Betto Arcos, un buscador de historias y sonidos
"Yo ando en busca de historias. Me interesa escuchar música, por supuesto, pero más que nada me interesa el entorno del que hace música, cómo se hace la música, por qué se hace la música", dice Betto Arcos. Este periodista, especializado en sonidos que conectan con los folclores y las músicas de raíz de todo el mundo, nació en México, pero reside en Los Ángeles desde hace más de dos décadas, donde se transformó en un faro para los melómanos y uno de los principales difusores de las músicas poco convencionales para los oídos acostumbrados a las fórmulas, digamos, comerciales. Actualmente, forma parte del staff de NPR, la Radio Pública de Estados Unidos: cada uno de sus informes se reproducen en unas 800 emisoras de ese país, con una audiencia estimada entre los 7 y los 10 millones de oyentes. También es colaborador de Music Planet, un programa que emite la BBC de Londres. Y además, es el host de su propio podcast, The Cosmic Barrio. Inquieto, curioso, hiperactivo, Betto forma parte de la línea fundadora de Redpem, la Red de Periodistas de Música de Iberoamérica. Pero hay en su modo de ejercer el oficio una mirada donde conviven la pasión con cierta ambición antropológica. Llegó por primera vez a la Argentina siguiendo la ruta del chamamé. Su guía fue el músico y gestor cultural formoseño Marcos Ramírez, fundador del colectivo Mamboretá, un sello que nuclea a artistas del nordeste argentino que trabajan a partir de la tradición, la identidad y la conexión con el paisaje local. "Marcos fue un guía de lujo, y siempre le voy a estar agradecido. Es que, demás de descubrir y querer entender la música, lo que me gusta también es probar las cocinas regionales. No me gusta comer la cocina de hotel, prefiero siempre salir a probar cosas nuevas. Todo tipo de frutas, por ejemplo. Me gusta meterme en mercados, a oler esos aromas que nos dicen tanto de esa tierra. Y, desde luego, siempre busco a alguien que me guíe, siempre necesito a una persona de esa parte del mundo que me lleve y me diga: aquí hay un mercado, aquí hay un lugar donde se come muy bien. Lo importante para mí es relacionarme con esa tierra, con esa parte, a través de alguien que conozca".
En su road trip litoraleño, Betto fue testigo de una noche de chamafútbol. "Marcos, como guía, tiene una gran capacidad de improvisar, como si fuera un músico de jazz. De repente llegamos a Corrientes y me dice: hoy nos invitaron a una reunión de chamafútbol. ¿Qué es eso? En casa de alguien tienen una parrilla y hacen un asado, pero antes se ponen a jugar fútbol.Son músicos, todos. Después de jugar al fútbol y de comer el asado, se pusieron a tocar y cantar. Ese tipo de cosas no salen en las guías para turistas".
Esa fue una gran escena para el informe sobre el chamamé que realizó para la BBC, porque entre los músicos estaban Ángel Montiel, el nieto del legendario Ernesto Montiel, y Chingoli Bofil, hijo de otro emblema: Mario Bofill. Pero también incluyó entrevistas con la cantante Gicela Mendez Ribeiro, con Los Núñez, y grabaciones históricas de Antonio Tormo y del Trío Cocomarola. "Siento que el chamamé es una música que, de alguna manera, define a toda la Argentina", dice Betto. "Hay una vena, una veta, una raíz verdaderamente indígena en esa música. Entonces, es un mestizaje verdadero que tiene lo indígena, lo africano y lo europeo. Por ende, y como en muchas de las músicas que he encontrado en América Latina, de alguna manera es la música más nacional".
-¿Por qué dirías que tu mirada trasciende el aspecto musical de los ritmos?
-Creo que es simplemente por el hecho de que me gusta entender la profundidad de la música. Por qué se hace, cómo surgió, cuáles son las raíces. He leído y he tomado cursos de antropología, de religiones del mundo; he aprendido a leer en escritura antigua, tomé un curso de paleografía, de escritura antigua a mano. Tenemos mucho de eso en nuestro continente por la colonia española. Siempre me ha movido la curiosidad, que puede transformarse en una especie de etnomusicología o de antropología o de sociología.
