El genio de Rafael estaba en su máximo esplendor, cuando un llamado intempestivo y una noche de sexo, lujuria y excesos le costaron la vida y privaron al mundo de todo el arte que aún tenía para dar. Lo primero lo obligó a tomar mucho frío, luego de una acalorada tarea en las estancias vaticanas, mientras que lo segundo lo debilitó al extremo. Tres días después estaba muerto, cuando apenas tenía 37 años.
Raffaello Sanzio, tal su verdadero nombre, nació el 6 de abril de 1483 (un viernes santo) en Urbino, una pequeña localidad ubicada a 110 kilómetros de Florencia, en Italia . Era hijo de Giovanni Sanzio, un modesto pintor de la corte del duque de Urbino, y de Magia di Battista di Nicola Ciarla.
Quedó huérfano de madre a los 8 años y tres años después murió también su padre. Se crió dentro de la pequeña corte de Urbino y ahí tuvo la oportunidad de aprender las más pulidas maneras de actuar y las más diversas habilidades sociales, que lo convirtieron en un ser encantador.
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Desde muy joven, trabajó como ayudante del gran Perugino, en su taller de Florencia. La influencia de su maestro en sus primeras obras es muy evidente y se dice que ningún otro discípulo absorbió las enseñanzas como lo hizo él, ni siquiera Leonardo da Vinci o Miguel Ángel. Se considera que en 1501, con solo 18 años, Rafael era ya un "Maestro de Pleno Derecho", completamente formado.
Trabajó en distintos lugares del norte de Italia y vivió una vida de nómada, pero pasando gran parte de su tiempo en Florencia (se estima que a partir de 1504). Así, aunque se habla de su "período florentino", entre 1504 y 1508, hay que aclarar que nunca residió en esa ciudad de forma continua.
A finales de 1508 se trasladó a Roma, donde entró al servicio del papa Julio II. Es ahí cuando le llega el trabajo de su vida. Julio II, que quería borrar todo vestigio de su predecesor, Alejandro VI (Rodrigo Borgia), mandó a despintar los frescos de sus dependencias privadas y encargó a Rafael que decorara esas cuatro estancias: Sala de la Signatura, Sala de Heliodoro, Sala del Incendio del Borgo y Sala de Constantino.
"Cuando Julio II murió, en 1513, su sucesor, León X, más inclinado a los placeres terrenales y cinegéticos que a presentar batalla, no vio la necesidad de alterar el statu quo artístico y financiero que encontró. Quizá porque Agostino Chigi, apasionado banquero sienés y empleador predilecto de Rafael, le recibió en su pontificado con un préstamo de 75.000 ducados", relata Iker Seisdedos, en El País.
Pero volvamos a las estancias vaticanas. Ahí, Rafael logra algo extraordinario: pinta el punto culminante del momento clásico del Renacimiento, con "La escuela de Atenas", y el comienzo del manierismo con "El incendio del Borgo". Esas dependencias pasaron a ser conocidas por siempre como "Las estancias de Rafael", algo que deja extasiados a quienes visitan losMuseos Vaticanos.
Joachim Jacoby, uno de los grandes especialistas europeos en este pintor, dice al diario El País, de España, que el dinamismo interno de las obras de Rafael dio un giro decisivo en la pintura europea, donde su influencia en la atención a la expresión facial y la traducción del movimiento a las dos dimensiones del lienzo permanecería vigente hasta la invención del séptimo arte. "Solo el movimiento real de las imágenes que introdujo el cine logró mejorar el canon rafaelista", afirma.
Rafael no solo era el pintor de León X, sino que también era su mayordomo, uno de los cargos más altos que se podía tener en el Vaticano en ese tiempo, y además había sido nombrado Caballero de la Orden del Papa. Era lo que se conoce como un hombre del Renacimiento, muy completo y con gran conocimiento en varias artes.
Era un intelectual refinado y sensual, campeón en todo lo que hacía y el más afinado exponente del sueño renacentista. Seductor, millonario y exitoso, con solo 37 años tenía toda una vida de gloria por delante. Pero siempre hay algo que lo arruina todo.
Resulta que además de la pintura Rafael tenía otra gran pasión: el sexo. Como se dijo, era un gran seductor, las romanas suspiraban por él y nunca llegó a casarse (aunque varias veces lo intimaron para que lo hiciera). Su amante preferida era Margarita Luti,La Fornarina, llamada así por ser la hija de un panadero (fornaio, en italiano). Ella posó para uno de sus cuadros más representativos: Ritrato di giovanne dona (El retrato de una joven).
Pero Rafael no solo se encerraba con La Fornarina para pintarla. Una noche, según cuentan las crónicas, abusó tanto de los placeres sexuales, que el cuerpo le pasó factura. Para colmo, ya venía afectado por el frío que había tomado al cruzar desabrigado la plaza para acudir al sorpresivo llamado del Papa. Así que, luego de encerrarse toda una noche con La Fornarina, amaneció débil y afiebrado, y debió recurrir a los médicos.
Quienes lo atendieron solo atinaron a hacerle un sangrado (algo común en esa época), pero el paciente no hizo más que empeorar. Luego de tres días consumido por una terrible fiebre, Rafael murió el 6 de abril de 1520, a causa de una "pasión excesiva", según el biógrafo del siglo XVI Giorgio Vasari. Esa mañana Roma amaneció envuelta en lágrimas por haber perdido a su mejor pintor.
Se dice que su muerte marcó el principio del fin del esplendor renacentista de Roma. Están también quienes se animan a afirmar que fue el pintor más grande de la historia. Sea como sea, su grandeza se puede intuir al leer el epitafio escrito sobre su tumba, en el Panteón de Roma: "Aquí yace Rafael, por quien la Naturaleza temía ser vencida mientras estaba vivo, pero ahora que ha muerto, teme morir con él".
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