Crítica, humor y un oficio sin vuelta atrás
Ayer fue un día horrible para los que hacemos de la libertad de expresión y del humor una herramienta de trabajo. Llegamos al punto en el que alguien siente ofensa por un dibujo y sale a castigarlo con la muerte.
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Conozco el disgusto de algunos poderosos, la manera en que son capaces de bajarse del lugar al que llegaron para dedicar su tiempo a pelearse con un dibujo. Sé de persecuciones, detenciones y torturas. Pero algo como lo que pasó ayer en París, en Charlie Hebdo, es inédito y preocupante: un atentado porque alguien vio una terrible ofensa en un dibujo. Ayer esa lectura se llevó a cinco leyendas del humorismo mundial.
Dios como justificación para una matanza no es un invento moderno. Es algo tan antiguo como la guerra. Lo novedoso del caso es el destinatario: gente cuyo oficio es hacer reír y pensar. Ese oficio es también el mío y me llena de orgullo.
Nuestro oficio es ser graciosos. Y si estamos en el humor político, por definición debemos ser críticos. Críticos de los poderosos. En días así cuesta ser gracioso y crítico. Pero hacer eso es lo que elegimos o lo que nos eligió. No hay vuelta atrás. Adelante.
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