Self-made man
Si Betto es un gran buscador (y narrador) de historias, acaso sea porque la suya es definitivamente poderosa. Está atravesado por uno de los grandes temas de esta época, en la región y en todo el mundo: la migración. Betto nació en Xalapa, Veracruz, en 1962. "Crecí en un cuarto. Ni siquiera podría decir que fuera una casa. Eran cuatro paredes. Teníamos una televisión chiquitita, encima del ropero, donde veía algunos programas en blanco y negro. Y estaba la radio, claro. Mi padre era duro, cerrado, hermético. Él te decía lo que tenías que hacer, y su lema era «en esta casa el que no trabaja, no come». Mi padre escuchaba mucho la radio. Y en esos programas empecé a escuchar las canciones de Agustín Lara."
Betto era monaguillo en una iglesia jesuita, y cuando tenía 13 años, durante la celebración de la Virgen de Guadalupe, el hermano y uno de los hijos del cura vinieron a visitarlo. "El Padre estaba tan ocupado con la celebración, que me pidió que hiciera las veces de guía de sus parientes". El problema era que Betto no hablaba una palabra de inglés. "De todos modos, de buenas a primeras, me convertí en guía turístico. Los llevé a pasear por la ciudad y por unos pueblos. Y una semana después, antes de irse, el señor le dijo a su hermano: «Dile a Betto que nos gustaría que algún día viniera a Estados Unidos, a visitarnos y a vivir, para que aprenda inglés». El padre me lo tradujo y yo lo tomé casi a risa. Me parecía un sueño".
Pasaron dos años y nunca pudo conseguir la visa. En la embajada se la negaron. "Hasta que un día de agosto de 1977, el padre me dice: «Betto, traigo un mensaje de mi hermano, quiere que te vayas a Tijuana a encontrarlo con su familia. Te manda dinero y algo de ropa de regalo. ¿Te quieres ir a vivir un año allá con su familia?»". El cura habló con mis padres y ellos me autorizaron. Entonces, el hermano mayor de Betto lo llevó a la Ciudad de México. "Tomé un autobús hasta Tijuana, yo solo. Y allí en la calle Revolución, una calle emblemática de Tijuana, me encontré con esa familia. Me reconocieron porque llevaba una camiseta de Star Wars que ellos me habían enviado. Cruzamos la frontera a las 12 de la noche. Recuerdo que el oficial de Migraciones le preguntaba a Robert, el hermano del cura, si eramos ciudadanos americanos. El dijo que sí, por supuesto. Le preguntó adónde íbamos y pasamos".
Fue un viaje iniciático: su primera vez al norte de la frontera. "Me llevaron a Disneylandia, y fue una locura. En ese año que viví con la familia estudié inglés. A los tres o cuatro meses, ya hablaba bastante bien. Viví un año, me regresé a mi tierra, a Xalapa, seguí la secundaria, la preparatoria y ya en el segundo grado de la universidad, decidí que quería regresar a Estados Unidos".
En México, mientras estudiaba, trabajó como taxista. "Tenía una colección de 50 ó 60 casetes. No solamente escuchaba la radio, también la música que iba consiguiendo. Subía un pasajero y trataba de adivinar qué música podía gustarle, según el perfil que me imaginaba. A veces ponía a Serrat y otras a Crosby, Stills & Nash. Muchas veces me felicitaban", recuerda.
Pero su objetivo, mientras tanto, era volver a Estados Unidos. Esta vez lo hizo solo y, otra vez, sin documentos. "Al llegar a la frontera les dije que era ciudadano americano y que iba a Boulder, Colorado. ¡Bienvenido!, me dijeron", cuenta. Y dice que no fue la única vez: "Eso fue en la frontera de Matamoros con Brownsville, en el estado de Texas. Tenía un primo que vivía ahí".
En Colorado empezó a incursionar en la radio, invitado por el amigo de un compañero del restaurante donde trabajaba. Lo llevaron como invitado, pero al finalizar, el conductor del programa le propuso que él se quedara haciendo el programa. "Se llamaba Latin Jam. Yo dudé mucho porque nunca lo había hecho, y porque todavía estaba indocumentado. Pero me convencieron: «Aquí te enseñan, tú eres el indicado». Era 1986 cuando, de repente, me aventé a hacer radio sin ninguna experiencia. En aquel tiempo había que tener una licencia: simplemente llené mis datos y así empecé a hacer radio".
