Borat Subsequent Moviefilm
4 estrellas y media
La película trata sobre... bueno, ¿acaso importa? Es Borat.
Y el título completo de la secuela, Borat Subsequent Moviefilm: Delivery of Prodigious Bribe to American Regime for Make Benefit Once Glorious Nation of Kazakhstan[Entrega de prodigioso soborno a régimen americano para hacer beneficios para nación que fue gloriosa, Kazajistán] lo dice todo. Pasaron 14 años desde que Borat Sagdiyev (Sacha Baron Cohen) llegó a Estados Unidos y se la agarró con los valores americanos. Entre otras cosas, rompió por accidente 400 dólares en chucherías de la Confederación y llevó una bolsa de mierda a una cena elegante.
¿Cuántas vidas pasaron desde el año 2006? En el clima político y mediático actual, es una eternidad. Y para Borat Sagdiyev un poco también. Tuvo varios hijos. Se transformó en una celebridad mundial, tanto en la vida real como en la docuficción. Pero también se transformó en la vergüenza de su Kazajistán natal, y por eso en la nueva película tiene mucho que recomponer (algo que no podríamos haber anticipado, pero que el momento actual hizo imposible evitar).
Su misión (no puede no aceptarla) es volver a poner a su país en el mapa amigándose con Estados Unidos de América: un "regalo sexy" para alguien de la administración Trump, especialmente para el "Vice-Agarra-Conchas" Mike Pence. Debía ser un mono sexy. Digamos que el primate sucumbe a las dificultades de un largo viaje internacional. ¿No estamos agradecidos, entonces, de que Borat tenga una hija que pronto será joven y bella? Es también una trampa en proceso para un país que uno querría pensar que es demasiado inteligente para estos trucos.
Pero bueno: las cosas cambiaron. Por empezar, la Borat original fue un éxito internacional, por lo que en 2020 al personaje lo reconocen en las calles, a tal punto que Cohen (quien se suma a las filas de Jay-Z, Steven Soderbergh, y otros famosos que han regresado de sus retiros los últimos años) alguna vez trató de dejar atrás al personaje. No solo está de vuelta, sino que volvió mejor. En lugar de su viejo compañero Azamat, ahora tenemos a la hija de Borat, Tutar Sagdiyev (Maria Bakalova), que prefiere que le digan Sandra Jessica Parker Sagdiyev, por favor y gracias.
Oh, las aventuras, las risas, las calamidades que ocurren. Borat Subsequent Moviefilm salió del mismo molde que su predecesora, que en retrospectiva resulta clarividente en sus ideas políticas. La podrían estrenar hoy y parecería un producto de este caótico momento. La magia que consiguen Cohen, la gran Balakova, el director Jason Woliner y su equipo de guionistas es acercar aquella absurda premisa aún más al presente. ¿Cuán contemporánea es la nueva película? Uno de sus gags más cruciales tiene lugar en una convención de CPAC en la que el vicepresidente Mike Pence dice que, en ese momento, Estados Unidos solo tiene quince casos de coronavirus. En el transcurso de la película, empezamos a ver gente con barbijos y pidiendo distancia social, o directamente abandonada a una actitud negacionista. Ustedes elijan.
Así que cuando decimos historia reciente, queremos decir historia actual; y cuando decimos historia actual, nos referimos a lo que está pasando prácticamente en vivo. Vemos a Pence y Rudy Giuliani (más sobre él pronto), está la instagrammer Macey Chanel dando lecciones sobre cómo ser una sugar baby. Vemos una demostración bastante verosímil de cómo alguien podría infiltrarse en la administración actual de Estados Unidos y sembrar el caos. Y vemos el recordatorio de que Cohen es uno de los pocos comediantes de la actualidad que podría haber hecho esto, y uno de los pocos que todavía logra que nos preguntemos cómo lo hace.
