Chailly, el presente de una rica historia
El eminente director italiano, uno de los más reconocidos del mundo, cuenta cómo hizo para congeniar la tradición y el hoy de una orquesta tan prestigiosa como el Concertgebouw de Amsterdam, con la que ofrecerá, mañana y pasado mañana, dos conciertos en el Colón
La Orquesta Real del Concertgebouw de Amsterdam aprendió, en estos últimos diez años, que era posible ser flexible a los cambios sin por eso renunciar al brillo y el peso de su propia tradición.
Quien logró esta aparente difícil conjunción es el italiano Riccardo Chailly, que estará al frente de la orquesta holandesa cuando regrese al Teatro Colón, mañana y pasado mañana, para ofrecer dos funciones en los ciclos de abono de Harmonia.
El director, nacido en Milán, no sólo consiguió revisar la forma de interpretar el repertorio indiscutible de la orquesta, sino también incorporarle obras contemporáneas y hasta óperas.
Este acuerdo entre la historia y el presente es el que tiñe la programación de los dos conciertos. Pasado mañana, con "Metamorfosis", de Richard Strauss, y la Quinta Sinfonía, de Mahler, interpretarán a dos compositores que dirigieron ellos mismos sus obras al frente del Concertgebouw, pero ahora revisitados con la mirada modernista de Chailly. Algo similar ocurre con Rachmaninov, que compartió el escenario con los músicos holandeses, aunque como pianista y Manuel de Falla, que fue invitado a las primeras audiciones de sus obras, de quienes interpretarán la Sinfonía Nº 2 y "El sombrero de tres picos", respectivamente, en su presentación.
En diálogo telefónico con La Nación , Chailly explica: "Queríamos llevar dos programas que representasen los autores más genuinos de la tradición de la orquesta".
-¿Cuál es la identidad de la orquesta del Concertgebouw hoy?
-Es una orquesta abierta al futuro. A la novedad de la música contemporánea, pero también al descubrimiento de muchas composiciones del pasado desconocidas. Una orquesta renovada en la mentalidad.
-Ahora es flexible a los cambios.
-La flexibilidad estilística la tiene por cualidad, pero creo haber ayudado a ella trayendo música nueva, e incluso música italiana, de Puccini y Rossini, que con los años les agregó una cultura operística. Esto fue un largo aprendizaje estilístico, porque ellos interpretaron pocas óperas, salvo las de Mozart, con Harnoncourt. Conmigo hicieron "Falstaff"; "Otelo", el año próximo haremos "Aída" y, en el 2002, "Turandot". Es que, en Amsterdam, Mengelberg no quería la ópera y boicoteó cualquier proyecto de construir un teatro lírico. Y él fue director titular durante 50 años, tiempo durante el que la ciudad no tuvo ópera porque no quería una dispersión cultural de sus abonados. Creó su público y en la sala que le construyeron en 1888 quería total fidelidad al Concertgebouw.
Esto aportó una cultura sinfónica extraordinaria, pero produjo un atraso respecto de las grandes ciudades europeas en cuanto al conocimiento del repertorio operístico. El camino comenzó a revertirse con la inauguración de la Neederlands Opera hace quince años, teatro en el que el Concertgebouw participa en por lo menos una producción por año.
Mahler, el holandés
De los cuatro compositores que interpretarán en la Argentina, es Mahler el más representativo de una orquesta que tiene un repertorio sin creadores de su propio país.
Gustav Mahler estuvo muchas veces en Amsterdam para dirigir sus propias sinfonías, invitado por el padre de esta orquesta, Willhelm Mengelberg. Desde entonces, sus sinfonías fueron un repertorio obligado, que ya había sido grabado por Bernard Haitink, director titular durante 25 años, hasta la llegada de Chailly.
"Ahora es fácil para mí hablar de la alegría de hacer Mahler con el Concertgebouw y esta Quinta Sinfonía que fue un encuentro idílico entre la orquesta y yo. Pero fue un progreso de años", recuerda el director italiano, que hizo su despegue internacional al frente de la orquesta Sinfónica de Radio Berlín y el teatro Comunale de Bologna.
Semejante historia no hizo fácil el comienzo de la gestión a Chailly. "Ellos estaban habituados prácticamente a un solo modo de seguir Mahler, con una cierta visión. La mía es más contemporánea y ligada a la música del 900. Es una lectura innovadora que renovaba la interpretación misma, pero teniendo presente esa tradición que yo estudié por años a través de todas las documentaciones posibles".