Entonces conoció a su primera esposa. Se casó. Consiguió sus documentos. Y mientras seguía con el programa, trabajaba en una empresa de biotecnología. Un día, el dueño de la compañía donde trabajaba escuchó el programa y quedó impresionado por su sapiencia y carisma. "Betto, tienes que hacer eso. Este trabajo no es lo tuyo. ¿Qué necesitas?", le dijo. "Pues me gustaría ir a la universidad", respondió. "Así que él y su esposa me pagaron la carrera completa en la Universidad de Colorado". En cuatro años, se graduó con honores.
Un mundo de sonidos
Betto se radicó en Los Ángeles en los 90. Al poco tiempo de llegar, como había trabajado como free-lance en una galería de arte, la Universidad de Colorado lo contrató para regresar a México cincuenta obras de arte que habían sido exhibidas en la Universidad y habían quedado varadas en la frontera. "Fui con mi novia, ahora mi esposa, y viajamos a México. Hicimos el trabajo en la capital, pero había otras piezas que había que regresar a Oaxaca".
Fue allí que conoció a Lila Downs y a su esposo, el saxofonista Paul Cohen. Impactado por su show en un pequeño club, quedaron en contacto. "Ella estaba empezando su carrera", recuerda. Pocos meses después, invitados por la actriz Angelica Huston, viajaron a California. En ese viaje, se encontraron a cenar, hicieron algunos paseos y se hicieron amigos. Dos años después, cuando Betto ya había conseguido trabajo en la radio en Los Ángeles, Lila le pidió ayuda para armar un show en esa ciudad. "Le conseguí un concierto en un club de world music, y se llenó. Como estaba sold out el primero, terminó haciendo dos funciones".
En 1999, Lila le propuso que fuera su mánager, algo que se concretó recién tres años después,cuando Betto se instaló en Boston para acompañar a su esposa que había recibido una beca. "Yo no tenía experiencia como mánager, pero trabajamos juntos durante siete años. Fue una temporada extraordinaria. La experiencia más maravillosa fue la vez que Lila fue invitada a cantar junto con Caetano Veloso en la entrega de los Oscar, para acompañar la película Frida. "Una noche nos encontramos en casa de la productora ejecutiva del del soundtrack del filme. Estaba Caetano Veloso en el living sentado en el piso, estaba Lila, estaba Salma Hayek, estaba Pedro Almodóvar, estaba Edward Norton y estaba Betto Arcos. Y de repente agarré la guitarra y me puse a acompañar a Lila mientras cantaba «Sabor a mí», el bolero de Álvaro Carrillo".
Con los mejores recuerdos de esos siete años como mánager, Betto volvió a Los Ángeles, regresó a la radio y actualmente se desempeña como curador de distintos festivales. Puede contar cientos de anécdotas maravillosas, con músicos de Ry Cooder, con quien mantiene un vínculo cercano desde el guitarrista produjo Buena Vista Social Club, o de la vez que entrevistó y luego llevó en su auto a John Densmore, el baterista de The Doors. Pero, sobre todo, su ocupación principal es la de recorrer el mundo en busca de las historias por detrás de los sonidos. Así construyó su prestigio. Hizo la ruta del fado en Lisboa, el camino de Santiago en España, exploró los sonidos del norte de África en festivales en Fez (Marruecos), investigó la música de los fiordos en el Oslo World que se celebra en Noruega, es presencia habitual en diversos festivales colombianos y se adentró en la guarania en Asunción, donde también dictó talleres sobre periodismo musical en el marco del Asujazz.
-¿Te sentís un explorador?
-Viajo por pura curiosidad. A veces uno se encuentra con cosas que no espera. Por más que planees un viaje por un circuito o por una región musical, lo más interesante es lo que te encuentras en el camino sin haberlo planeado.
- LA VIDA CIRCULAR. Escuchá la charla con Betto Arcos y sus historias con Lila Downs, Ry Cooder y la excursión de The Doors a México en el recuerdo de John Densmore, baterista del grupo liderado por Jim Morrison, en un nuevo episodio de La Vida Circular, por LA NACION Podcasts, conducido por el autor de esta entrevista.
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