Hechos y no palabras
Muchos empresarios están cada día más interesados en las comunicaciones internas. Los cambios en el mercado y su impacto en las empresas están haciendo revalorizar los recursos humanos.
Como consecuencia lógica, las organizaciones empiezan a invertir en el tema. Se designan responsables de comunicaciones, se crean departamentos, se instalan PC, se editan house organs, folletos, hasta se habilita un 0-800 interno. Pero los objetivos no se cumplen, la gente no se engancha con los proyectos. Se cambia al responsable, se deshace el departamento, se mudan las PC, se decide ahorrar costos eliminando las publicaciones. Al 0-800 no llamaba nadie.
Los argentinos no somos norteamericanos. Somos básicamente escépticos y desconfiados. Principalmente de las palabras. Tenemos nuestras razones.
Si el personal de la empresa cuenta con baños que sus autoridades considerarían humillante tener que utilizar; si en las fábricas algunos visten de un color y otros de otro para que quede en claro que no pertenecen al mismo grupo; si a la mayoría se le aplica estrictamente la ley laboral (marcación de reloj incluido), mientras que a unos pocos responsables se les permiten las flexibilidades de una razonable relación de trabajo, no hay palabra que pueda convencer que somos un equipo frente a la competencia.
Lo primero que se comunica, y no por medio de palabras, es nuestra concepción del mundo. En nuestro ser y hacer diario estamos expresándonos tal cual somos. Nuestra visión y pensamientos, quedan al desnudo en una gran cantidad de acciones que realizamos todos los días. Y nos están observando.
Cuando el mensaje que transmitimos es incoherente con lo que se percibe de nosotros, la palabra pierde valor, se vacía. Los responsables de las organizaciones, si quieren ser creíbles, deben pagar el precio de la coherencia. Si es cierto que el cliente es tan importante, ¿cómo es posible que nuestros principales directores no se reúnan periódicamente con ellos? Si la democracia y el capitalismo son los sistemas que apoyamos públicamente, ¿cómo es posible pretender burlar diariamente sus leyes?
El primer objetivo que debería establecerse en materia de comunicaciones es alcanzar un alto grado de credibilidad. Sin ella, nada pasa de un mero plano formal, es ineficiente, consume energías y los recursos invertidos no lograrán el retorno esperado. Alcanzar la credibilidad requiere de un detenido análisis de nuestras conductas diarias y del contenido de lo que se quiere transmitir. ¿Es coherente? ¿Es creíble?
Como en casi todos los órdenes de la vida, la responsabilidad es compartida por las personas que forman parte de una organización pero, sin lugar a dudas, sus directivos son los principales responsables ya que tienen la capacidad de teñir con su pensamiento y, por sobre todo, con el ejemplo el comportamiento de sus dirigidos.
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