La magnífica edición de Expoagro
La tradicional muestra del sector rural ofreció una bocanada de aire fresco frente al desolador panorama de la economía argentina
LA NACIONSalvo las fuertes lluvias del miércoles, últimas con valor antes de la cosecha próxima para reacomodar algo más los cultivos de la campaña gruesa castigados por tercer año consecutivo por sequías, Expoagro demostró ser un mundo aparte. Se entiende: ha vuelto a relucir en medio del panorama desolador de la economía nacional y de la desorientación permanente de sus gobernantes. Fue la muestra más importante en su historial.
El predio municipal de San Nicolás sobre la ruta 8 acogió a 600 expositores, entre stands de firmas de maquinaria agrícola, metalúrgicas, de automotrices y servicios de todo orden para el campo, y plots, en que los más importantes semilleros mostraron la calidad de sus materiales. La fiesta se asoció a las celebraciones de dos grandes instituciones: el Banco de la Provincia de Buenos Aires, gestado por inspiración de Bernardino Rivadavia durante la gobernación de Martín Rodríguez, hace doscientos años, e YPF, en el centenario de su fundación.
Las notas distintivas del acontecimiento realizado con el lema Edición YPF Agro fueron tres. La primera se caracterizó por la convergencia colectiva de empresas y gentes que habían dejado de verse en este mismo lugar, en marzo de 2020, cuando Expoagro debió cerrar sus puertas un día antes de lo anunciado. Comenzaba la epidemia de tantos estragos causados en la humanidad.
La segunda ha sido el concierto de avances notables en la agricultura de precisión en el transcurso de dos años. La maquinaria agrícola es más potente, tiende a consumir menos combustible y ofrece más soluciones específicas al requerimiento de los usuarios. En el Tecnódromo de Expoagro un censor suizo de ondas electromagnéticas, enganchado a una pick-up se deslizaba sobre el terreno transmitiendo información sobre el grado de compactación del suelo y estado de las diversas variables que importan en la producción agraria, como grado de acidez y porcentajes de fertilidad química.
La tercera nota en conferir identidad propia a la muestra fue la expansión del concepto de que el mundo inquiere de forma creciente cómo se producen los alimentos que consume. La indagación deriva en premiar de diversos modos a quienes producen según las mejores prácticas agronómicas y de cuidado ambiental, y todo se va tiñendo así de verde en las relaciones entre campo y ciudad.
Solo el grito airado de una mujer, pronunciado desde lejos contra la presencia del gobernador de Buenos Aires se oyó como expresión de intemperancia entre el gentío que recorrió la muestra. En la versión de 2020, grupos de productores autoconvocados produjeron en las afueras del predio incidentes de protestas dirigidas a la política agropecuaria del kirchnerismo.
No fue este el caso. Hubo, como siempre, una cálida acogida a las autoridades de las representaciones institucionalizadas del campo, de manera particular para la Mesa de Enlace, que incluye a la Sociedad Rural Argentina, Confederaciones Rurales Argentinas, Coninagro y Federación Agraria. En esta edición, se dispensó la bienvenida cordial que correspondía a la presencia de figuras del elenco gubernamental, que fue de mayor relieve que en oportunidades anteriores del ciclo kirchnerista.
Cada avance de la actividad privada ha debido remontar un camino minado por la imprevisión y la hostilidad frecuente de los núcleos más duros del kirchnerismo
El ministro de Agricultura y Ganadería de la Nación, Julián Domínguez, pronunció un discurso satisfactorio para los productores y fabricantes de maquinaria agrícola. No se esperaba algo distinto del funcionario de más alto nivel que se definió una vez más como puente hacia el campo y la producción en general desde el espacio público oficial. El año último las actividades agropecuarias aportaron al país por vía de exportaciones unos 32.800 millones de dólares, pero el Estado extrajo de sus productores, sin embargo, 9311 millones de dólares por retenciones, en una política discriminatoria casi sin parangón en el mundo.
Los otros dos funcionarios más destacados presentes en San Nicolás no desentonaron, en realidad, con aspectos esenciales de lo dicho por Domínguez. Los diferenció de este haber dado rienda suelta con algunas expresiones a la irrealidad de la burbuja en que suelen encerrarse. En la comida de apertura, el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, mencionó la política oficial contra la pandemia como uno de los fenómenos que posibilitaban la muestra.
El comentario general fue que olvidó las imperdonables irregularidades con las que se instrumentó esa política. En rueda de periodistas, el ministro del Interior, Eduardo de Pedro, sugirió que el Gobierno había cumplido un papel estelar en la sinergia lograda entre el campo, la industria y las empresas que aportan innovación tecnológica. Ha sido, como todos saben, al revés: cada avance de la actividad privada ha debido remontar un camino minado por la inconsciencia de la imprevisión económica y la hostilidad frecuente, por ideología o ignorancia, de los núcleos más duros del kirchnerismo, que responden a la vicepresidenta.
De todas maneras, esa presencia oficial fue saludada por encima de los errores políticos y de tantos agravios inferidos, por así decirlo, al campo hasta hace pocas horas. También estuvo, entre los funcionarios y gobernadores asistentes a la muestra, el ministro de Seguridad de Buenos Aires, Sergio Berni. Su aspecto invariablemente tenso no llamó la atención sobre que algo ingrato preparaba. Hasta que desencadenó una colisión gratuita con el intendente de San Nicolás, Manuel Passaglia, sobre el número de vehículos policiales de que disponía la municipalidad local y el estado en que esta los mantenía. Contestó Passaglia a su turno. Y lo que no pudo, ni podría haber refutado el ministro a pesar de otras fanfarronadas oficiales expuestas sobre la preocupación por la seguridad rural, es que la responsabilidad primaria en esta materia es del gobierno de la provincia.
Ha habido demasiados delitos en los últimos años no solo en las grandes urbes. En Erézcano, a unos pocos kilómetros de San Nicolás, días atrás, dos productores hermanos, de más de ochenta años, fueron torturados en su finca por delincuentes, que terminaron matando a uno de ellos.
En el caso de la participación en el encuentro de dirigentes y legisladores de la oposición debe anotarse algo llamativo. Fue el estruendoso aplauso que recibió de parte del gentío el expresidente Mauricio Macri a medida que recorría la muestra.
Los colores celeste y amarillo de la bandera de Ucrania fueron izados por primera vez en Expoagro por otras razones que las banderas que flameaban a su lado a raíz de los convenios que la feria lleva firmados con varios países: Sudáfrica, Italia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Nueva Zelanda, Alemania, Francia, Uruguay, Paraguay, Brasil, Chile y Bolivia.
Cualquier observador habrá inferido, al ver ondear la bandera ucraniana, que los gestos, por mínimos que fueren en su aliento al pueblo devastado por la autocracia rusa, enaltecen a las instituciones de la República. En su modestia, el profundo sentido solidario de ese gesto indica un camino posible, y reivindicativo, para los espíritus e instituciones inexplicablemente reacios a comprometerse con declaraciones abiertas sobre los momentos históricos que se están viviendo en Europa como no se conocían otros desde los tiempos de Hitler y que comprometen la paz mundial.
LA NACION