Pero acá es donde deberíamos darnos unas palmaditas en la espalda, o quizás no. Puesto que, ¿dónde estaría Borat sin el resto de nosotros? En la primera película, era la sencillez con la que este "extranjero" le preguntaba a un vendedor de armas qué pieza era mejor para defenderse de los judíos y la franqueza con la que el vendedor le contestaba. Era un grupo de estudiantes blancos diciendo que las minorías tenían todo el poder en este país, ¿y sabés qué? Necesitamos la esclavitud. Damas y caballeros: los primeros 2000.
En la nueva Borat, esos gags son evocados, pero también superados por los nuevos: una estilista que aconseja al dúo protagónico qué tintura de cabello es mejor para una familia racista. Una vendedora de ropa que elige un vestido que parece decir: "‘No’ significa ‘sí’". Un cirujano plástico que está feliz de imitar los contornos de una nariz judía. Estos gags están obviamente cargados. También son lo que parecen: el subtexto es el texto, incluso cuando Borat pide que le escriban "No nos van a reemplazar los judíos" en una torta. ¿Qué apostás a que nadie le hace ninguna pregunta? ¿Qué apostás a que un pastor que trabaja como anti-abortista escucha que la hija de Borat está embarazada de Borat y no lo condena? Jesús, le asegura (a él y a nosotros), no comete errores. El buen cristiano no juzga.
Es todo tabú. Es todo imposible. Más allá de los esfuerzos recientes de limitar sus daños, no se lo puede explicar por la edición y el montaje. Borat, el personaje, es puro grotesco: exotismo sobreactuado, inesperadamente peludo, cargado de frases hilarantes, extraños valores y una bolsa de vello púbico en el bolsillo. Pero el chiste siempre fue esa extraña mezcla de valores americanos: un nivel de ignorancia que nos vuelve susceptibles a todo, y un nivel de amabilidad, en particular en el sur, que lubrica un poco esa ignorancia.
Excepto que es el año 2020. El nuestro es un mundo post-Borat, movido por las redes sociales, con cámaras en todas partes, y décadas de lugares comunes de la TV de realidad pulsando en nuestras venas. También es un mundo en el que, en el frente de la ignorancia, la conspiración viaja a la cima. Uno esperaba que hoy seríamos un poco más sabios. Pero Cohen es un maestro de la ironía. Hay un fragmento sobre el negacionismo del Holocausto que, por más que venga haciendo el chiste desde el 2006, hace que te dobles de la risa y, además, es una sátira aguda e inteligente. Salís de la película mordiéndote los labios por spoilear todo (¡la escena de la sinagoga! ¡el nacimiento en el baño! ¡el porno de iPhone!). Pero no lo hagamos. Lo que sí se puede decir está todo acá: Covid, conspiraciones del #pizzagate ("¿Hilary Clinton se tomó la sangre de los niños?"), Jeffrey Epstein; todo. Una mezcla psicótica de titulares y dilemas políticos tan impenetrables como una maraña de cables con la que no podemos evitar tropezarnos.
El encanto de Borat Subsequent Moviefilm no es solo que se ocupe de la presidencia de Trump o, mejor aún, de Estados Unidos bajo el gobierno de Donald Trump. El encanto pasa por el modo fresco e improbable en que Cohen y sus colaboradores lograron poner todo esto en funcionamiento. La pregunta cuando terminan ambas películas de Borat es no solo cómo lo logró Cohen, sino cómo hizo para sobrevivir. ¿Por qué nadie lo cagó a palos?
Quizás lo hicieron, y no lo vemos. Por cierto, esta semana la gente va a querer hacerlo. La imagen de Giuliani poniéndose la mano bajo los pantalones frente a una mujer joven ya se viralizó. Tratándose de Borat, se puede asumir que no es el único remate de la escena. Cohen y su creación siguen golpeando, y golpeando, y golpeando, hasta que el riñón de Estados Unidos está apropiadamente abatido. Y es el carácter electrizante lo que hace que la película sea tan buena: los peligros a los que Cohen se tira de cabeza, contra todo sentido común. Es la ominosa eficiencia de cada uno de sus golpes. ¿Y la piña final, la risa que lo resume todo? Es un knockout. De repente; no te la ves venir. Es el chiste que necesitás.
Por K. Austin Collins - Desde Rolling Stone USA
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