Un divorcio traumático para la familia global
NUEVA YORK.- Las reglas de intercambio comercial entre los países de Europa, el mercado más grande del mundo, volvieron a trazar el mapa del planeta. La decisión de abandonar la Unión Europea (UE) que tomaron el jueves los británicos pone en marcha un proceso impredecible y sin precedente que amenaza con turbulencias y la posibilidad de una crisis, tanto a Gran Bretaña como a Europa y a la economía global en su conjunto.
La consecuencia inmediata fue el desplome de los mercados globales. Los inversores se quedaron anonadados ante esta enorme transformación del paisaje global y decidieron que era peligrosa, o al menos lo suficientemente incierta como para retirar sus inversiones de mayor riesgo, como las bursátiles.
Son pocos los que creen que el Brexit puede disparar una crisis financiera total, como ocurrió en 2008. Pero nadie se anima tampoco a descartarlo. El mundo nunca pasó por una situación así.
La libra se hundió a niveles nunca vistos desde 1985, muy por debajo de su peor cotización durante la crisis de 2008. El euro también cayó.
El viernes cayeron todas las bolsas, de Tokio a Londres y Nueva York, mientras los mercados intentan digerir este nuevo ordenamiento mundial. Los inversores corrieron a lo seguro y empujaron el valor de los papeles de deuda norteamericana y la moneda japonesa.
Pase lo que pase, Europa ingresa en un largo y confuso período de extrema ansiedad, justo cuando finalmente parecía reponerse de una dura recesión que arrastró a Grecia y España a una verdadera depresión económica y que borró de un plumazo años de prosperidad en todo el continente.
El Brexit también promete ansiedad a largo plazo para la economía global. Los mercados adoran los hechos conocidos y detestan los hechos variables: lo desconocido es un riesgo en potencia. Ahora, una enorme porción del globo terrestre está sumido en una incertidumbre que efectivamente impide cualquier conjetura.
Es probable que el Brexit impulse a los bancos multinacionales a trasladar gran parte de su planta operativa fuera de Gran Bretaña, a otros centros financieros de la UE, sobre todo París, Fráncfort, Dublín y Ámsterdam.
Muchos expertos dan por sentado que Bruselas avanzará velozmente para restringir el intercambio de activos en denominación euro, uno de los grandes negocios de Gran Bretaña. Durante la campaña, prominentes bancos, como el JPMorgan Chase y el Citigroup, advirtieron que el Brexit los obligaría a transferir algunas de sus operaciones a otros países.
Para los mercados emergentes, cada vez será más difícil conseguir financiamiento confiable, lo que limitará su crecimiento económico. El costo de endeudarse promete aumentar sobre todo para las naciones fuertemente endeudadas ya que los inversores necesitarán un incentivo extra para colocar su dinero en posiciones de riesgo.
El Banco de Inglaterra tal vez deba subir las tasas de interés para frenar el derrumbe de la libra, todo lo contrario de lo que dicta el manual ante un cimbronazo económico.
En un sentido más amplio, en el Brexit también resuena la señal de que las principales democracias del mundo son cada vez más vulnerables a la influencia de los populismos que cosechan adhesiones demonizando a los inmigrantes y cualquier otra fuerza externa, como los funcionarios de Bruselas y de Washington o los trabajadores mal pagos en China y México.
Aunque la votación no cambia nada por al menos dos años, es el puntapié inicial de una serie de negociaciones complejas y políticamente ríspidas entre Gran Bretaña y los 27 países restantes de la UE sobre el futuro de sus relaciones comerciales.
En esas conversaciones, será central el tema del Mercado Común Europeo, que permite la libre circulación de bienes y servicios a través de un vasto territorio. Como Gran Bretaña le vende casi la mitad de todas sus exportaciones al Mercado Común, y dado que muchas empresas multinacionales han hecho base en Gran Bretaña para atender a sus clientes de todo el continente, toda complicación terminará siendo costosa.
La disrupción del intercambio comercial por el Brexit era el presupuesto básico de muchos estudios divulgados durante la campaña, que alertaban casi unánimemente sobre los graves y tal vez perdurables daños para la economía británica si se abandona la UE.
Quienes hicieron campaña a favor del Brexit enfatizaron que Gran Bretaña seguiría integrando el Mercado Común durante el período de negociaciones.
Pero líderes prominentes -entre ellos, ni más ni menos que la canciller alemana Angela Merkel- advirtieron que una UE desairada no tendría humor para concederle a Gran Bretaña ninguna recompensa, y menos si otros miembros descontentos cobran ínfulas y encaran para la puerta de salida.
Si no se llega a un acuerdo, podrían aplicarse las reglas de la Organización Mundial de Comercio, que les otorga a las naciones que la integran el derecho de imponer aranceles potencialmente elevados a las importaciones. En ese caso, las escaramuzas comerciales entre Gran Bretaña y el continente no se harían esperar.
Mientras tanto, la falta de claridad probablemente conspire contra el crecimiento económico en Gran Bretaña y el resto del mundo.
Traducción de Jaime Arrambide
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