La concentración también amenaza a la innovación
La concentración es hoy el principal obstáculo que la industria digital encuentra para seguir innovando. Aunque es un problema generalizado, la lista de fabricantes de automóviles consignaba en marzo 15 corporaciones. El ranking de las editoriales de libros más grandes enumera 20 grupos; en el total es mucho mayor.
Por comparación, solo existe un buscador relevante en internet, Google, cuya casa matriz se llama, desde 2015, Alphabet Inc. Hay más de 60 sitios web que ofrecen el servicio de red social, pero el único que tiene alguna significación es Facebook. Una red social. Un buscador.
Dejo de lado, porque su existencia se origina menos en cuestiones técnicas que en razones políticas, a WeChat, la red social china (en China Facebook está bloqueada), que combina mensajería, microblogging, noticias y servicios financieros, y a VK, la Facebook rusa.
Este fenómeno no es nuevo. En el pasado, un solo sistema operativo, Windows, de Microsoft, estaba presente en el 96% de las computadoras personales. La compañía todavía mantiene un predominio absoluto sobre PC y notebooks. Hoy, Android (de Google) está en la mayoría de los casi 4000 millones de smartphones que existen en el mundo. La participación de mercado de Android es casi tan abrumadora como lo fue en la década del 90 la de Windows: 85 por ciento.
El efecto económico no es devastador para Apple por el volumen de ventas; se despachan unos 1600 millones de teléfonos inteligentes por año. Así, con su 15%, la compañía cofundada por Steve Jobs sigue siendo capaz de mantener un ecosistema de dispositivos, apps y servicios que la colocan entre las empresas con mayor valor de mercado del mundo. Pero esto podría estar cambiando. Hasta hace unos seis meses, Apple se disputaba el primer puesto con Microsoft. Algo de lo más paradójico, dado que a finales del siglo pasado Apple era una compañía quebrada a la que Microsoft le cedió 150 millones de dólares a cambio de que incorporaran el navegador web Internet Explorer en los escritorios de las Mac. Cuando anunció el acuerdo con Microsoft, Steve Jobs fue abucheado por su público; nunca había ocurrido ni volvería a ocurrir algo así.
Anécdotas aparte, ahora, aunque Apple sigue en el pelotón de los punteros, ha caído al tercer lugar. El primero volvió a ser de Microsoft. ¿Y el segundo? Amazon, el gigante del comercio electrónico. Cuarto, sin sorpresas y sin demasiada diferencia en su valoración respecto de Amazon y Apple, está, claro, Alphabet. Pero entre el cuarto y el quinto puesto (que ocupa el conglomerado estadounidense Berkshire Hathaway) hay más de 300.000 millones de dólares de diferencia. ¿El sexto? Facebook. Dato no menor: Facebook tiene 30.000 empleados, mientras que Google alberga a casi 100.000 y Berkshire Hathaway, a casi 400.000. De las diez compañías con mayor valor de mercado, siete son tecnológicas, y dos de ellas, chinas.
Cambio de tendencia
La investigación iniciada por el Congreso y el Ejecutivo estadounidenses (ver aparte) se inscribe en una larga historia de marchas y contramarchas respecto de cómo regular la actividad industrial en ese país. Como observa la organización Open Markets (https://openmarketsinstitute.org), Estados Unidos pasó por tres grandes etapas.
En los albores de esa nación, imperaba la idea de que las invenciones fueran públicas, disponibles para todos. Luego, para incentivar al inventor, empezaron a registrarse patentes. Pero a fines del siglo XIX, los monopolios utilizaban sus patentes para controlar industrias enteras. Hoy parece previsible, pero en su momento era difícil preverlo: los monopolios no veían ningún motivo para seguir innovando, porque ya eran dueños de sus mercados, y sus competidores, por otro lado, o no tenían incentivos o chocaban contra patentes previamente registradas y, por lo tanto, inaccesibles.
Una forma de resolver esto fue obligar a las grandes compañías a compartir sus patentes con terceros a cambio de una cuota. Recuerdo el hall de entrada de uno de los laboratorios de IBM, donde hay un muro interminable cubierto de números. Cuando pregunté qué eran, me dijeron: "Son nuestras patentes".
Estados Unidos había encontrado un equilibrio entre monopolio e innovación. Eso cambió en la década del 80 cuando las leyes antimonopolio se relajaron ostensiblemente. El dogma de que el mercado lo regularía todo dio origen a la concentración que hoy preocupa a las autoridades, no solo porque es malo para la competencia, sino porque ha llegado al extremo de amenazar a las democracias republicanas. Ahora van a observarlos más de cerca para detectar si han cometido prácticas anticompetitivas.
Pero hay algo más. Las prácticas anticompetitivas son muy lesivas para la innovación. Parece un concepto vago, pero no lo es. En esta etapa de la civilización, con la población expandiéndose al punto de llevar al extremo los recursos planetarios, prosperidad económica e innovación son, simplemente, sinónimos.
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