La opaca y discreta industria de los rescates
Sólo los grandes medios pueden permitirse proteger a sus periodistas
CIUDAD DE MÉXICO.- El mundo seguía bajo el impacto de la ejecución de James Foley, difundida en video el 19 de agosto, cuando el día 24 se dio a conocer la noticia de la liberación de un compatriota de Foley, Peter Theo Curtis, otro periodista. Era difícil entender cómo los grupos jihadistas, que ya habían amenazado con matar a otro estadounidense, Steven Sotloff (y lo cumplirían el 2 de septiembre), estaban dejando ir libre a una de sus presas.
El aspecto de Curtis, además, contrastaba con el de Foley, Sotloff y el trabajador humanitario británico David Haines (ejecutado anteayer), que fueron presentados en uniformes naranjas y con la cabeza afeitada. Curtis apareció en un video anterior, el 30 de junio, y de nuevo tras ser puesto en libertad, con camiseta azul, barba y largos rulos castaños.
El misterio se empezó a resolver cuando se supo que Curtis no había sido rehén de Estado Islámico (EI), sino del Frente Al-Nusra, la filial de Al-Qaeda en Siria, enfrentado a EI.
Estados Unidos sostiene públicamente una política firme de no ceder ante los secuestradores. Con ese criterio, se negó a cubrir los 132,5 millones de dólares exigidos por EI a cambio de Foley, Sotloff y otros dos estadounidenses cuyos nombres no han sido revelados. Las negociaciones con los captores de Curtis, sin embargo, estuvieron a cargo de Qatar, un rico país petrolero al que se acusa de brindar apoyo a Al-Nusra y otras milicias.
El profundo conocimiento que tiene Curtis de la lengua y la cultura árabes no fue suficiente para evitarle el secuestro, en agosto de 2012, como tampoco lo fue el sofisticado aparato logístico y de seguridad con el que contaban Richard Engel, jefe de corresponsales de la cadena NBC, y cuatro de sus compañeros, capturados en Siria por hombres armados en diciembre del mismo año.
A diferencia de Curtis, que como Foley y Sotloff es un periodista freelance sin respaldo de grandes medios de comunicación, a Engel y los suyos los empezó a buscar de inmediato Pilgrims Group, una empresa de seguridad británica que trabaja para NBC brindándole protección a sus corresponsales de guerra.
Inicialmente, NBC sostuvo que la liberación había ocurrido por la mala suerte de los secuestradores, que se toparon con un grupo rival. Fue la investigación de otro periodista independiente, Jamie Dettmer, la que reveló cómo Pilgrims Group se valió de la ayuda (no se conoce a cambio de qué) de otro grupo islamista, Ahrar al-Sham, para dar con el paradero de Engel y sus compañeros. Tanto la cadena televisiva como la empresa de seguridad prefirieron la discreción.
Pilgrims Group forma parte, en realidad, de una industria poco conocida, opaca en sus métodos y procedimientos, pero en rápida expansión. Es conocida por la siglas K&R, que en inglés quiere decir "secuestro y recompensa": lo suyo es vender protección y seguros a grandes corporaciones de ámbitos muy diversos (desde conglomerados de medios hasta gigantes del petróleo).
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