
La economía de la baja natalidad, una disrupción de la que se habla menos que de la IA
La abrupta caída en la tasa de nacimientos que se observa en la mayor parte de los países del mundo hace que, por primera vez en la historia, la “pirámide” poblacional se parezca cada vez más a un rectángulo; qué riesgos presenta el cruce entre demografía y tecnología
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Ocurrió hace unos 74.000 años y se considera el momento más frágil y delicado hasta ahora para la existencia humana. Estudios genéticos y paleo-climáticos demostraron que la erupción cataclísmica del volcán Toba, en Indonesia, que expulsó millones de metros cúbicos de cenizas y provocó un largo “invierno volcánico” en todo el planeta, hizo que la población humana reproductiva se redujera a entre mil y 10 mil individuos. Este cuello de botella poblacional duró unos 100 años y fue probablemente la instancia en la cual estuvimos más cerca de desaparecer como especie. Con posterioridad, más cerca de nuestra era, hubo otros momentos donde shocks exógenos provocaron que la población total se redujera, como por ejemplo ocurrió con la “Peste Negra” en el siglo XIV, que hizo que la población global cayera entre un 10% y un 15%.
Por razones completamente distintas y sin un “shock exógeno” protagónico único, hoy hay modelos que proyectan un máximo de la población mundial para 2060-2070 (e inclusive antes), con un pico por debajo de los 10.000 millones de habitantes (actualmente estamos en 8200 millones). La explicación tiene que ver con la cada vez más abrupta caída en la tasa de natalidad que se observa en la mayor parte de los países del mundo, y que hace que por primera vez en la historia la “pirámide” poblacional se parezca cada vez más a un rectángulo, con proporciones muy parecidas entre gente adulta que vive más y una base de chicos y jóvenes que se va angostando.
“Con los últimos números oficiales, la Argentina es uno de los países del mundo donde más cayó recientemente la natalidad. Tenemos una tendencia despareja, porque veníamos de décadas de estabilidad. El fenómeno es global, tiene una multiplicidad de causas culturales y sociales, y contrariamente a lo que se piensa, no está tan influenciado por factores macroeconómicos”, cuenta a LA NACION Rafael Rofman, economista experto en temas demográficos e investigador principal del Cippec.
A nivel local, los últimos datos oficiales de natalidad son de 2023, y muestran un descenso del 40% en los nacimientos con respecto a 2013, diez años antes. Según la Cepal, la Argentina está junto con Uruguay y Chile entre los países de la región donde el fenómeno es más pronunciado. “La tasa de natalidad aquí está entre 1.4 y 1.5”, marca Rofman, por debajo de la tasa del 2.1 por pareja que se considera necesaria para mantener la población constante en el largo plazo.
En términos económicos, esto significa menos proporción de fuerza laboral, más presión sobre los esquemas de seguridad social y costos en salud por las nubes. “La gente vive más y se muere de enfermedades más complejas y que son mucho más caras de tratar”, agrega Rofman. Por el lado de los negocios, hay todo un boom de productos y servicios asociados a la segunda mitad de la vida que tiene que ver con esta tendencia. Desde proyectos inmobiliarios con target en la adultez hasta el menos glamoroso movimiento de los productores de pañales que invierten menos en marketing para recién nacidos y más en dispositivos para incontinencia.
En diciembre, además de las fiestas y los brindis por el año que termina, llega la época de informes de tendencias y proyecciones a futuro. En la mayor parte de estos reportes, como tendencia disruptiva, sobresale la transformación generada por los avances en la IA, pero también hay otros huracanes de cambio secular, como el aumento de la soledad, la crisis de salud mental (sobre todo en adolescentes), el impacto de las redes sociales y la baja en la natalidad.
No son compartimentos estancos y, como diría Pancho Ibañez, todo tiene que ver con todo. El tecnólogo y divulgador Kevin Kelly publicó este año un ensayo largo muy interesante sobre la intersección de los dos meteoritos de cambio más potentes de la actualidad (se puede discutir si en este podio también hay que agregar al cambio climático): el demográfico y el tecnológico, particularmente en lo que se refiere a la multiplicación inminente de “agentes” autónomos de IA y también de robots en empresas y hogares. Lo define como “el gran traspaso económico” (“The great hand off”) desde “aquellos que nacen a aquellos que son construidos o programados”. El difícil equilibrio entre robots y agentes autónomos vs. menos humanos es un debate que va ganando peso en la ascendente “economía del cambio”.
“En un régimen completamente nuevo para la historia de la humanidad”, apunta Kelly. “Todo el sistema capitalista tiene anclada su noción de progreso al crecimiento: de mercados, de trabajo, de capital, de todo”.
Otro académico que viene siguiendo de cerca la “economía de la natalidad” y sus implicancias es Jesús Fernández-Villaverde, profesor de Economía de la Universidad de Pennsylvania. Durante siglos, cada generación tuvo más hijos que la anterior. “Hoy es al revés. Y el crecimiento económico depende de dos cosas: productividad y cantidad de trabajadores. Si nacen muchos menos niños, la fuerza laboral se achica. Aunque cada persona sea más productiva, el PBI total se estanca. Y esto no es una abstracción: significa menos innovación, menos competencia, más carga fiscal y sistemas de pensiones en crisis”, dijo Fernández Villaverde recientemente en una extensa y muy interesante entrevista en el podcast de Sam Bowman, Works in progress.
Yendo a la micro de la economía de la baja en la natalidad, Fernández Villaverde observa que “la caída ocurre sobre todo en lo que se conoce como el ‘margen extensivo’ (la decisión de tener o no tener el primer hijo. En cambio, entre quienes sí lo tienen, el ‘margen intensivo’ (tener dos o tres) cambió poco. El problema es que muchas parejas retrasan tanto el primero, que terminan sin tiempo biológico o mental para tener más”. Tendencias fuertes de la última década, como que las mujeres superaron a los hombres en títulos universitarios y les cuesta más conseguir parejas aceptables, figuran en el análisis del economista de Pennsylvania.
Pero muchos de los factores detrás de la baja de la natalidad son “deseables” o buena noticias, remarca Rofman: menos embarazo adolescente, políticas eficientes de educación sexual, más derechos e inclusión para niños y mujeres. “Ahora tenemos que ver qué hacemos frente a este nuevo panorama”, plantea.
Aunque se trata de uno de los principales huracanes de cambio que enfrentamos, la adecuación al cambio demográfico (que es explicado mucho más por la menor tasa de natalidad que por la extensión de vida) da una menor sensación de urgencia y tiene menos representación mediática que la IA o el cambio climático. Tal vez porque ocurre en cámara lenta y resulta poco atractivo a la academia, o porque sufre de lo que el futurista y tecnólogo Marcelo Rinesi llama “la maldición de los problemas que son rápidos y lentos a la vez” (en Econospeak: inconsistencia inter-temporal): generan pocos incentivos al cambio y adecuación en la política, las empresas y la sociedad en general, pero mientras tanto el costo de no accionar se va acumulando de manera inexorable.





