La recesión trae la baja de impuestos en el país
La recesión se ha convertido en la forma más eficaz de bajar los impuestos en la Argentina actual. La situación de estanflación en la que estamos inmersos se hace cada vez más larga y ya provocó un efecto peligroso: el Estado se ha convertido en deudor de los contribuyentes. Ello teniendo en cuenta que la Argentina está planificada desde la estructura fiscal para la expansión constante, por lo que ante la contracción se produce un efecto no buscado pero peligroso para alcanzar el déficit fiscal.
Esta inversión de roles entre el fisco y los contribuyentes se produce como consecuencia de la voracidad fiscal desmedida histórica que llevó a la Argentina a convertirse en el país número uno en el mundo de cobro anticipado de tributos, en todos los estratos: Nación, provincias y municipios.
Al cobrarse impuestos antes del vencimiento de las declaraciones juradas, se produce (en épocas de expansión económica) un efecto meramente financiero a favor del fisco. Esta situación permitió al Estado hacerse de recursos antes de tiempo, con la condición de tomar esos pagos a cuenta contra obligaciones tributarias futuras.
Algo muy siniestro, pero que ya generó acostumbramiento en los contribuyentes, y que parte de la idea que, al tener inflación alta, ese valor nominal solo llevaba a que el impuesto anticipado siempre fuera menor a la obligación final liquidada.
Hoy, la recesión está haciendo estragos a nivel fiscal, dado que su efecto en la facturación replica en toda la cadena de recaudación de impuestos, incluso observado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su último informe, llevando a que los pagos a cuenta (anticipos, retenciones y percepciones) de impuesto, calculados sobre bases imponibles presuntas, con la lógica de que al menos tienes que facturar, ganar o poseer siempre más que en el periodo fiscal anterior, ya no se puedan cobrar.
Por este motivo, se invierte la relación jurídica tributaria, que implica que el contribuyente se convierta en acreedor, y que el Estado deje de tener derecho al cobro anticipado de tributos dejando de recaudar lo esperado.
Este escenario habla mucho de nuestra sociedad y de nuestra clase política, que constantemente trata de emparchar una realidad que está lejos de acercarse a la categoría de aceptable en términos tributarios.
Los impuestos, al final, van a terminar bajando, pues el múltiplo de ventas tendiendo a cero, tiende a cero.
Realmente, es la peor forma de poner en evidencia las fragilidades de un sistema tributario quebrado y cuyo costo de no recaudar es mucho más alto que bajar los impuestos en realidad. Al mismo tiempo, esta situación trasluce un Estado que no tiene mecanismos de amortiguación y que ya se ha gastado a cuenta hasta lo que no tenía y que no sabemos cuándo volverá a tener.
El autor es tributarista
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