Guerra en Ucrania: el escenario en el terreno se vuelve más favorable para Putin, pero a un precio elevado
Las fuerzas del Kremlin han conseguido avances en la región del Donbass, aunque los especialistas advierten por el alto costo de los combates para el Ejército ruso
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PARÍS.- Desde hace dos meses y medio, Rusia consigue ganar terreno en la región del Donbass, al este de Ucrania, llevando a muchos expertos a afirmar que Moscú podría finalmente imponer su voluntad a Kiev y salir vencedor de su sangrienta guerra. Sin embargo, a pesar de sus éxitos tácticos, sus gigantescas pérdidas están conduciendo a la que fuera considerada como la segunda potencia militar del planeta a un debilitamiento durable.
“Estratégicamente, Rusia ya perdió la guerra. Hoy es una potencia seriamente debilitada que está padeciendo enormes pérdidas, quedándose sin tropas y misiles avanzados, y que nunca será capaz de apoderarse de Ucrania”, sentenció anteanoche el almirante británico Sir Tony Radakin. El oficial con más alto rango del Reino Unido precisó que Vladimir Putin “ya perdió 25% de su poderío militar terrestre a cambio de minúsculos logros”.
Menos de 24 horas después, las imágenes del hundimiento del buque de auxilio ruso Vasily Bekh (SB-739) en el Mar Negro, así como el derribamiento de un helicóptero MI-24/35M en Donetsk, ambos destruidos por misiles ucranianos, daban la vuelta al mundo, abonando la teoría de aquellos que reconocen un avance táctico ruso en las últimas semanas, pero, ¡a qué precio!
Ningún participante de la media maratón organizada el 21 de mayo en la ciudad siberiana de Novossibirsk pudo ignorar el imponente camión estacionado cerca de la línea de llegada: “Punto de selección móvil para servicio contractual”, decía una pancarta pegada en su flanco. En los cuatro puntos cardinales del país, las autoridades militares rusas multiplican las iniciativas de reclutamiento. Y para convencer a los retirados de vestir nuevamente el uniforme, no dudan en proponer contratos cortos de tres meses y salarios hasta cuatro veces superiores a los ingresos locales. El jefe del Kremlin tiene una necesidad imperiosa de sangre nueva para continuar su guerra en Ucrania.
Golpeado por más de tres meses de combates, su Ejército muestra claros signos de agotamiento. Al fracasado sprint hacia Kiev de los primeros días, sucedió una guerra de usura, de trincheras, costosa en material y en hombres.
Para conservar la ventaja que parece haber obtenido en los últimos días en el Donbass, Moscú apuesta por su arma de predilección: la artillería.
“Un diluvio de fuego precede la ocupación por parte de los tanques y la infantería. Se trata de un avance centímetro a centímetro como conocimos en la Primera Guerra Mundial”, señala el historiador militar Jean López.
Esa estrategia extenúa al Ejército ucraniano, que no tiene las mismas capacidades de artillería, y habría además agotado casi todas sus municiones. La situación es “muy difícil”, reconoció el presidente Volodimir Zelensky. La caída de Severodonetsk y de Lyssytchansk, donde se centran actualmente los mayores combates, marcaría la toma de control de casi todo el oblast (región) de Lugansk, en el este del país.
“Los rusos traen cada vez más armas y tratan de atacar desde varias direcciones”, declaró el jueves Oleksandr Striouk, alcalde de Severodonetsk.
Tal como sucedió en la ciudad mártir de Mariupol, las fuerzas ucranianas están atrincheradas en la gran fábrica química Azot, emblemática de esa ciudad, que contaba antes de la guerra con unos 100.000 habitantes. Más de 500 civiles estarían refugiados ahí, según Striouk.
Costo humano
Pero Moscú paga esos avances a un alto precio. A fines de mayo, el Ministerio de Defensa británico estimaba que casi 20.000 soldados rusos habían muerto en dos meses de combates, la misma cantidad que en diez años de guerra en Afganistán (1979-1989).
