Hauke Hartmann: "El problema no es el PT; es el sistema político"
El politólogo alemán afirma que para salir adelante Brasil necesita cambios de fondo
Para el politólogo alemán Hauke Hartmann, de la Fundación Bertelsmann, el juicio contra Dilma Rousseff forma parte de un juego político en el que nadie es del todo inocente. Más bien lo contrario.
"El problema no es el Partido de los Trabajadores (PT); es el sistema político", dijo a LA NACION este especialista en América latina, que viajó a Buenos Aires invitado por el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América latina (Cadal).
-Los críticos de Dilma dicen que el impeachment es un ejercicio legítimo del Congreso, un caso de control de poderes. Sus defensores dicen que es un golpe. ¿Quién tiene razón?
-Para mí no es ninguna de las dos cosas. El proceso se basa en acusaciones que no deberían alcanzar, según la ley de Brasil, para realmente avanzar a un impeachment. Para un juicio político debería haber graves violaciones de la Constitución. Eso ciertamente no fue el caso con Dilma. Se la acusa de haber manipulado los números, pero eso no es suficiente para un impeachment. Por otro lado, lo que vemos sí es en cierta forma un control de poderes, que se hizo así porque la Constitución no permite que se construya un voto contra un jefe de Estado, al revés de muchos sistemas en los que una mayoría parlamentaria puede votar para sacar al jefe del Ejecutivo.
-Es decir que no existe la posibilidad de un voto de "no confianza", como en Europa.
-Durante varios meses hubo una presidenta con sólo el 10% de aprobación ciudadana, y un Congreso mayoritariamente en contra de la continuidad de su mandato. Pero a la vez no había instrumentos constitucionales para hacer algo al respecto. Era realmente un dilema. No es un golpe, pero tampoco es algo que esté previsto en el procedimiento de juicio político original. Es una situación gris.
-A Dilma no la procesaron por el escándalo de corrupción en Petrobras, sino por un tema contable que no estaba en la discusión...
-En este caso los mismos que la acusan también han estado involucrados en los escándalos de corrupción. Y nadie ha podido presentar una evidencia sólida de que Dilma misma estuvo involucrada en esos escándalos. Desde luego, por defecto, ella también es culpable porque estaba en el directorio de Petrobras. Pero nadie pudo crear una conexión directa, como sí sucedió con el ex presidente de la Cámara de Diputados [Eduardo Cunha]. Lo de Dilma es separar un chivo expiatorio para un sistema absolutamente corrupto. El problema no es el PT, sino el sistema político de Brasil.
-Los jueces son los nuevos héroes de los brasileños.
-Sí, lo son. O al menos son vistos así. De todos modos, filtrar información confidencial de causas en curso tampoco es una buena conducta. Hay cierto tipo de conductas jurídicas que son cuestionables, porque hasta que no se prueba la culpabilidad los acusados deberían tener el beneficio de la duda.
-¿Cómo ve el nuevo escenario?
-No hay ninguna figura creíble. Brasil debería empezar por distanciarse de un par de cosas. Una es la dispersión del Parlamento, que tiene más de 30 partidos. Se necesita una reforma para tener un Parlamento más estable. Segundo, deberían cambiar hacia un sistema semipresidencial, porque el excesivo dominio de los presidentes no le hizo bien al país. Y otra cosa es el financiamiento de las campañas. Todos los partidos reciben fuerte financiación de intereses privados. Limitar las donaciones, ponerles un techo, sería una buena manera de contener la corrupción.
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