Por celular. Poco antes del desmoronamiento de una de las dos torres del World Trade Center, un colombiano dio un último grito de socorro desde el piso 103 a su hermano en Bogotá. “Estamos encerrados, no nos pueden rescatar y todo está lleno de humo”, gritó desesperado el mozo colombiano Wilder Gómez Piedrahita en su teléfono celular. “Estamos inmovilizados y no podemos salir”, repetía una y otra vez el colombiano de 38 años. Poco después, la comunicación se cortó . El edificio se había desplomado.
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Micrófono abierto. “No hagan tonterías, que no serán lastimados”, dijeron a los pilotos los secuestradores de uno de los aviones de American Airlines que se lanzaron contra las Torres Gemelas. Un controlador aéreo relato que “uno de los pilotos abrió su micrófono y la conversación entre el piloto y la persona que se encontraba en la cabina pudo ser escuchada”, informaron cadenas de TV norteamericanas. Según este testimonio, los secuestradores advirtieron, en inglés, a los pilotos: “Tenemos otros aviones”.
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Argentino I. Laurent Castro, un argentino que trabajaba en el piso 37 de la torre 2, en una firma de inversiones bursátiles, estaba en su oficina cuando escuchó la primera explosión. El personal de seguridad, según su relato, intentó tranquilizarlos cuando todos en su piso se preparaban para salir del edificio. Al rato, con la segunda explosión, Laurent ya no dudó, pese a que los guardias, todavía incrédulos, intentaban retenerlos. Algunos -entre ellos el argentino-, conscientes del peligro, se abrieron camino a empellones. Laurent sobrevivió, pero horas después supo que casi todos sus compañeros habían muerto.
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Argentino II. José Ramos, un argentino que trabaja en el Deutsche Bank en Buenos Aires, llegó a Nueva York a primera hora del martes. Se instaló en su hotel y se preparó para una reunión en el World Trade Center. Minutos antes de las 9 salió del subte y vio el momento en que el primer avión se estrelló contra una de las torres. Quedó paralizado. Vio venir una joven que, ensangrentada, pedía ayuda a los gritos y sólo atinó a subirla a un taxi y enviarla al hospital más cercano. Luego subió a otro taxi y se alejó hacia el otro extremo de la ciudad.
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Pasajeros. Varios de los pasajeros de los aviones secuestrados tuvieron tiempo de advertir a sus familiares por teléfonos celulares de lo que estaba sucediendo a bordo. Luego las comunicaciones se interrumpieron. Entre llantos, la azafata C.C. Lyles llamó a su esposo en Fort Myers, Florida, relató una familiar. “Lo llamó y le hizo saber cuánto lo quería, a él y a sus hijos”. Su avión se precipitó a tierra al sur de Pittsburgh.
Por su parte, Thomas Burnett, que volaba en el mismo avión, llamó a su esposa y le dijo que el avión estaba a punto de caer. Burnett, de 38 años, alcanzó a decir que un pasajero ya había sido acuchillado.
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Breve alivio. Un hombre se salvó de los escombros del World Trade Center pero se enteró, luego, de que su hermana y sobrina habían perdido la vida a bordo de uno de los aviones utilizados contra las Torres Gemelas. Ronnie Clifford se encontraba en la planta baja del World Trade Center y logró huir del desastre antes de que ambos rascacielos se desplomaran. Sin embargo, el alivio le duró muy poco –comentó su hermano John a la televisión local–: “Ronnie descubrió que Ruth y su hija de cuatro años habían encontrado la muerte en uno de los aviones”.
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En carne viva. William Rodríguez, un empleado a cargo del mantenimiento de las escaleras de las gigantescas Torres Gemelas, relató el horror de ver a un hombre entrando al piso donde él se hallaba “con la piel colgando de los brazos y en carne viva. Era como quitarte una media que se te queda entre los dedos. Era horrible”.
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Caos total. La costarricense Karla Pericón, que trabajaba en el piso 11 de las Torres Gemelas, contó que alguna gente desesperada saltaba desde la parte más alta de las torres. “Había gente quemada y cuerpos por todas partes, subían y bajaban por las escaleras”. Añadió: “Pensé que era un terremoto, las puertas se atascaron y salí corriendo a los gritos” al primer piso, donde los accesos estaban cerrados y todo era un gran caos de humo y escombros”.