Compró con dólar viejo, no le daban el producto y peleó hasta conseguirlo
Para los que no sabemos de economía las crisis argentinas se parecen al final de una relación amorosa: una vez que nos dejan, nos damos cuenta de todas las señales que fuimos ignorando del inminente final, pero mientras estábamos enamorados nos hacíamos los zonzos y apostábamos a que todo marchaba bien. Cuando hice una compra por Internet el fin de semana pasado jamás pensé que terminaría horas más tarde envuelto en acusaciones cruzadas, falsas excusas y la revelación de la incómoda verdad de que nadie en el país conociera el valor de los productos a la venta, lo que me obligó a hacer valer mis derechos y conocer las herramientas legales con las que contaba, aunque sin poder evitar sentir que estaba perjudicando a alguien.
El sábado por la noche compré por Mercado Libre una computadora sencilla para escribir y estar conectado, dos de mis principales tareas laborales. Me costó $21.000, que pagué en seis cuotas sin interés gracias a una promoción con mi tarjeta de crédito. Como suele pasarme cuando compro un equipo de tecnología, me puse contento y me entusiasmé con la idea de que la adquisición me darían más ganas de trabajar, sólo por el hecho de estrenar algo.
Al igual que al resto de los argentinos, el resultado electoral del domingo me tomó por sorpresa y cerca de las 23, en el momento en que una solitaria Elisa Carrió empezó a citar pasajes bíblicos en el escenario mientras invitaba a subir a más compañeros de su espacio, pero nadie lo hacía, decidí hacer otras dos movidas financieras sencillas. Compré dólares gracias a un banco digital -convertí mis ahorros, $15.000, a un cambio de 48 pesos- y me compré cuatro pares de zapatillas en un e-commerce.
Muchos de mis amigos sin conocimientos financieros también hicieron inversiones insólitas en esa noche aciaga: Martín compró unas botellas de whisky y Leno, pastas y aceite de oliva italianos. Y aunque en todos mis grupos de whatsapp las premoniciones eran apocalípticas, nadie imaginó la contundencia con la que pocas horas después el dólar explotaba y el mercado argentino se desplomaba.
Al menos, pensé, mi computadora estaba en camino, mis zapatillas llegarían pronto y mis 320 dólares seguían firmes en mi banco-app. Sin embargo, el martes, de manera unilateral y en plena noche, la vendedora de mi computadora "canceló" la compra. Se presentó como "Valentina" y le echó la culpa a un error de Mercado Libre. Y aunque soy una persona bastante tranquila, me enorgullezco de mi paciencia y tenacidad. Así que me propuse no dejarme avasallar.
Sin perder la calma, le expliqué a Valentina que necesitaba que ella honrara el compromiso que había asumido días atrás con su compra (que, supuestamente, estaba en marcha pues ella misma me había pedido los datos para realizar la factura y detalles de mi clave fiscal para unos trámites) y, como no recibía respuesta, le aseguré que le mandaría un mensaje por hora preguntando cuándo me mandaría mi computadora (cuyo pago de $21.000, por temas burocráticos, recién regresaría a mi saldo a fin de mes, cuando iban a valer mucho menos).
Conté mi caso en redes sociales, un poco por ejercicio catártico y otro poco porque sé que en ocasiones puede ser una gran caja de resonancia. Lo que recibí fue, por un lado, decenas de historias similares, tanto actuales como de otros momentos de fluctuación cambiaria del pasado reciente. Por otro, también aprendí sobre herramientas eficaces para hacer valer mis derechos.
Hoy me mato: el sábado me compré una chromebook en Mercado Libre. Anoche me cancelaron la compra "por un error de sistema de Mercado Libre" (sic) y me devuelven de crédito de la tarjeta recién el 27 de agosto. Me pego un tiro y vuelvo. pic.twitter.com/V9z2ARII29&— Tomás Balmaceda (@capitanintriga) August 14, 2019
Ni bien sucedió todo, hice el reclamo en la app de Mercado Libre y a las pocas horas tenía en un correo un detalle de mi compra y la confirmación de lo que sospechaba: no había sido ningún error de la plataforma, sino una decisión de "Valentina", quien me había mentido con la excusa. Además, agilizaron la devolución del dinero de mi tarjeta. Existe, además, el Defensor del Cliente en Mercado Libre, que atiende este tipo de reclamos.
Pero a medida que iba contando mi caso en redes sociales conocí también la otra cara de la moneda: la de los comerciantes que usan plataformas online para vender y que vieron sus costos volar por el aire mientras tenían compromisos asumidos por valores mucho menores. Movilizados por estas experiencias que estaban viviendo, no faltaron los que me tildaron de mercenario por exponer mi caso y revelaron un drama argentino actual que tiene tintes casi metafísicos: no hay precios en el país.
Desde hace días que no es posible saber el valor de venta al público de posiblemente miles de productos. Desde heladeras y termotanques hasta insumos y prótesis para hacer operaciones en clínicas y hospitales, nadie sabe cuánto cuestan las cosas. La mayoría de los que venden en plataformas online "pusieron en pausa" sus ventas mientras que ayer fui a comprar un regalo del Día del Niño y en la juguetería de uno de los shoppings más grandes de la ciudad no había precios de muchos productos, sino que había que preguntárselos a los vendedores que miraban en su celular y daban una cifra que parecía tan aleatoria como un niño cantor de la lotería.
Las historias de vendedores que no sabían qué precio ponerle a sus productos y que cancelaban compulsivamente ventas me hizo cuestionar si, después de todo, estaba en lo correcto con mi reclamo. Llegué a la conclusión de que sí: después de todo, si hubiese comprado la computadora en el local de un shopping el sábado, sus vendedores no me estarían tocando timbre el martes por la noche para que la devuelva.
El miércoles por la noche -quizá por mis reclamos amables, pero continuos, o tal vez porque mis tweets crecieron en repercusión- "Valentina" reconoció su error (aunque dijo que había sido un malentendido, cuando en realidad fue una mentira echarle la culpa a un supuesto fallo de Mercado Libre) y me vendió la computadora por los originales $21.000 que pagué el sábado a la noche... ¿cuánto cuesta ese equipo hoy, mientras escribo estas líneas? Nadie lo sabe, vivimos en la Argentina, el país sin precios