
El Papa rezó una plegaria por las víctimas del genocidio armenio
En su visita a ese país, se evidenció la necesidad de unidad entre todos los cristianos Juan Pablo II homenajeó a los caídos junto al Patriarca de la Iglesia armenia, durante la celebración por los 1700 años del cristianismo Mostró un mejor estado de salud que el día anterior
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YEREVAN, Armenia.- Es mediodía, el sol pega fuerte, a lo lejos puede verse el imponente monte Ararat -que queda en Turquía y donde se cree que recaló el Arca de Noé-, y Juan Pablo II, incansable peregrino de la paz, acaba de visitar el memorial de Tzitzernagaberd de esta capital. En este lugar impregnado de dolor, el Santo Padre, que lucía mejor aspecto, rezó ayer una sentida plegaria en homenaje al millón y medio de víctimas del "Metz Yeghern", en armenio "la gran tragedia", el tremendo genocidio que sufrió esta nación.
"Profundamente turbados por la terrible violencia infligida al pueblo armenio, nos preguntamos preocupados cómo el mundo puede todavía conocer aberraciones tan deshumanas", dijo el Santo Padre. "Pero renovando nuestra esperanza en tu promesa, Señor, imploramos reposo para los difuntos en la paz eterna, y la cura, mediante la potencia de tu amor, de heridas aún abiertas", agregó. El Pontífice estaba de pie junto a Karekin II, Patriarca de la Iglesia armenia, frente a la llama eterna del impactante monumento.
Jorge Serafian, un "sobreviviente", como se define, también estaba allí, junto a su esposa Diana. Ambos viajaron desde Buenos Aires con otros 80 argentino-armenios, para asistir a las celebraciones por los 1700 años del cristianismo.
"Es inenarrable lo que siento. Para mí es un día histórico", dice Jorge Sarafian, del barrio de Belgrano, con los ojos húmedos. "De nuestra familia se salvaron cinco personas. Con la presencia del Papa se abre un hito muy importante entre la Iglesia católica y la Iglesia armenia, y la visita del Papa reafirma que hubo un genocidio", dice LA NACION.
El genocidio
A diferencia del holocausto judío, reconocido y condenado por los alemanes, el genocidio armenio no fue reconocido ni condenado por el gobierno turco. Sí lo hicieron recientemente instituciones nacionales e internacionales, provocando airadas reacciones de Turquía. Aunque ayer, diplomáticamente, el Papa no utilizó la palabra "genocidio", sino metz yeghern ("la gran tragedia"), el Vaticano utilizó esta expresión en una declaración conjunta firmada en 1999.
El genocidio tuvo su origen cuando, con la decadencia del Imperio Otomano a fines del siglo XIX, se desarrolló en Turquía un movimiento nacionalista llamado de los Jóvenes Turcos, que conquistó el poder en 1909, y lo mantuvo durante 10 años. Este grupo pretendía crear un gran imperio panturco, desde el Mar Egeo hasta los límites con China. Los armenios, que formaban una especie de cuña entre los turcos de Anatolia y los del Cáucaso, eran un obstáculo.
La ocasión de deshacerse de ellos se presentó en 1915, cuando las potencias europeas estaban metidas de lleno en la Primera Guerra Mundial. Todos los armenios fueron llamados a las armas y, separados unos de otros, fueron masacrados. Luego arrestaron y asesinaron a todos los intelectuales, los sacerdotes y los dirigentes políticos. Las víctimas fueron un millón y medio, casi todos armenios de Turquía.
Ayer, frente al monumento que los recuerda -un complejo arquitectónico moderno-, entre la gente, no demasiada, había muchos compatriotas. Entre ellos, el secretario de Culto, Norberto Padilla, que fue enviado por el gobierno argentino para el Jubileo por los 1700 años del cristianismo.
"A mis ocho bisabuelos los liquidaron los turcos", contó Rubén Mozian, otro argentino de origen armenio presente. Para este funcionario de la embajada de Armenia, en nuestro país el momento más emotivo fue cuando el famoso cantante francés Charles Aznavour -en realidad Aznavurian-, cantó el Ave María de Gounod.
Lo mismo hicieron muchos armenios de la diáspora, franceses, canadienses, norteamericanos e iraquíes que se encontraban allí. Se calcula que más de 4 millones de armenios viven en el exterior -en la Argentina hay unos 120.000-. En este país, en cambio, la población se redujo a 2 millones y medio, ya que en la última década se han ido cerca de un millón de personas en busca de trabajo.
Aunque Armenia era considerada una de las repúblicas soviéticas más industrializadas, ahora sólo hay fábricas abandonadas y más del 50% vive debajo del umbral de la pobreza.
Por eso Armenia vive gracias a la ayuda de los armenios de la diáspora. El más querido es Aznavour y, entre los argentinos, se destaca Eduardo Eurnekian, que también vino por el Jubileo y, según contaron a LA NACION, firmó un preacuerdo para hacerse cargo del viejo y caído aeropuerto internacional de Yereván, una inversión de 50 millones de dólares.
Junto a las donaciones que hizo este empresario, Aznavour y otros, en Yereván se construyó la novísima catedral apostólica de San Gregorio Iluminador. Ayer por la tarde el Papa y su anfitrión, el Patriarca de la Iglesia Apostólica Armenia, Karekin II, protagonizaron allí una ceremonia ecuménica muy trascendente. Entre los aplausos de la multitud, ambos confirmaron la urgencia de la unidad de todos los cristianos, una meta que con este viaje se acerca.
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