Cuando Chailly se encontró con la orquesta holandesa llevaba trazado también su propio recorrido con la obra del compositor posromántico. En el proceso de estudio e interpretación, la fascinación fue en aumento ya que asegura haber descubierto "la asombrosa modernidad de este autor".
La grabación de la integral de Mahler, para el sello London llegó el año último a la Sinfonía Nº 5, con su marcha fúnebre inicial que remite a la otra Nº 5, la de Beethoven. Y sobre todo el Adagietto, el cuarto movimiento para cuerdas solas y arpa, el fragmento más conocido del compositor bohemio desde que Luchino Visconti lo utilizó para el film "Muerte en Venecia", basado en la novela homónima de Thomas Mann, cuyo personaje principal estuvo inspirado en parte en el propio Mahler.
-En la reciente grabación de la quinta sinfonía de Mahler se nota un minucioso trabajo con las numerosas indicaciones que tiene la partitura.
-Amo la partitura en sus detalles y la fidelidad al texto. En la quinta sinfonía, Mahler marca una nueva era dentro de su producción sinfónica. Especialmente en el Scherzo , lleva la orquestación a límites de extremos absolutos. Pasa de las dinámicas más violentas a las más íntimas y profundas. Y esto necesita de mucha atención en la concertación y al mismo tiempo, implica en sí misma una modernización de la lectura, porque en la tradición posromántica estos extremos de Mahler, de dinámica y de cambios de tiempos inmediatos, sin preparaciones no eran respetados. La tradición posromántica tiende a ablandar esta modernidad, a hacerla más "estética" menos violentamente moderna. A mí me place en cambio, su modernidad casi abrasiva.
-¿Por qué pasó esto si Mahler dejó muchas indicaciones en la partitura?
-El escribió tanto porque era un gran director de orquesta y sabía del peligro de los malos entendidos de parte de los directores de orquesta por lo que indicaba mucho los detalles de cómo dirigir técnicamente su música. Pero, por otra parte no ayuda a los directores con el metrónomo. Sólo hay indicaciones metronómicas en "Das Klagende..." y la primera sinfonía. Después sigue el pensamiento de un principio wagneriano de la composición en el que el impulso del tempo de la batuta debe sacarse de la interpretación y de la lógica de la escritura de la partitura no de la voluntad preestablecida del metrónomo. Esto es muy interesante porque por una parte ayuda al director por el otro no.
- Es el caso del Adagietto , que tiene tantas duraciones diferentes según cada director...
-Están los extremos enormes. En italiano etto implica un diminutivo. Esto quiere decir "pequeño adagio", que se ubica entre dos enormes movimientos que son el Scherzo y el Finale. De hecho, es una sinfonía en cinco movimientos, pero que forma tres partes. y el adagietto debe ligarse con el Finale. También ahí, a pesar de la gentileza, de la melodía extraordinaria de los violines primeros es bueno lograr un tiempo que fluya, pero que no sea apurado, como lo hacía Mengelberg que lo hacía en siete minutos y medio.
-¿Cuál es la diferencia entre su generación de directores y las anteriores generaciones?
-Pienso que el director tenía más libertad, menos especialización que ahora. A mí no me gusta ser un director especializado. Esto se ve en mi repertorio, que es muy amplio, porque amo la libertad constante de encarar autores diversos. Directores italianos como Tullio Serafín o Gino Marinuzzi, que estuvieron muchos años en el Colón, eran famosos como directores de ópera. Pero al mismo tiempo, tenían una intensa actividad sinfónica. Había mucha libertad de pensamiento. Eran experiencias diferentes, pero contemporáneas entre sí.
-Pero usted investiga y estudia aún más allá de las partituras en sí.
-Cuando hay un autor preferido, creo mucho en la congenialidad natural entre el director y el compositor. son encuentros especiales. Yo dirijo muchos autores, pero creo tener una afinidad especial por mi modo de sentir la música con autores muy distantes entre sí. Mahler, Rossini, Wagner, son compositores diferentes que amo con la misma pasión.
-Pero no interpreta con el mismo estilo.
-No, son opuestos. Rossini y Wagner están en las antípodas. Ahí se ve la flexibilidad del director de orquesta y el conocimiento del estilo que haya necesidad de profundizar.