El Papa anunció un nuevo consistorio de cardenales para el 27 de agosto: no hay ningún argentino en la lista
Francisco nombrará a 21 nuevos purpurados, entre los cuales, 16 menores de 80 años y con derecho a participar en el cónclave que elegirá a su sucesor; también convocó a una reunión para reflexionar sobre su reforma de la curia
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ROMA.- No hay ningún argentino en la nueva tanda de cardenales que el papa Francisco reveló hoy al final de la oración mariana del Regina Coeli, cuando anunció que el 27 de agosto próximo celebrará el octavo consistorio de su pontificado. En esta ceremonia solemne, creará –este es el término-, 21 nuevos cardenales, entre los cuales 16 “electores”, es decir, menores de 80 años y con derecho a participar del cónclave para elegir a su sucesor y 5 mayores de esa edad límite, que quiso premiar por su trayectoria y que sólo podrán asistir de las reuniones que preceden la elección de un Pontífice.
Esta designación volverá a revolucionar la geografía del próximo cónclave, donde, en verdad, ya desde el penúltimo consistorio, en octubre de 2019, se había alcanzado una mayoría de purpurados electos por Francisco, un número que ha crecido aún más. A partir del 27 de agosto, de los 132 cardenales habilitados a votar, 83 habrán sido creados por Jorge Bergoglio.
Aunque había habido especulaciones con un birrete púrpura para el actual arzobispo de La Plata, Víctor Manuel Fernández, desmentidas en su momento por el proprio “Tucho”, uno de los obispos más cercanos a Bergoglio, finalmente se confirmó que, por el momento, ningún compatriota su sumará al Colegio Cardenalicio. Actualmente hay cuatro argentinos en este selecto grupo de prelados: dos “electores”, el arzobispo Leonardo Sandri, prefecto para las Iglesia Orientales y el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli; y el arzobispo emérito de Paraná, Estanislao Karlic y Luis Héctor Villalba, arzobispo emérito de Tucumán, sin derecho a voto.
En la nueva camada, figuran cuatro nuevos cardenales latinoamericanos, entre los cuales tres con derecho a voto y uno mayor de 80 años. Dos brasileños, el arzobispo de Manaus, Leonardo Ulrich Steiner, que es franciscano y el arzobispo de Brasilia, Paulo Cezar Costa; un paraguayo, el arzobispo de Asunción, Adalberto Martínez Flores; y un colombiano, el arzobispo emérito de Cartagena, Jorge Enrique Jiménez Carvajal, mayor de 80, a quien quiso premiar por su labor y testimonio.
En una designación que causó mucho ruido en Estados Unidos, donde la Iglesia católica está muy polarizada, Francisco nombró cardenal al arzobispo de San Diego, Robert McElroy, un prelado muy progresista considerado de entre los más intelectuales –estudió en Harvard, Stanford y en la Universidad Gregoriana- y gran sostenedor del papa argentino. Algunos lo consideran una figura análoga a la que tuvo el reconocido cardenal italiano Carlo Maria Martini, ícono del ala más aperturista de la Iglesia católica. El ala conservadora estadounidense esperaba que el birrete fuera para el arzobispo de Los Angeles, la diócesis más grande del país, José Gómez, presidente de la Conferencia Episcopal, del Opus Dei. Pero Francisco prefirió otra cosa.
Como ocurrió en los pasados consistorios, Francisco nombró a muy pocos italianos, en el último cónclave, en 2013, el grupo nacional mayoritario. Designó a dos electores, Oscar Cantoni, obispo de Como, pequeña localidad sobre el lago homónimo, en el norte; y a Giorgio Marengo, prefecto apostólico de Ulaanbaattar, Mongolia, sacerdote misionero que cumplirá 48 años el 7 de junio y que se convertirá en el purpurado más joven del Colegio Cardenalicio. El nombre de Cantoni salió a la luz en el maxi-proceso que se está llevando a cabo en el Vaticano contra el cardenal Angelo Becciu (que mantuvo el título pero que ya no podrá participar en el cónclave), quien habría intentado presionarlo para que su ex secretario y testigo clave, monseñor Alberto Perlasca, se retractara. Francisco honró asimismo a otros tres italianos mayores de ochenta: el arzobispo emérito de Cagliari, Arrigo Miglio, el profesor de Teología, Gianfranco Ghirlanda, jesuita como él; y monseñor Fortunato Frezza, canónigo de San Pedro.
Tal como se esperaba, nombró en la curia romana al arzobispo español Fernando Vérgez Alzaga, muy cercano a él y en cierta forma medio argentino, ya que fue secretario privado del cardenal argentino Eduardo Pironio y hoy es presidente tanto de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y del Governatorato. Al nuevo prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el arzobispo británico Arthur Roche; y al titular de la Congregación para el Clero, el arzobispo coreano Lázarus You Heung-sik.
En la lista también incluyó a un francés, el arzobispo de Marsella, Jean-Marc Aveline y a un belga mayor de ochenta años, el salesiano Lucas Van Looy.
Como ya es una de las marcas registradas del Papa argentino, que cambió dramáticamente a un colegio cardenalicio antes más bien eurocéntrico, sumó asimismo a varios “pastores con olor a oveja” de países de la periferia del mundo y de otros continentes. Nombró a dos africanos, el arzobispo de Ekwulobia, Nigeria, Peter Okpaleke y al arzobispo de Wa, Ghana, Richard Kuuia Baawobr; a dos prelados de la India, el arzobispo de Goa y Damão, Filipe Neri António Sebastião de Rosário Ferrão y Anthony Poola, arzobispo de Hyderabad; a Virgilio Do Carmo Da Silva, arzobispo de Dili, Timor Oriental; y a William Goh Seng Chye, arzobispo de Singapur.
Todos ellos recibirán el anillo cardenalicio y el birrete púrpura, el color de la sangre que están dispuestos a derramar por el Pontífice, el sábado 27 de agosto y, tal como anunció el Papa, el lunes y martes siguientes, 29 y 30, junto a los demás miembros del Colegio Cardenalicio, participarán de una reunión para reflexionar sobre la nueva Constitución Apostólica “Praedicate Evangelium”, que cambió radicalmente la curia romana.
“Recemos por los nuevos cardenales para que, confirmando su adhesión a Cristo, me ayuden en mi ministerio de obispo de Roma por el bien de todo el santo pueblo fiel de Dios”, pidió Francisco, que, como siempre desde el balcón de su despacho del Palacio Apostólico, saludó a la multitud presente en la Plaza San Pedro con su clásico “feliz domingo, por favor, no se olviden de rezar por mí, buen almuerzo y ‘arrivederci’”.
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