Se aburrió de su vida en Suiza, volvió y empezó de cero con una original receta
Matías Lauper es suizo, pero vino de chico a la Argentina y vivió aquí hasta los 18 años, cuando retornó a su madre patria. Allí se desempeñó como publicitario y llegó a dirigir una agencia, pero cumplidos los 50 decidió volver al país con su mujer para que sus hijas conocieran de "donde venían". Luego de un mal trago con un socio y con dificultades para conseguir clientes y, por ende, dinero, Lauper recurrió a un plan B: la gastronomía , un hobby que tenía desde chico, y ese fue el germen de su emprendimiento Romero Olivas.
"Teníamos ganas de cambiar por una necesidad geográfica. Estábamos aburridos de la vida en Suiza. Como dice la frase de Einstein: si uno hace lo mismo no puede esperar que ocurran cosas diferentes. Entonces hay que hacer algo distinto y queríamos que nuestras tres hijas supieran de dónde veníamos. Entonces dijimos: ´volvamos a la Argentina´. Así nació la idea", contó Lauper a LA NACION.
El plan A era mantener la relación con su socio suizo y dirigir el equipo creativo argentino ya que, si bien su agencia era helvética, trabajaban a distancia con personal de acá. Pero su compañero lo traicionó al llegar aquí en 2013, según cuenta, y estuvo dos años tratando de comenzar una sociedad con nuevos clientes argentinos infructuosamente.
"Al poco tiempo vi que estaba esta veta del mundo gastronómico porque la Argentina es tradicionalmente muy básica en cuanto a su oferta culinaria: siempre terminamos hablando de seis platos. Pero esto empezó a cambiar hace 10 años en el mundo y de una manera un poco más lenta aquí", explicó.
Con eso en mente, él y su mujer amasaron 250 kilos de carne y se fueron a venderla un fin de semana al Mercado de la Aldea en Pilar. El primer día llovió y no fue bueno, sumado al cansancio que tenían. Pero el domingo fue una explosión. Lo que ofrecían era algo distinto: canoplas de cordero -dos albóndigas de cordero aplastadas de 10 centímetros de largo-. La forma de cocción es a las brasas y luego se sirven en un pan que parece una canoa con rúcula, tomate, cebolla, zanahorias, humus de ciboulette y pimentón ahumado.
Después de eso siguieron yendo todas las semanas y, gracias a la originalidad del producto y que luego fueron sumando más platos, terminaron accediendo a las ferias y mercados más demandados. Hoy tienen presencia todos los fines de semana en el Buenos Aires Market, en Gastronomada (Puerto de Olivos) y en el Patio de los Lecheros en Caballito con gazebos, food trucks, trailers y contenedores. Y además ahora están en la Villa Olímpica por los Juegos de la Juventud.
Cuentan con más de 27 empleados y tienen un centro de producción donde hacen los platos aunque sin perder el toque artesanal.
Consultado acerca de si imaginaba este crecimiento, Lauper dijo que no. Y recordó los inicios a puro pulmón. "Por suerte los mercados son humildes y no requieren de una inversión muy grande. Alquilábamos todo, hasta el agua, y transportábamos pilas de cajas con nuestro auto. Fue un inicio desde cero después de una gran decepción con mi trabajo. Fue empezar con una mano atrás y otra adelante, pero con gran esperanza ya que veníamos de afuera y traíamos cosas nuevas influenciados por una cocina centenaria como es la europea".