Investigación económica. La relación entre riqueza y felicidad
Por Martín Krause Para LA NACION
Con tanta producción de investigación y trabajos publicados sobre temas muy específicos, es reconfortante encontrar cada tanto algún autor que se replantea los principios básicos. Tal el caso de Richard Layard, actualmente miembro de la Cámara de los Lores en Inglaterra y profesor de la London School of Economics. En una serie de conferencias en memoria de Lionel Robbins, se plantea las siguientes preguntas: ¿qué es la felicidad?; ¿estamos siendo más felices?; ¿cómo podemos hacer a la sociedad más feliz?
Dejemos de lado la última, de clara orientación utilitarista a la Bentham, ya que los intentos de hacer a la sociedad más feliz han terminado en las peores tragedias. Layard plantea dos hechos paradójicos: la gente más rica es, en promedio, más feliz que la gente pobre; pero las sociedades avanzadas no han logrado ser más felices a medida que se han enriquecido.
Primero, Layard intenta "medir" la felicidad, algo que los economistas, quienes afirman el carácter subjetivo del valor, descartarían de plano, y acude a la neurociencia para extraer evidencias de que existe tal cosa como el deseo de "sentirse bien". Si ese sentimiento puede ser "medido" de alguna forma, entonces le permitiría afirmar que, según encuestas, el 31% de los norteamericanos se consideraba muy feliz en 1996 y un 58%, bastante, comparado con 32 y 55% en 1975, pese a que el PBI per cápita se ha incrementado notablemente entre una fecha y otra. Es raro, porque el ingreso sí tiene que ver con la felicidad: en 1975 un 41% de los más ricos se consideraban muy felices, mientras que sólo el 26% de los más pobres.
Realizando un análisis comparativo entre distintos países, Layard llega a la conclusión de que una vez que un país ha alcanzado un nivel de riqueza superior a los 15.000 dólares per cápita, su nivel de felicidad es independiente de los mayores ingresos. Para los países pobres, el crecimiento económico mejor mucho la felicidad, no ya para los ricos.
¿Por qué no son más felices al tener más ingresos? La gente debe de estar comparando su ingreso con cierto nivel esperado.
Cuando se les preguntó a los norteamericanos si estaban contentos con su ingreso económico, el número de los satisfechos ha caído pese a que el ingreso ha crecido un 50 por ciento.
Según Layard, son dos los factores que impiden que ese incremento del ingreso se transforme en mayor felicidad.
El primero es el hábito: a medida que aumenta progresivamente mi ingreso, me voy acostumbrando y lo tomo como natural. El segundo es la rivalidad: comparo lo que tengo con lo que tienen otros y si los otros mejoran necesito más para estar tan bien como antes.
En relación con esta "rivalidad" se comenta un experimento donde se le preguntó a la gente si preferiría un mundo donde ganara 50.000 dólares al año y el resto la mitad de eso, comparado con otro donde ganara 100.000 dólares y el resto el doble. La mayoría habría preferido el primero. Estúpido, ¿verdad? Pero sería lo que estaría pasando, por ejemplo, en la que fue Alemania del Este. Esa gente no solamente se ha liberado de la dictadura comunista, sino que ha visto aumentar notablemente sus ingresos y la calidad de los productos que compran, pero están descontentos; pareciera que les preocupa más su comparación con los del Oeste.
Layard rechaza luego la opinión de los libertarios, para quienes si la gente piensa así, peor para ellos, y se embarca en una serie de propuestas para mejorar la sociedad y resolver estas "angustias".
No propone "todos al diván", sino una serie de políticas que podrán mejorar la felicidad de algunos, aunque probablemente no la de los contribuyentes.
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