Del código de lealtad a la traición por unos dólares
NUEVA YORK.- La palabra "mafia" tiene su origen en el árabe antiguo y significa "refugio". En el siglo IX, cuando su isla fue ocupada por árabes, los sicilianos formaron una sociedad secreta para unirse y luchar contra los invasores.
La intención de estos primeros "mafiosos" era mantener el espíritu de la familia y la herencia cultural siciliana. En el siglo XIII, esta sociedad secreta ya tenía un símbolo, una mano negra, que era colocada a la vista en las casas y negocios que estaban protegidos por la Cosa Nostra.
El primer mafioso en llegar a Estados Unidos fue Vito Cascio Ferro, más conocido como Don Vito. Perseguido por las autoridades, en 1901 escapó de Italia y se instaló en Nueva York. Su organización delictiva, la Mano Negra, comenzó a crecer hasta que en 1924, cuando muchos mafiosos sicilianos dejaron Italia presionados por Mussolini, Don Vito se convirtió en il capo di tutti capi . Hoy se lo considera el padre de la mafia norteamericana.
En Estados Unidos las cosas cambiaron. La mafia italiana fue fundada con un gran sentido de respeto por la familia, la cultura y la herencia siciliana. Creían en el honor, la justicia y la vendetta y se guiaban por la omertá, el código de lealtad y silencio.
Sus descendientes americanos, en cambio, desde un principio formaron asociaciones criminales con un único sentido: ganar dinero. Fue siempre una organización mucho más fría, compuesta por ladrones y matones que recurrían al contrabando de alcohol, la extorsión, la prostitución y los asesinatos con tal de lograr su objetivo. Tuvieron su auge desde los años de la "prohibición" hasta los 60, cuando diversificaron sus negocios.
Nombres como los de Al Capone, Charles "Lucky" Luciano y Myer Lansky son recuerdos de un pasado de gloria. Hoy están en franca decadencia, viven en los suburbios de Nueva Jersey y se pasean por los malls con sus cadenas de oro y sus camisas baratas. Los viejos valores como la omertá ya no existen y cada vez son más los gángsters que traicionan a sus jefes por un puñado de dólares.
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