Cómo se puede hacer frente a los demagogos y su retórica del miedo
Una réplica del presidente de Finlandia a Trump fue considerada un ejemplo de inteligencia política
PARÍS.- Los demagogos han sido un problema para la democracia durante 25 siglos. Al menos desde que el populista Cleón persuadió a sus conciudadanos atenienses de que asesinaran a cada hombre de la ciudad de Mitilene para castigarlos por una fallida revuelta.
Desde entonces, la historia no cesa de registrar ejemplos de brutalidad política que provocan un retroceso de la democracia. Hitler, Stalin, Joseph McCarthy, Mussolini, en el siglo XX. Donald Trump, Boris Johnson, Narendra Modi, Jair Bolsonaro, Rodrigo Duterte, Nicolás Maduro, Viktor Orban, en la actualidad. Todos son protagonistas del mismo fenómeno: mientras más vociferan, mientras más furiosos se muestran contra sus supuestos "enemigos", mientras más cargado de odio es su discurso, más populares son.
"¿Acaso nos hallamos frente a la muerte inminente de la democracia? ", se inquietaba recientemente el diario británico The Guardian.
¿Cuál es la razón de ese fenómeno? La neurociencia y la psicología adelantan una explicación. Sugieren que la sensación de amenaza y estrés de la gente en la vida pública podría estar sometida a un fenómeno de autoestímulo: mientras más amenazados nos sentimos, más violentos son nuestros reflejos involuntarios y reacciones inconscientes.
Cuando alguien se siente particularmente amenazado o enojado, el cerebro da una respuesta conocida como fight-or-fly (pelea o huye), que suele anular la capacidad de razonar. El conjunto de neuronas que se encuentran en la base del cerebro y controlan las emociones son capaces de neutralizar el córtex prefrontal y llevarnos a tomar decisiones irracionales. En el espacio público, el fenómeno es altamente contagioso. Eso explica, en parte, el éxito de las redes sociales. Y, sobre todo, de los demagogos, cuya actividad preferida es provocar miedo.
Ese proceso se ve exacerbado por la manera frenética en que, en ese estado, buscamos un sitio donde sentirnos seguros. Llevada por el instinto de supervivencia, la sensación de inseguridad es uno de los valores capaces de superponerse a cualquier otro, según Saul Levine, profesor emérito de la Universidad de California. Esto permite a aquellos individuos que impusieron la impresión de amenaza presentarse como los "salvadores", los únicos capaces de proteger contra el peligro que ellos mismos crearon.
Los demagogos -o sus asesores- conocen muy bien el mecanismo. En toda sociedad, particularmente en aquellas sometidas a crisis sociales o políticas, las víctimas de la frustración y el resentimiento son las presas ideales, aquellas en quienes una retórica del odio inflama con facilidad las pasiones y la indignación.
Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo hablar de situaciones complicadas como la inmigración, protección medioambiental, el Brexit o las elecciones sin desatar reacciones de amenaza? "Lo primero y fundamental es tratar a todo el mundo con respeto. Lo más insensato, si se trata de salvar la vida democrática, es llamar ?necio' a alguien que no piensa como nosotros", dice Levine. También se debe tratar al demagogo como a cualquier otro político, sugiere el neurocientífico Stephen Porges.
Eso es exactamente lo que hizo el miércoles pasado el presidente de Finlandia, Sauli Niinisto, después de verse sometido a una descabellada conferencia de prensa en la Casa Blanca junto a Donald Trump. Después de soportar en silencio y dignamente los derrapes verbales y los insultos del presidente de Estados Unidos contra la prensa y otros "enemigos", Niinisto comenzó su discurso diciendo: "Señor presidente, usted está al frente de una gran democracia. Presérvela".
Trump solo vio en la frase un signo de reconocimiento. El resto del mundo vio un magistral gesto de inteligencia política.
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