
El código de los arrozales
Andres BraunEl País
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MADRID.- Gambarimasu es uno de los verbos más utilizados por los japoneses. Uno puede decírselo a sí mismo o emplearlo para alentar a los demás.
Podría traducirse por perseverar o por dar lo mejor de uno, aunque su verdadero y complejo significado trasciende esas acepciones y condensa parte del espíritu colectivo de la sociedad japonesa, que estos días asombra al mundo por su integridad ante una de las mayores tragedias de su historia.
Es un término que conecta, por ejemplo, con los valores de rectitud, sacrificio o entrega del bushido , el código samurái que se ha ido transmitiendo y que fue un pilar fundamental para cimentar el milagro económico japonés tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial.
Las tres décadas de crisis no lograron que los japoneses dejen de emplear este vocablo a diario, y las informaciones que llegan estos días desde las zonas más afectadas por el terremoto y el tsunami reflejan ese espíritu.
Hablan de gente que aguarda en largas colas para llenar un bidón con agua y que luego vuelve a colocarse al final de la fila para llenar un segundo, o de los ciudadanos que, pese al miedo y la angustia, no quieren abandonar la tierra en la que nacieron, vivieron y en la que morirán si hace falta.
"El espíritu militarista aún está presente en muchos estratos de la sociedad, aunque por encima de eso los japoneses son gente tremendamente amable y con un enorme corazón", comentaba Hisako Watanabe, psiquiatra del Departamento de Pediatría del Hospital Universitario de Keio, en Tokio, apenas dos semanas antes del terremoto del viernes pasado.
El desarrollo durante siglos de la armonía (el llamado wa ) como elemento de cohesión -fundamental para cultivar el arroz que alimentó durante siglos a un país con pocas extensiones de suelo cultivable-, la fuerte influencia del confucionismo -que contempla al individuo como un elemento social obligado a cumplir una función para la colectividad- o la consistencia grupal y las relaciones de codependencia del Japón moderno, que explica la antropóloga Chie Nakane, pueden servir para comprender parcialmente este espíritu.
Los ronin
Lo mismo que la historia de los 47 ronin, suceso del siglo XVIII convertido en uno de los grandes mitos nacionales que versa sobre una cuadrilla samurái que esperó pacientemente para ajusticiar al responsable de la muerte de su señor y se entregó por voluntad propia a las autoridades de entonces antes de cometer seppuku , el ritual de suicidio.
Un relato de lealtad y sacrificio que trae a la mente a los 50 ingenieros que en las últimas horas lucharon por enfriar los reactores de Fukushima 1.
En cambio, pocos pueden decir lo mismo de los líderes japoneses; el gobierno de Kan sigue planteando dudas y Shintaro Ishihara, polémico escritor y gobernador de Tokio, se lució el lunes tachando el tsunami de "castigo divino".
Como ya sucedió en el terremoto de 1995 en Kobe, el pueblo japonés se está mostrando muy por encima de sus dirigentes y en estos momentos parece decirse a sí mismo ¡Ganbaru Nihon! (¡Animo Japón, da lo mejor de ti!).
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