Google X, nuevo paradigma de los sueños a futuro
Cada época respondió a un paradigma organizacional. El ejemplo más reciente y visible es el que instaló Henry Ford, a principios del siglo XX, y sus procesos de fabricación de automóviles. Sumido en este concepto, la producción en serie tuvo su auge, aplicándose a cuanta actividad productiva o de servicios se pusiera a tiro.
Partió de una empresa que exhibía una gestión exitosa para esos tiempos y la reproducción del sistema parecía asegurar un éxito similar. Los tiempos cambian o, para decirlo con más propiedad, las creencias, los valores y las técnicas son porosas, y quedan abiertas a otras intromisiones que modifican los paradigmas vigentes.
A fines del siglo, la informática empezó a erosionar los conceptos de la producción seriada, dando paso a otras formas de organización del trabajo, coincidiendo con lo que Zigmunt Bauman llama la modernidad líquida u otros autores, la posmodernidad.
En nuestros días se repite el mecanismo de adoptar los modelos exitosos para replicarlos y quien aparece claramente a la vanguardia es Google, superando a Microsoft y Apple, hasta el punto de incorporar un verbo al vocabulario cotidiano, googlear, que hasta podría conjugarse: Yo googleo, tu googleas, etcétera.
Es así, entonces, que causan asombro y admiración sus ámbitos de trabajo nada tradicionales, las salas de juegos incorporadas a la estructura, sus modos de contratación y decenas de innovaciones que, de plantearse algunos años atrás, hubieran provocado un enorme escándalo. Esto sucedió siempre que hubo rupturas con el pasado inmediato.
Dentro de estas características particulares encontramos un área que se llama Google X. Es un ámbito de investigación donde su propósito es adelantarse al futuro diez o veinte años. Desarrollan software y hardware apuntando a la luna, metafóricamente hablando. Su elaboración se autodenomina moonshots. Ya hay productos que salieron al mercado, como los Glass, gafas que permiten estar conectados a Internet todo el tiempo y comandados por voz.
En Google X hay un equipo de trabajo que se llama ATAP (Advanced Technologies and Projets), autodenominado grupos de piratas que se encargan de crear cosas épicas.
Según su directora, Regina Dugan, buscan posicionarse en la intersección del arte y la tecnología. Ya existen proyectos muy avanzados, como el Tango, que reconstruye de modo tridimensional el entorno donde se encuentra un usuario.
Es algo así como la ciencia-ficción a la vuelta de la esquina, todo lo cual remite al antiguo dilema de qué es lo primero, el huevo o la gallina. ¿Google llegó a este punto de poder e influencia y por ello puede pensar en términos de diez o veinte años, o porque desde su nacimiento pensó así y es lo que le permitió llegar a tamaño éxito universal?
La respuesta a la primera parte de la pregunta puede ser la más tosca, que se manifiesta, en términos cotidianos, que con plata, cualquiera es vivo. Sin embargo puede sospecharse que la mejor receta de Google no es tener pegada la nariz al día siguiente, sino en horizontes de años o décadas. El valor intrínseco del desarrollo es pensar a mediano o largo plazo, un punto del camino donde la intersección entre el arte y la tecnología abre un lugar de privilegio, la imaginación creativa. Esta proposición puede ser objeto de burla por parte de los pragmáticos, pero habría que incorporar la lección de que las verdaderas recetas de los éxitos se encuentran en lugares intangibles, no cuantificables: los sueños a largo plazo.