En 2020, Joe Biden recibió el 60% de los votos del lugar, pero ahora su apoyo se redujo a menos del 20%
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Desde que Israel intensificó su ofensiva militar en el sur de Líbano, Naddine Ahmad, de 31 años, cada mañana les envía un mensaje a sus familiares en Beirut para saber si están con vida.
Naddine, una analista de datos de Dearborn, una ciudad de 110.000 habitantes ubicada en el área metropolitana de Detroit, está molesta porque dice que “no es aceptable” el rol de Estados Unidos en Medio Oriente.
“Es muy duro. Nuestro hogar está siendo destrozado con el dinero de nuestros impuestos”, le dice a BBC Mundo, envuelta en una kufiya roja y blanca, en medio de una protesta que reclama que Israel detenga los bombardeos.
Para los árabes estadounidenses, la guerra de Medio Oriente se siente cerca.
A un año del ataque de Hamás a Israel y de la respuesta posterior contra Gaza y Líbano, en las vistosas casas del sur de Michigan ondean las banderas libanesas y en las cafeterías se ven carteles que anuncian el “esfuerzo consciente” para retirar los “productos sionistas” de la venta como una forma de protesta.
La ciudad de Dearborn, en el histórico corredor industrial del país, concentra la mayor población de árabes estadounidenses, con el 54%, lo que la convierte en la primera ciudad de mayoría árabe del país, según datos del último censo.
Michigan, con la comunidad libanesa más grande del país y la mayor concentración de votantes de origen árabe de Estados Unidos, es uno de los siete estados clave en las elecciones del 5 de noviembre.
De acuerdo al promedio de las encuestas, la vicepresidenta Kamala Harris supera a Donald Trump por solo medio punto en Michigan. Con 15 de los 538 electores del colegio electoral, este estado es el segundo en disputa más importante después de Pensilvania.
Y la diversa comunidad árabe de Michigan, de mayoría musulmana, proveniente de países como Egipto, Siria, Irak, Yemen y Líbano, les pide a Joe Biden que detenga la cooperación militar con Israel.
En el último año, Estados Unidos invirtió un récord de US$17.900 millones en ayuda militar a Israel, según el informe de la Universidad de Brown.
“El apoyo firme a la seguridad de Israel ha sido una piedra angular de la política exterior estadounidense durante todas las administraciones desde la presidencia de Harry Truman”, define la Oficina de Asuntos Político-Militares de EE.UU.
Naddine, nacida en Detroit, segunda generación de libaneses en EE.UU., asegura que lo que pasa en Medio Oriente “no es una cuestión religiosa sino humanitaria”, por eso dice no sentirse representada ni por los demócratas ni por los republicanos.
“Biden ganó en Michigan gracias a la comunidad árabe, pero ya dejó en claro que está con Israel. Por eso, no podemos apoyar a Harris”, dice Naddine, que se arrepiente de haber votado por Biden hace cuatro años, pero que nunca pensó en hacerlo por Trump.
La ajustada diferencia de votos por la que Trump ganó en Michigan en 2016 y Biden en 2020 hace que la participación de la comunidad árabe de Dearborn, más cercana a los demócratas, pueda resultar decisiva.
Dearborn, el lugar elegido
En la avenida Ford, Ahmed Kadouch, de 24 años, y Yasmina Daher, de 26, venden ramos de rosas para recaudar fondos para asistir a las personas desplazadas por la guerra en Medio Oriente.
“Nací en Estados Unidos, pero mis abuelos son de Dahieh, en las afueras de Beirut. Tenemos una casa ahí que visito cada invierno. Mi abuela conserva su planta de gardenias. Espero que siga en pie”, dice Yasmina sobre una de las zonas más afectadas por los últimos bombardeos.
En Dearborn, todo lleva el nombre de Henry Ford.
Las escuelas, bibliotecas, hospitales y parques han sido bautizados con el nombre del precursor de la industria automotriz en Estados Unidos, quien en 1917 instaló en las afueras de Detroit su fábrica de automóviles, Ford Motor Company.
Mientras Yasmina arma un ramo de rosas blancas, que con las hojas verdes y las cintas rojas forman la bandera de Líbano, el paso del tren de carga, que lleva el lema “Building America”, desprende el aire metálico de lo que quedan de las plantas de acero y automóviles en la ciudad.
La mayoría de los libaneses llegaron hace más de un siglo, atraídos por las posibilidades de trabajo del desarrollo de una industria en crecimiento.
Fue Ford, con sus altos salarios y sus políticas de contratación que excluía a los afroamericanos, quien a principios de 1900 atrajo a la migración árabe para cubrir la alta demanda de mano de obra que exigía la producción de automóviles.
En lo que no era más que una zona rural, Ford construyó la planta Ford Rouge, un icónico complejo industrial que llegó a tener 90.000 empleados y que ahora no supera los 7.500, en una muestra del declive de la industria en la región, que ahora recibe el nombre de Cinturón del Óxido.
Poco a poco, la diversa comunidad árabe se instaló en las pequeñas casas construidas por Ford, a la sombra de la planta de Rouge, que lo convirtió en el corazón industrial del país.
Walid Harb, miembro del Centro Islámico de Estados Unidos (Islamic Center of America, en inglés), la mezquita más grande de América del Norte, explica cómo los árabes llegaron a la zona.
