El blanqueo fue récord..., ¿y ahora qué?
El paso siguiente será una reforma tributaria integral
Un blanqueo récord en una economía necesitada de inversión privada puede ser el sueño de cualquier gobierno. Esa anhelada combinación se ha dado, hasta tal punto que el sinceramiento fiscal que terminó el 31 de marzo es el más importante de la historia argentina y uno de los más grandes conocidos a nivel mundial. Encontrar un solo factor determinante de esta situación no tiene mucho sentido, pero sí entender el efecto multiplicador de contar con tal magnitud de patrimonio sincerado en una economía con más del 40% en negro que resulta ser un tesoro del que todos debemos estar pendientes de custodiar.
La presión tributaria actual está siendo materia de estudio tanto por el sector público como por el sector privado, y al ampliar la base imponible en aproximadamente un 20% se da una bocanada de aire fresco en el momento de cerrar los números duros de un déficit difícil de domar. Aumentar la "base" para tratar de evitar la caza dentro del zoológico de contribuyentes abrumados por el efecto acumulación de la presión de impuestos nacionales, provinciales y municipales es un gran desafío que amerita plantear cuál es la verdadera seguridad jurídica que existe en materia tributaria, para que las inversiones puedan calcular su retorno esperado sin mayores sobresaltos.
En suma, la voracidad fiscal de las provincias y los municipios ha llegado a niveles insospechados, entre un 50 y un 90%, según la provincia que se trate, y es el margen de ingresos propios que dependen del impuesto sobre los ingresos brutos. Ello genera que las distorsiones a causa de mecanismos de cobro anticipados, vía recaudaciones bancarias, entorpezcan cualquier paso o intento de avance que se pretenda dar para que estos patrimonios sincerados se incorporen a la economía real, ya sea vía consumo o vía inversión. Por lo que el pacto de responsabilidad fiscal es una herramienta fundamental para tratar de desatar un nudo que cada vez aprieta más fuerte.
Ya no se trata entonces de que los patrimonios aparezcan, sino de que se incorporen y que permanezcan en una economía que precisa repuntar.
En definitiva, y sin lugar a dudas, se ha consolidado con creces un paso muy importante antes de planificar cualquier reforma tributaria: sincerar qué es de cada quién y cuánto es el patrimonio susceptible de ser alcanzado por el fisco. El paso siguiente será una reforma tributaria integral que sea lo suficientemente flexible como para adaptarse a una economía raquítica de certidumbres y, al mismo tiempo, debe ser equilibrada como para garantizar la seguridad jurídica mínima esperada por los inversores, ambas situaciones seguramente postergadas por un año electoral que, para estas cuestiones, debería no ser un factor determinante.
El autor es CEO de Sasovsky & Asociados
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