La muerte de Al-Zawahiri obliga a los talibanes a dar respuestas y complica su búsqueda de reconocimiento internacional
Como parte de los acuerdos de Doha, se habían comprometido a no recibir miembros de Al-Qaeda
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ISLAMABAD.— El ataque de un drone norteamericano que mató al líder de Al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, en el balcón de una casa segura en Kabul, incrementó hoy el escrutinio global hacia el régimen talibán de Afganistán y socavó aún más sus esfuerzos para lograr el reconocimiento internacional y la ayuda que tanto necesitan.
En el Acuerdo de Doha de 2020, que estableció los términos de la retirada de Estados Unidos de Afganistán, los talibanes se comprometieron a no recibir miembros de Al-Qaeda. A casi un año de la caótica salida de las tropas estadounidenses del país, el asesinato de Al-Zawahiri plantea interrogantes sobre la implicación de los líderes talibanes en la protección de uno de los cerebros de los ataques terroristas del 11 de Septiembre, que era uno de los fugitivos más buscados por Estados Unidos.
La vivienda se encuentra en el lujoso vecindario de Shirpur de la capital afgana, donde varios líderes talibanes se instalaron en las mansiones de antiguos altos cargos del derrocado gobierno respaldado por Occidente.
En un primer momento, los talibanes trataron de presentar el ataque como una violación, por parte de Washington, del pacto de Doha, que incluye el compromiso del grupo de no dar refugio a quienes quieran atacar a Estados Unidos, algo que Al-Zawahiri había hecho durante años en videos y publicaciones en Internet. Los talibanes no ha anunciado aún quién murió en el ataque.
Mientras, persisten los rumores de discrepancias en las filas del grupo, especialmente entre un poderoso grupo conocido como la red Haqqani, que aparentemente refugió a Al-Zawahiri, y otros cargos talibanes.
“El asesinato de Ayman al-Zawahiri ha planteado muchos interrogantes”, dijo un funcionario de la inteligencia paquistaní, que habló bajo condición de anonimato porque no estaba autorizado a conversar públicamente con reporteros. Al-Zawahiri asumió el liderazgo de Al Qaeda tras la muerte de Osama ben Laden en Pakistán en 2011, en una operación del comando SEAL de la Armada.
“Los talibanes estaban al tanto de su presencia en Kabul, y si no lo estabam, tienen que explicar su posición“, apuntó el funcionario.
La casa donde estaba Al-Zawahiri era la vivienda de un destacado asesor del líder talibán Sirajuddin Haqqani, según un alto funcionario de la inteligencia estadounidense. Las autoridades talibanas impidieron que los periodistas de la AP en Kabul llegasen hasta el lugar el martes.
Los observadores de los grupos insurgentes informaron en julio al Consejo de Seguridad de la ONU que Al-Qaeda disfruta de mayor libertad en Afganistán bajo el gobierno talibán, pero se limita a asesorar y a respaldar a los nuevos mandatarios.
En un informe, los observadores indicaron que los dos grupos siguen manteniendo una relación cercana y que los combatientes de Al-Qaeda, que se estima que son entre 180 y 400, están representados “a nivel individual” entre las unidades de combate talibanas.
Según el informe, es poco probable que Al-Qaeda intente organizar ataques directos fuera de Afganistán “debido a la falta de capacidad y a la moderación por parte los talibanes, así como a la falta de voluntad para poner en peligro sus recientes logros”, como tener un refugio seguro y mejores recursos.
Durante la primera mitad de 2022, Al-Zawahiri incrementó su contacto con sus seguidores a través de mensajes de video y audio en los que aseguró que Al-Qaeda podía competir con el grupo extremista Estado Islámico por el liderazgo de un movimiento global, según indicó el informe del Analytical Support and Sanctions Monitoring Team.
Los insurgentes de EI se han convertido en la principal amenaza para los talibanes en el último año, con ataques letales masivos contra objetivos del grupo y civiles.
La red Haqqani es un grupo grupo insurgente islamista afgano que se creó en torno a la familia homónima. En la década de 1980 combatió contra las fuerzas soviéticas, y en los 20 últimos años ha luchado contra las tropas estadounidenses y de la OTAN, así como contra el antiguo ejecutivo.
El ataque no pudo llegar en un peor momento político para los talibanes. Los insurgentes enfrentan la condena de la comunidad internacional por negarse a restablecer la educación para las niñas a partir del sexto curso, a pesar de sus promesas previas. La misión de Naciones Unidas en Afganistán ha criticado también al grupo por los abusos de los derechos humanos cometidos bajo su mandato.
Estados Unidos y sus aliados retiraron los miles de millones de dólares que aportaban en calidad de fondos de desarrollo, y que mantenían al gobierno a flote, en parte por los abusos, además de congelar miles de millones en activos nacionales afganos.
Esto hizo que la ya maltrecha economía del país cayese en picado, lo que elevó la pobreza de forma dramática y creó una de las peores crisis humanitarias del mundo. Millones de personas, que luchan por alimentar a sus familias, sobreviven gracias a un amplio operativo de ayuda encabezado por la ONU.
Los talibanes intentaron reactivar esas ayudas, pero el asesinato de Al-Zawahiri ya ha sido aprovechado por el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, como un indicio de que el grupo “violó flagrantemente el Acuerdo de Doha y las repetidas garantías (...) de que no permitirían que el territorio afgano fuese utilizado por terroristas para amenazar la seguridad de otros países”.
Por Rahim Faiez y Munir Ahmed
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