Para el maíz tardío, que se cosecha en julio o mucho más tarde, hay un trecho larguísimo”, recuerda. Esto, advierte, resentirá el ingreso de dinero en los pueblos.
La opción de la soja, que se cosechará en mayo de 2023, es incierta por el antecedente del tipo de cambio diferencial que ya ofreció el Gobierno en septiembre pasado. Para Del Solar, muchos van a pensar que si cuando vendieron la oleaginosa en mayo/ junio se perdieron el dólar soja de septiembre, quizás les convenga esperar. “Está muy distorsionado todo el mercado de granos, cambió totalmente la manera que pueden ingresar y circular los granos y los dólares”, destaca.
Esta distorsión también se aplica a la exportación. “Con el maíz van a recurrir al past performance, se repartirán cuotas de mercado de acuerdo a las proporciones que tenían anteriormente”, señala.
Aunque el ministro Massa declame en las entrevistas que concede por televisión que el agro es uno de los sectores estratégicos de la economía porque es capaz de responder al auge de la demanda global por proteínas vegetales, en los hechos se sigue teniendo en cuenta a la actividad como tabla de salvación frente a la escasez de divisas.
La contradicción también se presenta con las economías regionales. En menos de 72 horas se pasó de anunciar un tipo de cambio diferencial con vigencia en noviembre y en diciembre a admitir que se harían correcciones en los derechos de exportación u otros mecanismos distorsivos para la actividad tras las advertencias que los limones, los arándanos o las manzanas, entre otras frutas, no tienen el misma forma de comercialización que la soja. Como se sabe, son cadenas diferentes, con actores que tienen distintas estrategias de venta. La intención de pretender controlar todo con uno o dos botones suele chocarse con la realidad.
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