A la sombra de Lady Di, la historia de Camilla, la tercera en discordia más famosa del mundo
La amante del príncipe Carlos soportó el acoso público y el repudio de una sociedad que siempre la vio como la mala de la película; hoy está casada con el heredero del trono y puede convertirse en reina
Fue amante. Fue niña, fue joven, fue divertida. Fue esposa. Fue madre. Fue “la otra”. Fue descarada, traidora, maleducada, devota. Fue pasional. Fue infeliz. Fue trágica y triste y solitaria y perseverante. Lista. Manipuladora. Silenciosa. Fue atrevida. Fue la tercera en discordia más famosa de todos los tiempos.
Camilla Rosemary Shand , después Camilla Parker Bowles y ahora Camilla Windsor, duquesa de Cornualles, fue insolente desde el comienzo cuando, segura y bella, a los 23 años, se encontró por primera vez con el príncipe Carlos, hijo de la reina Isabel II y heredero al trono del Reino Unido, en un partido de polo, y le dijo sin trastabillar: “¿Sabía que se tatarabuelo el rey Eduardo VII fue amante de mi bisabuela Alice Keppel? ¿No le excita la historia?”.
Nació en Londres el 17 de julio de 1947 y fue educada en una familia tradicional por un héroe de guerra y la hija mayor del tercer barón de Ashcombe. Tuvo tres hermanos y muchas ganas de conocer el mundo. Estudió francés y literatura francesa en el instituto de la Universidad de Londres en París .
Tuvo una juventud acelerada. Quienes compartieron aquellos tiempos con ella aseguran que disfrutaba de ir a fiestas en cualquier día de la semana, que llegaba tarde al trabajo y con la noche encima, que era amante del gin-tonic y del cigarrillo, que prefería vestir jeans a trajes de diseño.
A los 26, Camilla dejó las fiestas y su soltería para jurar fidelidad y amor eterno ante la Iglesia a Andrew Parker Bowles, un brigadier devenido en empresario, ahijado de la Reina Madre, íntimo amigo de Carlos y exnovio de su hermana, la princesa Ana, aficionado a la caza de zorro y jugador de polo. Con él tuvo dos hijos y una familia para la foto en el portarretratos.
Por lo bajo, la historia era otra.
Camilla, la amante
Parker Bowles no cuidaba de su esposa. La engañaba sin pudor, con sus amigas, con las de ella, con descaro. Quizá fue esta frustración la que la devolvió a Carlos. Tras conocerse, ambos habían entablado una relación profunda, que se afianzaba con los días y con los encuentros secretos en el palacio. Sin embargo, Camilla tenía una certeza: él nunca la elegiría como su princesa. Por eso hacía tiempo había apostado todo al brigadier.
“Ella fue la primera en reconocer que no era lo suficientemente aristocrática como para convertirse en princesa de Gales. Además, había algo no menor: a principios de los años 70, era un requisito que la mujer encargada de dar a luz a la siguiente generación de la realeza sea virgen. Y ella no lo era”, contó a LA NACION el biógrafo de la monarquía británica Christopher Wilson.
Pero su matrimonio no fue lo que esperaba y así se convirtió en la amante. Por años, muchos años. Demasiados. Algunos dirán que los unió la desdicha. Carlos sufría por estar enamorado de una mujer que no cumplía con los requisitos de la Corona y aunque se resistía a aceptar el destino que le tenían preparado, finalmente optó por conquistar a la joven hija de un conde, llamada Diana Spencer , a quien cortejó sin esmero, y desposó sin amor.
Otros los acusarán de malvados. Ninguno de los dos se ocupó de esconder lo que les pasaba: se escribían cartas de amor, mantenían charlas sexuales por teléfono, encerrados en el baño, se enviaban regalos, se escapaban a una casa en el campo. Se hacían llamar Fred y Gladys. Hay quienes podrían decir que eran perversos. En 1974, a cuatro años del primer encuentro en el polo, Camilla tuvo un hijo y eligió a Carlos como su padrino. En 1981, cuando el príncipe se casó con Diana, Camilla fue una de las invitadas.
Y en 1992 la relación llegó a las tapas de todos los diarios. La vergüenza de la monarquía y el dolor de una princesa Diana no querida se hicieron mundialmente conocidos. Y empezó la locura: Camilla vivió el infierno. La puerta de su casa estaba abarrotada de fotógrafos que no descansaban, la perseguían, le gritaban para que saliera. En las calles, se sentía la mujer más odiada del país y en su hogar, una vencida, una prisionera.
En 1995, 22 años después de dar el sí, Camilla y Andrew Parker-Bowles se divorciaron. Carlos y Diana habían anunciado su ruptura en 1992 pero debían esperar cuatro años a que se hiciera efectiva. Estuvieron juntos poco más de una década. En agosto de 1996, según los medios de la época, Carlos comenzó a enviarle a Camilla todos los días 28 rosas. Dicen que era en alusión a la fecha en que ambos iban a estar libres: el 28 de ese mes.
Camilla, la esposa
Un año después, el 31 de agosto de 1997, la ya divorciada Diana falleció en un accidente automovilístico y desordenó los planes de una pareja que estaba dispuesta a dejarse ver. Camilla y Carlos debieron esperar. Si ya contaban con el desprecio de una gran parte del pueblo británico por su relación de amantes, la cosa podía empeorar en medio de la tristeza por el fallecimiento de la adorada Lady Di.
Su primera aparición pública como pareja fue recién en 1999. Seis años después, dieron por terminado el noviazgo más largo de la historia: el 9 de abril de 2005, los amantes se casaron con una ceremonia civil que no contó con la presencia de la reina, y con una bendición religiosa en la que debieron pedir perdón por los pecados del pasado, ante carteles que decían: “Diana para siempre. Rey Carlos y Reina Camilla, nunca”. Ella tenía 58 años y él, 57.
“¿Si los británicos la aceptan? Sí y no. Todos reconocen que desde que se convirtió en duquesa no dio un paso en falso. Trabajó duro en su imagen, en su vestuario y en su relación con la prensa. Si es menos popular de lo que podría ser, es culpa de Charles y sus asesores. Cuando la reina muera, habrá una tremenda división en el país: la nación está dividida 50/50 sobre si ella debe o no acceder al título”, asegura Wilson a LA NACIÓN.
Si Camilla se convertirá o no en reina es todavía una incógnita, aunque legalmente nada lo impide: cuando se anunció que el heredero volvía a casarse, el ministerio de Asuntos Constitucionales explicó a la prensa que cuando el matrimonio no es morganático (es decir, entre un miembro de la nobleza y un plebeyo), no hay motivos para que la esposa del rey no reciba todos sus títulos. Es por eso que al casarse con el príncipe de Gales, Camilla tendría que haber asumido el lugar de princesa de Gales, distinción que rechazó como homenaje a Lady Di. Se quedó únicamente con los títulos de duquesa de Cornualles y duquesa de Rothesay en Escocia. En el debate sobre si debería o no convertirse en reina, el rumor que ha dejado correr Clarence House indica que se hará llamar princesa consorte. Habrá que esperar al momento en que Carlos tome su lugar en el trono para saber cómo termina esta historia.
Edición fotográfica: Fernanda Corbani
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