A casi dos meses del desastre natural que se cobró la vida de más de 50.000 personas todavía hay quienes esperan hallar el cuerpo de sus familiares en los escombros y las fosas comunes
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Han pasado siete semanas desde que dos terremotos devastaron el sur de Turquía y el norte de Siria, pero Orhan Kosker no ha dejado de buscar a sus sobrinos.
Ismet y Sirac, de 13 y 9 años, respectivamente, dormían en su casa en la ciudad de Gaziantep cuando ocurrió la tragedia.
Los cuerpos de sus padres y de su hermana, quienes murieron en el terremoto, fueron encontrados nueve días después y sacados de entre los escombros. Pero no había rastro de los dos niños. Gaziantep, en el sureste de Turquía, fue una de las 11 ciudades de ese país que, el 6 de febrero, sufrió una destrucción generalizada.
Solo en Turquía se calcula que han muerto unas 50.000 personas, mientras que casi 6.000 vidas se perdieron en el norte y en el oeste de Siria.
El costo financiero del desastre para Turquía se calcula que asciende a más de US$100.000 millones.
Línea de ayuda
Si bien se están realizando enormes esfuerzos para brindarles a las víctimas ayuda para que puedan tener algún tipo de normalidad, todavía hay cientos de familias que buscan a sus seres queridos desaparecidos, con la esperanza de encontrarlos vivos o muertos.
Testigos le dijeron a Orhan que el edificio donde estaban sus sobrinos se derrumbó después de uno o dos minutos del terremoto y que muchas personas lograron escapar.
Orhan estaba convencido de que los niños también podrían haber sobrevivido.
Desde que ocurrieron los terremotos, cerca de 2.000 niños que fueron rescatados de debajo de los escombros han sido registrados ante las autoridades, según cifras oficiales proporcionadas por el Ministerio de la Familia y Asuntos Sociales.
Casi 200 de ellos aún no han sido identificados y reunidos con sus familiares.
El Ministerio de Salud de Turquía creó una línea de ayuda para las víctimas del terremoto y los familiares de los desaparecidos.
Orhan dijo que llamaba a esa línea todos los días para verificar la lista de niños recientemente identificados en caso de que sus sobrinos estuvieran en ella.
Su familia también ha entregado muestras de ADN.
“Queremos encontrar a nuestros hijos así estén muertos. Aunque solo hallemos sus huesos, seguiremos buscando. Que Dios nos ayude”, dijo.
No hay una cifra oficial del número de personas desaparecidas en Turquía tras los terremotos. Pero se cree que al menos 1.400 cuerpos aún no han sido identificados.
Desaparecida por un mes
Para Abdulkudus Kazan, la búsqueda de su hermana Hicran fue angustiante.
Hicran Karadag, de 44 años, fue rescatada de debajo de los escombros de su apartamento pocas horas después del terremoto.
La llevaron al hospital en una ambulancia, pero durante el mes siguiente su familia no lograba saber si estaba viva o muerta.
La buscaron por decenas de ciudades.
Finalmente recibieron la información de que casi 1.000 víctimas habían sido enterradas en un cementerio en Narlica, en las afueras de la ciudad de Antioquía.
Fosa común
Abdulkudus viajó al sitio recién construido: se trataba de una fosa común.
Antes de que los cuerpos no identificados fueran enterrados en el cementerio, las autoridades turcas tomaron fotografías, recolectaron muestras de ADN y tomaron huellas dactilares.
A cada víctima no identificada se le colocó un número en su tumba.
Abdulkudus revisó unas 1.500 fotografías en busca de su hermana. Incluso abrió bolsas donde había cadáveres y los revisó para ver si Hicran estaba ahí.
Derramó lágrimas tanto de alivio como de tristeza cuando se enteró de que una muestra de ADN tomada en el sitio coincidía con un cuerpo que había sido enterrado en ese cementerio.
El certificado de defunción mostraba que Hicran había perdido la vida como resultado de un paro cardiaco, tras sufrir un traumatismo craneal y corporal.
No quedaba claro si llegó a recibir algún tratamiento en el hospital.
Sin embargo, el certificado señalaba que su cuerpo había sido dejado a la intemperie, por dos días, en un estacionamiento del hospital de campaña que se había levantado.
Luego fue enterrada sin la debida identificación.
“Es muy difícil buscar a tu pariente desaparecido”, dijo su hermana.
“No sabes si está vivo o muerto, así que siempre tienes esperanza”.
“Incluso cuando los funcionarios me dijeron que las muestras de ADN coincidían, todavía esperaba que pudieran estar equivocados, que mi hermana pudiera estar viva.
Ahora me siento aliviada de que tenga su propia tumba”.
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