“Contando los heridos, desaparecidos y prisioneros, eso representa pérdidas totales de cerca de 60.000 hombres”, precisa Philippe Gros, experto en la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS). “Y las fuerzas rusas y sus aliados -mercenarios y separatistas- no superan probablemente los 150.000 hombres”, agrega.
Demasiado poco, según los especialistas, para conquistar el Donbass. La única solución de Putin: declarar la movilización general. Pero hasta ahora se niega, pues echaría por tierra su argumento de que se trata de una simple “operación militar especial”.
Resultado: “Por falta de un número suficiente de infantes para atacar las posiciones ucranianas tras el diluvio de artillería, el Ejército ruso tiene cada vez más dificultades para ejecutar su estrategia de conquistar pueblo por pueblo”, precisa Gros. Sobre todo cuando las fuerzas ucranianas pueden contar con el apoyo masivo de los occidentales.
“Esa ayuda es determinante. Es el flujo de equipamiento pesado que les permite restablecer el equilibrio en potencia de fuego con los rusos”, añade Gros.
Ayuda de Occidente
Kiev recibió, entre otras cosas, seis cañones franceses Caesar y más de un centenar de lanza-obuses estadounidenses M777. Washington y Londres también prometieron vehículos lanza-cohetes de 80 kilómetros de alcance, ligeramente superior al de los sistemas rusos de la misma categoría. Consecuencia: “Si bien el Ejército ruso tiene en este momento la iniciativa en el Donbass, una vez que su potencial ofensivo se agote, todo permite pensar que esa iniciativa pasará del lado de Ucrania”, analiza Vincent Tourret, especialista en cuestiones militares del FRS.
A juicio de Tourret, una guerra de larga duración no beneficiará a Rusia.
“En los años 2000, Moscú había apostado por la profesionalización: menos soldados, pero un nivel de competencia y de capacidad técnica más elevada. Pero es precisamente ese personal, difícil de remplazar, que está perdiendo el Kremlin”, precisa Tourret.
En el plano material, el Pentágono indicó en mayo que Rusia ya había disparado 2125 misiles, es decir dos tercios de sus reservas; había perdido un millar de tanques, 350 piezas de artillería, más de 50 helicópteros y unos 30 caza-bombarderos. Peor aun, las sanciones internacionales complican la renovación de esos stocks. Los dos principales fabricantes de tanques rusos -Uralvagonzavod Corporation y Chelyabinsk Tractor Plant- tuvieron que interrumpir sus actividades en marzo, por falta de componentes occidentales.
Esa penuria conduce a Moscú a buscar soluciones poco ortodoxas. Para reparar sus equipamientos militares, Moscú utilizaría por ejemplo semiconductores de lavaplatos y heladeras.
“Durante la década de 2020-2030 Rusia tenía la pretensión de dotar a sus fuerzas armadas de una gama de armamentos capaces de hacer una guerra de alta tecnología. Pero todos esos proyectos están ahora fuera de su alcance”, asegura Vincent Tourret. “Cualquiera sea el resultado del conflicto, el sector militar ruso necesitará décadas para recuperar sus capacidades militares de antes de la guerra”, concluye.
Y no serán las mentiras a repetición del autócrata ruso y sus ministros que cambiarán las cosas. En un combativo discurso pronunciado este viernes en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, Putin afirmó por enésima vez que la economía rusa ha resistido a todas las sanciones occidentales impuestas tras su intervención en Ucrania. En su habitual letanía contra Estados Unidos y sus aliados, el jefe del Kremlin sentenció: “Nada será como antes en la política mundial”.
Es probablemente en lo único que tenga razón. En cuanto a la resiliencia de la economía rusa, si bien el resultado de las sanciones occidentales tarda en verse -porque Europa sigue comprando gas y petróleo a Moscú, pilares de su economía- todos los escenarios confirman una caída de entre 5% y 10% a fines de 2022. Una recesión inédita desde el comienzo de la era Putin, hace 23 años, que podría golpear duramente la población y las empresas cuando cesen esas exportaciones de energía.
Eso es precisamente lo que debería suceder a partir de fin de año, fecha fijada por los europeos para dejar paulatinamente de abastecerse en Rusia.
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