Sabor nipón en la mesa argentina
Santa Elena, pesquera que introdujo el kani kama en el país, dice que el dumping le provoca perjuicios
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"El kani kama se ha ganado el mercado, y hoy tiene un carácter propio. A tal punto que la gente se cree que lo pescamos", dijo con una sonrisa a La Nación el presidente de Pesquera Santa Elena, Alfredo Pott.
Pott fue el primero en la Argentina en desarrollar estos palitos con sabor a centolla y bautizarlos con el nombre de Kani Kama. Con el tiempo, la marca pasó a dar identidad al alimento, que se convirtió en la vedette de los productos pesqueros -y en un alimento de moda .
En realidad, el kani kama ya se hacía en Japón. De allí Pott rescató la fórmula y le creó un nombre con el que se lo conoce de este lado del hemisferio. Kani significa cangrejo en japonés, y kama es un alimento milenario de Japón, el kamaboko, que sufre un proceso determinado por el cual se le eliminan todas las grasas. El mismo proceso se le aplica al kani kama.
Del total que produce su planta en Puerto Deseado, Santa Cruz, el 50 por ciento se destina al mercado interno y el resto se exporta, mayormente a Brasil.
Reglas de juego distintas
Crear el hábito en un país tan poco consumidor de pescado no fue fácil, pero después de cinco años, Santa Elena tenía el ciento por ciento del mercado doméstico.
Todo iba bien hasta que, hace dos años aproximadamente, cuando ya se había desarrollado el negocio y el kani kama era moneda corriente en las mesas argentinas, algunos importadores empezaron a ingresarlo más barato desde Taiwan y Corea, aunque, según Pott, el producto es de menor calidad.
"Viene a precios de dumping -acusó Pott. Los argentinos nos creímos lo de la apertura de la economía, pero en vez de abrir la puerta y poner un portero, abrimos puertas y ventanas de par en par, sin nadie que vigile. Yentró de todo.
"El producto importado tiene más facilidades que el nacional -continuó-. Las barbaridades a ese nivel son tremendas. A nosotros nos supervisa el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), mientras que el importador se maneja por el Instituto Nacional de Alimentación (INAL)."
Al parecer, las normas por cumplir por locales y visitantes no son las mismas. Por ejemplo, mientras la pesquera nacional tiene como norma poner el producto en un envase al vacío, los extranjeros se venden sueltos en los supermercados, sin envase ni fecha de vencimiento.
"Las autoridades pesqueras pidieron y quisieron que las empresas que hacen alimentos industrialicen los productos (Santa Elena es líder en el tema), pero no tenemos ningún tipo de igualdad", aseguró.
Ya hubo dos denuncias de dumping que no tuvieron resultado positivo, pues se alegó que la cantidad de kani kama que ingresaba en el país desde Taiwan y Corea no era demasiada.
En la Argentina la empresa de Pott tiene el 90 por ciento de las ventas. El otro 10 por ciento corresponde a los productos importados de Corea y Taiwan.
Como consecuencia de la competencia del producto importado, que se tradujo en una caída de sus ventas, Santa Elena se vio forzada a reducir la producción de la planta.
"Lamentablemente, la gente encargada del análisis del tema de dumping no entendió que, a veces, sólo diez toneladas que ingresan en el país tiran abajo el precio. Los supermercados hacen mucha presión sobre los productores, y cuando aparece uno que vende a menor valor, automáticamente se niega a comprar más caro de ese precio", explicó.
Productos mellizos
Pero lo peor del caso, según Pott, es que Santa Elena sufrió la clonación al mismo tiempo que en el mundo nacía la oveja Dolly. Lo que sucedió fue que sus productos fueron copiados a la perfección, a tal punto que en Brasil se vende el kani kama en un envase exactamente igual que el original, con los mismos colores, misma tipografía e idéntico diseño.
"Antes, cuando viajaba, visitaba los museos, las iglesias... Ahora voy a los supermercados", se lamentó Pott, mientras mostraba una gorda carpeta donde duermen los juicios que él mismo inició.
En Brasil, la competencia se hizo salvaje. En un momento llegó a haber doce marcas de kani kama. "Teníamos el ciento por ciento del mercado, y ahora estamos en el orden del 45 por ciento. Hubo algunas empresas que ya desaparecieron, y quedamos cuatro marcas que nos dividimos el mercado", agregó.
Pero no solamente de kani kama vive Santa Elena. Como compañía de su rubro que se precie, la pesca es su actividad principal.
El 90 por ciento de sus capturas se destina a exportación, sólo el 10 por ciento queda en el país. "Es cierto que el mercado doméstico está creciendo -admitió Pott-, pero van a pasar muchos años para que logre un volumen adecuado que justifique que nos volquemos de lleno a la plaza local. En realidad, nacimos y somos una industria exportadora."
La marejada no le ha sido favorable, pero Pott seguirá a la pesca pues, pese a todo, no le ha ido nada mal: en 1981 empezó con un barco alquilado y tres empleados administrativos. Hoy tiene siete embarcaciones y 500 trabajadores.
La pesca, un sector muy castigado
A casi 20 años de crear Pesquera Santa Elena, Alfredo Pott reconoció que sobrevivir en el sector pesquero no es cosa fácil.
"En la pesca, los años se cuentan doble, pues hemos vivido de crisis en crisis. Además tuvimos todos los problemas propios de una industria nueva, para la cual la Argentina no estaba preparada en cuanto a puertos, normativas, etcétera", explicó Pott.
A su vez, no había tripulaciones idóneas, y las empresas que se iniciaron en los años ochenta -muchas ya no existen-, debieron entrenar personal, ubicar caladeros, desarrollar productos, conseguir mercados. Hoy, cuando la tormenta parecía alejarse, la flota se sobredimensionó de tal manera que corre riesgo la merluza.
Una luz al final del camino
"La solución es aplicar la ley federal de pesca, que se aprobó hace dos años pero nunca se puso en práctica", sostuvo. El objetivo principal de esta norma es la cuotificación, que también se utiliza en otros países parecidos a la Argentina (con una industria pesquera importante, pero con un mercado interno ínfimo).
Por otra parte, a mediados de los años 80, el Gobierno incentivó a las industrias a radicarse en la Patagonia; hoy, las medidas que se están tomando van a contrapelo.
"Después de que nos radicamos en el Sur (Santa Elena se mudó a Puerto Deseado en 1986), se quitaron los reembolsos por puertos patagónicos, que no son subsidios sino compensaciones de mayores costos", argumentó, y dio un ejemplo: el gasoil cuesta un 50% más en Ushuaia que en Mar del Plata.





