Los enigmas resurgen en el caso Kampusch
VIENA.- A fines de 2010, cuando Natascha Kampusch terminó su libro 3096, relato de su cautiverio, su caso acababa de cerrarse. Cuatro investigaciones habían dado por buena su versión: Wolfgang Priklopil la había secuestrado en la mañana del 2 de marzo de 1998. La niña tenía entonces 10 años y su secuestrador, 36. Los dos pasarían juntos los siguientes ocho años en una casa en las afueras de Viena. El, en el piso de arriba; ella, encerrada en un sótano, durante buena parte del cautiverio. Hasta que el 23 de agosto de 2006, Natascha logró fugarse.
Sin embargo, el caso Kampusch está lejos de su punto final. Cuando se cumplen 14 años del secuestro, una comisión del Parlamento austríaco se dispone a solicitar la reapertura del caso, y el propio gobierno ha reclamado ya la ayuda del FBI y de la Oficina Federal de la Policía Criminal alemana.
La decisión reavivó en Austria una agria batalla entre los que dudan de la versión de la joven de 24 años y los que consideran que el caso ha sido tergiversado por las teorías conspirativas.
La comisión, integrada por miembros de los cinco partidos con representación parlamentaria, parece claramente inclinada del lado de los que dudan. Su principal promotor es Johann Rzezut, un ex presidente del Tribunal Supremo, de 71 años, que lleva años insistiendo en la teoría de que el secuestro de Kampusch no fue obra de una única persona.
Además de las razones morales detrás de su obstinación, hay otro motivo: un estrecho colaborador suyo, el inspector Franz Kröll, que dirigió la última investigación policial sobre el secuestro, se pegó un tiro en su domicilio en junio de 2010. "Yo creo que se suicidó realmente. Pero tomó esa decisión bajo una terrible presión. Lo obligaban a cerrar el caso a toda costa", explica el juez Rzezut. Las notas de Kröll no dejan duda sobre su convicción de que Priklopil tuvo, al menos, un cómplice.
Lo que Rzezut considera inadmisible es que se haya pasado por alto el testimonio de R. I. A., entonces una niña de 12 años, que vio cómo Natascha era secuestrada la mañana del 2 de marzo de hace 14 años, y que se ha mantenido firme desde entonces en señalar que vio a dos hombres: uno se encargó de agarrar a la víctima y el otro esperaba al volante de una camioneta blanca.
Otro hecho que es eje de discusión es el suicidio de Priklopil a las pocas horas de la fuga de Natascha. "Dejó una nota de despedida para su madre, que francamente no es creíble porque sólo aparece la palabra mami . Un hombre que se suicida y se quiere despedir de su madre añade algunas palabras más, por lógica", señala el juez.
Todas las sospechas se dirigen hacia Ernst Holzapfel, amigo íntimo de Priklopil, y el que lo vio por última vez. ¿Qué sabía exactamente Holzapfel sobre la presencia de Natascha en aquella casa? "La hipótesis más fiable es que se dedicaran a la pornografía infantil. Priklopil tenía contactos raros en su teléfono, y al menos uno de ellos era el de una persona investigada por pedofilia", dice Rzezut.
En medio de la ola de rumores que se reavivaron por estos días, Kampusch se mostró molesta. Ella, sin embargo, ya está acostumbrada a las críticas. En su libro ajusta cuentas con quienes no comprenden que una víctima puede sentir alguna clase de afecto hacia su verdugo. La naturaleza de las relaciones de Kampusch y Priklopil es uno de los grandes misterios de esta historia. ¿Quién era Priklopil, el monstruo que la golpeaba y la mantenía encerrada, o el hombre que la llevaba de compras y le festejaba los cumpleaños? "Los dos", responde ella. Por eso, al recuperar la libertad, compró la casa donde vivió secuestrada y el BMW rojo de su verdugo. Y lloró por él.
Lola Galan
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