“La mayoría llegó hace 100 años buscando una mejor calidad de vida, más oportunidades de negocios y mejor educación”, dice Harb, sentado en un sillón azul en el interior de la mezquita.
Esa potente ola migratoria proveniente de Medio Oriente creció tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los palestinos empezaron a salir después de la creación del Estado de Israel en 1948 y los libaneses escaparon de la guerra civil de la década de 1970.
Pero el impulso migratorio no quedó ahí.
En 2021, el número de personas que hablan árabe en Estados Unidos, tanto los inmigrantes como los nacidos en el país, aumentó de 215.000 en 1980 a 1,4 millones, según el análisis Pew Research en base a los datos del censo.
Ni Trump ni Harris
En las elecciones pasadas, la comunidad árabe en Estados Unidos resultó una pieza central en la victoria del Partido Demócrata en los llamados “estados péndulo”, como Michigan.
En 2020, Biden ganó casi el 60% del voto árabe a nivel nacional. En el condado de Wayne, donde se ubica Dearborn, Biden se impuso con el 68,5% de los votos totales.
Pero ese mayoritario apoyo del voto árabe parece estar cambiando.
“En 2020 voté por Biden, pero no votaré por Kamala Harris”, le dice a BBC Mundo Ahmed, quien siente que el Partido Demócrata ha dejado de representar sus intereses.
En mayo pasado, el apoyo a Biden entre los árabes estadounidenses era de menos del 20%, según las encuestas realizadas por el Arab American Institute.
Harris, como Biden, defiende la alianza de Estados Unidos con Israel, aunque reclama un cese al fuego en Gaza y la solución de los dos Estados, lo que está generando tensiones con el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu.
Trump, como es la tradición del Partido Republicano, sigue una línea más dura de apoyo irrestricto a Israel.
“Muchos no irán a votar ni por demócratas ni republicanos. Algunos no participarán, otros buscarán alternativas que puedan llevar su voz”, dice Harb, quien aclara que sus comentarios son a título personal, en base a las conversaciones que mantiene con sus amigos, y no de la institución a la que representa.
Una muestra del descontento lo dio el movimiento de “no comprometidos” con su llamado a votar en contra de Joe Biden en las primarias demócratas en el estado a comienzos de año. Biden, sin oposición, ganó, pero un 13% emitió su voto de protesta.
Ese resultado en Michigan fue un llamado de atención para los demócratas, que han enfrentado críticas internas de una parte de su electorado en todo el país, sobre todo entre los votantes más jóvenes.
El alcalde de Dearborn, el demócrata Abdullah Hammoud, de origen árabe y musulmán, ha sido muy crítico con el gobierno de Biden, al igual que la congresista por Michigan Rashida Tlaib, de origen palestino y una de las referentes de la izquierda del Partido Demócrata.
“No pasaremos por alto a ningún presidente que apoye a un gobierno que bombardea escuelas y destroza a los niños. Este es nuestro mensaje. Estos son los valores que llevaremos a noviembre”, dijo Hammoud en la última protesta en solidaridad con Líbano.
Si bien los más de 3,5 millones de árabes que viven en EE.UU. no representan más que el 1,2% de la población, esta comunidad adopta otra dimensión en Michigan. En el área metropolitana de Detroit viven alrededor de 190.000 personas que hablan árabe, lo que representa el 13% de las personas de origen árabe del país.
Por eso, lo que decida este sector del electorado importa en un estado donde Harris supera por poco a Trump, según las encuestas. Y en una elección peleada ganar o perder los 15 votos electorales del estado de Michigan podría resultar decisivo.
Aseal Nasser, una estudiante de la Universidad Estatal de Wayne, de 21 años, cree que no irá a votar y si lo hace, su voto no irá ni a Trump ni a Harris, porque la vicepresidenta “no ha hecho nada para cambiar la situación”.
Para Aseal, la candidata a presidenta Jill Stein, del Partido Verde, que ha mostrado de manera abierta su respaldo al reclamo palestino, puede convertirse en una opción. Según el Arab American Institute, 12% de los árabes respaldan a los candidatos de terceros partidos.
Mientras tanto, en las calles de Dearborn, la gente repite que siente “tristeza” por lo que pasa en Medio Oriente, donde conservan recuerdos, familiares y amigos.
“La guerra en contra de nuestros países está siendo pagada por nuestros impuestos. Estamos pagando para que Estados Unidos bombardee a nuestra gente, nos sentimos responsables por eso”, dice Noor.
Para Walid Harb es un momento en el que la comunidad árabe en Estados Unidos intenta ayudar “como puede”, sea por medio de las donaciones o con su voto, porque se sienten “sin poder”.
“Buscamos una paz basada en la justicia. Justicia para los palestinos, para los israelíes, para los libaneses, porque si no hay justicia volverá la guerra”, dice Harb desde la mezquita.
El impulso por encontrar una vida mejor, que llevó a muchas personas nacidas en Medio Oriente a vivir en Michigan, choca ahora con sus críticas a la política exterior de Estados Unidos, en especial hacia al Partido Demócrata, del que esperan una respuesta.
“Es muy duro ser árabe estadounidense en este momento”, dice Lubna Faraj, de 30 años, con su hijo pequeño de la mano, mientras espera para comprar un ramo de rosas blancas.
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