Un modelo de país agotado, una oportunidad
Pareciera que una nueva tempestad macroeconómica se cierne sobre nosotros. Una vez más. Es complejo poner una fecha al comienzo de este proceso de decadencia y crisis que, apenas con algunas intermitencias, se prolonga a través de las décadas, de las generaciones. Se han sembrado muchos vientos, difícil el camino para evitar una cosecha de algo que no sean tempestades.
Cuando todo arrecie y las aguas bajen, golpeados por el paisaje de pobreza y frustración, deberemos, una vez más, intentar romper con estos ciclos de "desilusión y desencanto". El modelo de país que nos trajo, a los tumbos, hasta aquí, difícilmente lo logre. Si alguna certeza debería quedarnos después de tropezar tantas veces con la misma piedra es que la Argentina debe cambiar de cuajo.
Necesitamos un nuevo modelo de generación de riqueza que despliegue el enorme potencial humano y material de nuestro país, que incorpore a los excluidos y siente las bases para transformarnos en un país normal. Porque para la Argentina, la nueva normalidad debería consistir simplemente en lograr, por una vez, estabilidad, crecimiento y certidumbre por varias generaciones… lo que se entiende por ser normal.
A fines del siglo pasado, hace apenas algo más de veinte años, una Revolución del Conocimiento -o si se quiere Revolución Digital- inició un proceso análogo al de la Revolución Industrial hace más de dos siglos. El conocimiento, los datos, la información, se transformaron en el insumo crítico para el desarrollo económico y social. Una infraestructura digital global permitió, por primera vez en la historia, la exportación masiva de servicios de tecnología, profesionales y culturales. Nació entonces lo que se denomina la Economía del Conocimiento, el resultado de la aplicación de conocimiento y tecnología intensivos a todos los procesos de producción de bienes y servicios.
La Economía del Conocimiento no es un sector. No son los unicornios ni las compañías de software. Es un fenómeno transversal a todos los sectores. Comprende a las empresas de tecnología que construyeron, mantienen o son nativas de la nueva infraestructura digital, pero también a actividades tradicionales de servicios profesionales y culturales que se vuelcan sobre esa red global. También a las actividades industriales y agropecuarias que utilizan intensamente la tecnología y el conocimiento. Es el mundo de la biotecnología, de la industria 4.0, la inteligencia artificial, la robótica y el big data.
Para la Argentina, la Economía del Conocimiento es una oportunidad y un imperativo. Oportunidad porque aún en medio de nuestros desaguisados macroeconómicos, las industrias del conocimiento no dejaron de incorporar trabajo -con 437.000 empleos ya es el 7% de la fuerza laboral registrada- y se constituyeron en el tercer sector exportador del país, generando el año pasado 6000 millones de dólares. Oportunidad porque esos números podrían duplicarse en una década, porque la infusión de tecnología y conocimiento, de innovación, a todos los sectores productivos, industriales y agropecuarios, produciría una definitiva transformación económica y social del país.
Sin minimizar los desafíos que presenta el nuevo escenario, el surgimiento de la Economía del Conocimiento juega a favor de un país como el nuestro. Licúa la desventaja de nuestra distancia geográfica de los grandes centros de consumo a la vez que aprovecha el hecho de estar en un huso horario similar. Pero, por sobre todo, pone en valor el talento argentino, le da una plataforma de trabajo global, con acceso a mercados e ingresos a los que hace sólo veinte años atrás no tenía forma de llegar. La exportación masiva de servicios profesionales -auditoria, contabilidad, compras, diseño, contratos, ingeniería-, de software y tecnología, de producción audiovisual, constituye uno de los vectores de este nuevo modelo de generación de riqueza.
Nuestros abuelos inmigrantes hicieron un país sobre la base del esfuerzo, la dedicación, y soñaron un futuro de conocimiento, la ambición de "mi hijo el doctor", generando una clase media técnica, profesional, sin igual en Latinoamérica. La Economía del Conocimiento se nutre de ese sueño, de lo que ellos sembraron. En nuestras manos está retomar esa epopeya de esfuerzo y educación en este nuevo modelo de generación de riqueza, llevarla a todos a través de la formación en oficios digitales, idioma y habilidades socio emocionales que integre a los excluidos.
Paradójicamente, en estos días se percibe en muchos sectores de la sociedad una mezcla de frustración y pesimismo, de desconfianza en el futuro de nuestra Argentina. Hasta aquí nos trajo un modelo de país que está agotado. La buena noticia es que estamos a tiempo de apostar por el talento argentino, por un recambio generacional, de abrazar un nuevo modelo, el de la Economía del Conocimiento. Allí están las oportunidades, allí está nuestro futuro.
El autor es presidente Argencon
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