La crisis del coronavirus acaba de entrar en la primera de las grandes encrucijadas estructurales que deberán resolver los líderes del mundo en las próximas semanas: política sanitaria versus actividad económica. Es decir, las naciones están obligadas a optar entre modelos de cuarentenas completas, fronteras parcialmente cerradas o circulación restringida, como los de Italia, España o la propia Unión Europea, y aquellos menos rigurosos que, como el de Brasil, apuntan todavía a evitar una recesión profunda con todas sus consecuencias. El Reino Unido, que había tomado hasta el lunes pasado una estrategia más laxa, decidió ayer, al ver nuevos informes y proyecciones de posibles efectos, endurecer los controles.
Es el gran dilema. Jair Bolsonaro, que mantiene todavía abiertas las fronteras brasileñas, criticó esta semana a los gobernadores opositores que le piden restringir los ingresos, porque ve en esos argumentos la oculta pretensión de perjudicarlo. "Si la economía se hunde, Brasil se hunde. ¿Qué intereses hay detrás? Los de estos líderes políticos. Si la economía se hunde, mi gobierno termina", dijo el presidente, que incluyó el debate en lo que llamó una "guerra de poder" y anunció que haría el próximo fin de semana una fiesta para celebrar su cumpleaños y el de su mujer.
Los empresarios argentinos discuten exactamente lo mismo. La mayoría de ellos en voz baja, dada la sensibilidad de la cuestión. "En ésto, sólo en ésto, estoy de acuerdo con Bolsonaro", dijo ayer en LN+ Mariano Castagnaro, presidente de la alimenticia El Noble. Su planteo coincide con el que se propagó en estas horas en la Unión Industrial Argentina (UIA) y, de manera más elocuente, entre los 228 integrantes de Nuestra voz, el grupo de What’sApp de hombres de negocios que volvió a encenderse hace 10 días como consecuencia de la pandemia y donde proliferan opiniones encontradas: desde observaciones sobre los supermercados y shoppings hasta advertencias por lo que podría derivar en una recesión eterna.
El alerta cundió ayer por la mañana, cuando los empresarios vieron que Gustavo Melella, gobernador de Tierra del Fuego, decretaba la cuarentena completa para toda la isla y que a la decisión se sumaba después Jorge Capitanich en Chaco. En la UIA pensaron enseguida en los distritos más grandes. "Yo creo que ni Kicillof ni Schiaretti ni Perotti ni Rodríguez Larreta van a sumarse porque va significar la paralización total de la economía", dijeron anoche en la central fabril, no bien terminaron los anuncios de las medidas con que los ministros Matías Kulfas (Desarrollo Productivo) y Martín Guzmán (Economía) pretenden atenuar la crisis. Primaron allí el respaldo y la comprensión por la crisis sanitaria. "Lo más importante son las líneas de capital de trabajo para las pymes", valoró José Urtubey, accionista de Celulosa, que aceptó además la aplicación de precios máximos para algunos productos: "No me parece mal en este momento".
Los empresarios entienden que estas decisiones obedecen más a la urgencia de la situación que a convicciones intervencionistas. En la UIA, por ejemplo, afirman que ni Kulfas ni Guzmán han sido nunca partidarios de los controles de precios ni de la ley de abastecimiento. Recuerdan incluso que Axel Kicillof tuvo en su momento, cuando era ministro de Economía de la nación y se acababa de sancionar esa norma, la deferencia de anticiparles que no la aplicaría. El temor, en todo caso, estará siempre en riesgos inherentes a la clase política: que esta emergencia entusiasme, por ejemplo, a dirigentes del PJ que sí creen en esas herramientas y que, por lo tanto, podrían presionar en el Frente de Todos para endurecer los controles.
Pero las medidas de ayer fueron interpretadas más bien como paliativas o acaso como estrategia de comunicación: mostrar al Gobierno activo en medio de la pandemia. Aunque a la luz del problema todo resulte insuficiente e incierto. La Argentina deberá abordar el dilema global entre salud y actividad desde una posición que, una vez más, la distingue del resto del planeta: no sólo no tiene disponibles los recursos de China o Estados Unidos para políticas anticíclicas, sino que, desde la óptica económica, era ya antes del virus un paciente de riesgo.
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