Una fábrica radicada en Santa Fe llega a los cinco continentes
La empresa fundada en 1963 exporta el 86% de su producción a 36 países tanto para mercado original como de reposición; atiende a decenas de automotrices
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CÓRDOBA.- La empresa nació en 1963 en Santa Fe fundada por tres socios con la idea de recuperar válvulas para la rectificación de motores. Con el tiempo, el objetivo se redefinió y la fábrica se especializó en válvulas para el mercado original; Juan Florentino Basso fue comprando partes y desde 1985 su familia es la controladora. En los ‘90 comenzó a exportar y hoy Basso SA vende al mundo el 86% de su producción, llega a 36 países de los cinco continentes. La firma, además cuenta son una unidad de negocios para movilidad eléctrica.
Leandro Basso, nieto del fundador y director ejecutivo de Negocios de la compañía, repasa que en los orígenes su abuelo fue el socio técnico: “Venía de abajo, nunca había tenido mucho éxito en sus negocios. Con el devenir de los años compró y quedó solo. La empresa terminó siendo familiar”.
Cuando producían para el mercado de reposición ya llegaban a los países vecinos pero en los ‘90 la automotriz Peugeot -a la que le vendían en la Argentina- los llevó a Francia. “Fue el paso que permitió el crecimiento posterior; aprendimos a trabajar just in time, los modelos de logística necesarios, el esquema para cotizar a muchos clientes. Cambiamos el modelo de la compañía y nunca frenamos”, detalla Basso.
Las válvulas son piezas de “súper precisión; el alma de los motores; soportan estrés mecánico y térmico. Son de las más importantes”, define el empresario. En toda Latinoamérica hay solo cuatro fábricas de válvulas y en la Argentina, dos. La santafesina llega a decenas de terminales y empresas automotrices en Europa, Asia, Latinoamérica y Estados Unidos tanto en el mercado original como de reposición de autos y de motos. Entre sus clientes aparecen, por ejemplo, Ferrari, Maseratti, Mc Laren, Harley Davidson, Peugeot, Citroën, Fiat, General Motors, Ford, Mercedes Benz, John Deere, y Kawasaki.
Hay que tener en cuenta que en la Argentina las terminales automotrices dejaron de fabricar motores, por eso el mercado externo es clave para una industria focalizada en válvulas. Pero más allá de eso, si se desarrollaran nuevamente motores, habría espacio para el desarrollo de cadenas de valor.
La empresa ocupa a 986 personas y toda la producción se concentra en la Argentina, en su planta de Rafaela, a 100 kilómetros de Rosario. Si bien en 2002 compraron una empresa en Estados Unidos con la idea de producir allí, pero desistieron “porque era más complejo de lo que parecía en un inicio”. Terminaron trasladando todas las máquinas a Santa Fe.
Un salto importante fue en 1982 cuando la firma adquirió la división de Válvulas de Thompson Ramco Argentina, lo que le permitió una mayor inserción en el mercado interno y, a la vez, profundizar la salida al mundo.
“El nuestro es un negocio de muy largo plazo, con contratos de ocho años -dice Basso-. Trabajamos con ese esquema. Seguiremos con inversiones para continuar apostando a este mercado; hemos logrado un nicho y un posicionamiento. Fabricamos válvulas especiales para determinados segmentos, todo de categoría mundial. Nos fuimos aggiornando a los mercados, incorporando tecnología”.
Además de la preocupación por estar en la vanguardia de la tecnología, en la compañía instrumentan políticas para avanzar en sustentabilidad, programas de compliance y está involucrada en proyectos educativos para la formación y capacitación de su gente. De hecho, anualmente presenta su Comunicación de Progreso (COP) ante Naciones Unidas (ONU) como miembro del Pacto Global Argentina, “reafirmando nuestro compromiso continuo desde 2004″.
En 2018 la compañía decidió sumar una unidad de negocio de electromovilidad, e-Motion 22. Fue la respuesta a la tendencia del mercado automotriz. Si bien la “suspensión, la carrocería, todo lo que tiene que ver con los componentes electrónicos” de un auto eléctrico son parecidos a los de uno de combustión, la “diferencia está en la batería”. Basso debía prepararse para las demandas que suman sus clientes y en especial a las de otros, diferentes, más chicos.
Es “una oportunidad” para ampliar los negocios en la región que, además, implicó la necesidad de capacitación interna y de desarrollo de productos. Después de un tiempo ya empezaron a trabajar con clientes y prototipos. Basso admite que el mercado todavía es “chico” pero insiste en que hay que estar preparados para cuando “despegue”.
“Ya hay oportunidades y cuando la Argentina se termine a abrir al mundo seguramente habrá muchas más -dice a este diario-. Ahora estamos concentrados más en la región, en Latinoamérica, desarrollando la capacidad técnica”.
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