Chiqui Tapia: burdo emergente de la corrupción en la Argentina
La impunidad con que han actuado ciertos personajes ligados a los escándalos de la AFA revela una vergonzosa complicidad institucional
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Tres magistrados federales y otros dos jueces del fuero en lo penal económico tienen a su cargo distintas investigaciones por los supuestos delitos de lavado de dinero, fraude y evasión fiscal, como parte de una trama que involucraría al titular de Sur Finanzas, Ariel Vallejo, y al presidente y al tesorero de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Claudio “Chiqui” Tapia y Pablo Toviggino, respectivamente.
A los oscuros negocios en los que, durante los últimos años, ha estado involucrada la AFA, como la venta de entradas para partidos de la selección argentina, se sumó más recientemente el escándalo derivado de la vinculación entre la entidad rectora del fútbol local y la citada compañía financiera, cuyo dueño, cercano a Tapia, se ha jactado de que su empresa es “la billetera” del deporte más popular de nuestro país.
Como derivación de las primeras investigaciones y de los numerosos allanamientos ordenados por la Justicia, hemos asistido a la aparición de suntuosas mansiones, colecciones de autos de lujo importados, monotributistas a cargo de empresas y bienes cuya propiedad no podrían justificar con sus exiguos ingresos, contratos sospechosos, operaciones financieras irregulares y una supuesta red de testaferros.
La primera pregunta que corresponde formularse es de qué manera puede montarse un sistema de empresas fantasma, prestanombres y redes de negocios clandestinos sin que suenen oportunamente las alarmas en los organismos encargados de controlar esta clase de irregularidades. ¿O será que, durante demasiado tiempo, hubo funcionarios que prefirieron mirar para otro lado cuando estas turbias transacciones pasaban delante de sus narices?
Es probable que, una vez más, estemos ante un escándalo cuya raíz no es otra que la corrupción enquistada en el Estado. ¿O acaso es normal que ningún organismo de control advierta que un monotributista y su madre jubilada figuren como propietarios de una empresa, Real Central SRL, a nombre de la cual se halla una mansión de Villa Rosa, que en sus cinco hectáreas incluye un helipuerto, un establecimiento para la cría de caballos y una colección de vehículos de alta gama, y que se sospecha que pertenecería al tesorero de la AFA? ¿A nadie en la Aduana le extrañó que ingresara una flota de autos de lujo, entre los que figuraban varios Porsche y Ferrari? Finalmente, ¿a nadie le llamó la atención que un modesto financista de pronto se convirtiera en el prestamista de varios clubes de fútbol a los que auxilió con millonarias sumas de dinero a tasas en algunos casos usurarias?
No menos llamativo resulta que esta escandalosa trama solo haya surgido luego de que los negocios de la AFA quedaran en el ojo de la tormenta tras un abuso de poder del propio Tapia que enfureció a muchos aficionados al popular deporte y hasta tuvo repercusión internacional: el título de campeón que, mediante un decreto resuelto en un escritorio de la AFA, se le adjudicó a Rosario Central, por haber ganado un torneo cuya existencia se desconocía hasta ese momento.
“Chiqui” Tapia pudo haber sido víctima de sus caprichos propios de un mandamás y de su sensación de impunidad para hacer y deshacer, junto a sus secuaces. Aquella decisión que favoreció al equipo rosarino siguió a no pocas controvertidas situaciones en las que los tan reiterados como escandalosos arbitrajes favorecieron a Barracas Central, el club liderado precisamente por Tapia, y a otros conjuntos “amigos”, como Central Córdoba de Santiago del Estero, provincia donde Toviggino ha sabido hacer excelentes negocios, a partir de sus buenas migas con el gobernador Gerardo Zamora.
También Tapia puede jactarse de sus contactos políticos. No por nada es presidente de la Ceamse -el organismo responsable de la gestión de residuos en el área metropolitana-, designado por el gobernador bonaerense, Axel Kicillof. Hay que recordar que, con anterioridad, había sido vicepresidente de esa coordinación, a la que llegó merced a la influencia de su suegro, el gremialista Hugo Moyano, sobre el gobierno porteño, entonces a cargo de Horacio Rodríguez Larreta.
No concluyen ahí las vinculaciones de Tapia con Kicillof, quien le concedió a la AFA el manejo del Estado Único de La Plata y favoreció el cambio de domicilio de la entidad, para que quedara a salvo de las investigaciones de la Inspección General de Justicia (IGJ).
Las intrincadas relaciones entre el mundo del fútbol y la Justicia también existen. A tal punto que varios magistrados, como Sergio Fernández, Diego Gustavo Barroetaveña y Néstor Barral, ocupan cargos en el Tribunal de Disciplina o en el Tribunal de Ética de la AFA.
Las vinculaciones entre el fútbol, la política, el sindicalismo, las barras bravas y los oscuros negocios financieros han estado y están a la vista de todos. La reciente aparición de personajes que manejan exorbitantes sumas de dinero mediante sociedades fantasma, a la vez que no dudan en ostentar sus fortunas, podría marcar una nueva etapa. Es de esperar que los jueces y fiscales tengan la necesaria voluntad para investigar a fondo los enjuagues denunciados y que, esta vez, nadie haga la vista gorda.



