
De Nasser a Khomeini, otras despedidas masivas y fervorosas
La más concurrida fue el del ayatollah, en la que hubo diez millones de personas
1 minuto de lectura'
EL CAIRO (EFE).- El de Yasser Arafat no fue el único funeral multitudinario y caótico de Medio Oriente.
Siete jefes de Estado árabes o musulmanes los tuvieron en los últimos 34 años, dos de ellos -los presidentes egipcios Gamal Abdel Nasser y Anwar al-Sadat- en El Cairo, como Arafat.
Nasser, el líder político más influyente del mundo árabe en su época y presidente de Egipto entre 1956 y 1970, entró en la leyenda cuando se cerraba sobre su cadáver la losa sepulcral en la mezquita del puente de Kublen, ante cinco millones de personas.
Once años después, su sucesor, Al-Sadat, recibía sepultura a escasos trescientos metros de donde había sido asesinado por seis soldados egipcios, al lado del monumento del soldado desconocido. Al-Sadat no pudo cumplir su sueño de ser enterrado en el desierto del Sinaí, arrebatado por Israel durante la Guerra de los Seis Días.
El presidente argelino Huari Bumedian, fallecido en 1978 de forma dramática al contraer un raro tipo de cáncer en la sangre, conocido como mal de Waldestrom, recibió de su pueblo "una impresionante manifestación de duelo", según señalan los periódicos de la época.
Tal como sucedió con Arafat, las autoridades argelinas negaron durante semanas que Bumedian estuviera enfermo de gravedad.
Pero fue la muerte del ayatollah Ruhollah Khomeini, en 1989, la que dio paso al que probablemente fue el funeral más multitudinario de las últimas tres décadas. Unas diez millones de personas se reunieron a lo largo de 20 kilómetros en las calles de Teherán para despedir al líder iraní.
Su entierro se demoró cinco horas por el descontrol que provocó la enorme cantidad de gente. La desesperación de sus seguidores por acercarse al cuerpo del ayatollah provocó la caída del ataúd y su cadáver quedó al descubierto, mientras cientos de manos intentaban tocarlo. El féretro roto comenzó a circular por encima de las cabezas de los dolientes, imagen que recorrió el mundo.
Ocho personas murieron y más de cien resultaron heridas en medio del frenesí de la procesión.
Años después, en febrero de 1999, jefes de Estado, primeros ministros y delegaciones de más de 40 naciones, entre ellos el rey Juan Carlos de España y los entonces presidentes de Estados Unidos, Bill Clinton, y de Rusia, Boris Yeltsin, asistieron en Amman a las exequias del rey Hussein de Jordania, una de las manifestaciones de duelo más importantes de los últimos tiempos.
Miles de entristecidos jordanos salieron a las calles para despedir al monarca que los había gobernado durante 47 años.
Sólo unos meses después, en julio de 1999, un país afligido, en otro multitudinario funeral, daba su último adiós al rey Hassan II de Marruecos. Su entierro reunió a más de un millón de personas y dignatarios de 53 países y propició entrevistas paralelas, como la que mantuvieron el propio Arafat, Clinton y el entonces primer ministro israelí, Ehud Barak.
El último funeral de un alto dirigente musulmán fue el del presidente sirio Hafez al-Assad, que en junio de 2000 congregó a una gran multitud. Sus exequias comenzaron con una masiva procesión por Damasco y terminaron en un emotivo adiós en Qardaha, su pueblo natal.





