Canto a la amistad y al idealismo
"Diarios de motocicleta" (EE.UU.-Gran Bretaña-Argentina/2004, color). Dirección: Walter Salles. Con Gael García Bernal, Rodrigo de la Serna, Mía Maestro, Mercedes Morán, Jorge Chiarella, Gustavo Bueno, Antonella Costa, Erto Pantoja, Jean Pierre Noher, Susana Lanteri, Brandon Cruz, Vilma M. Verdejo. Guión: José Rivera, basado sobre los libros "Diarios de motocicleta", de Ernesto Guevara, y "Con el Che por Latinoamérica", de Alberto Granado. Fotografía: Eric Gautier. Música: Gustavo Santaolalla. Edición: Daniel Rezende. Productor ejecutivo: Robert Redford. Presentada por Buena Vista Internacional. Duración: 125 minutos. Apta para todo público.
Nuestra opinión: muy buena
Es un film sobre Ernesto Guevara, pero no un film político. Al afrontar este proyecto impulsado por Robert Redford, Walter Salles -lo ha declarado en más de una oportunidad- quiso tomar distancia del mito. Si se aproximó a la figura juvenil de Ernesto Guevara -o más exactamente a la aventura viajera que vivió por Sudamérica en 1952, mucho antes de convertirse en el Che-, no fue para componerle un prólogo a la medida de la romántica leyenda que lo ha sobrevivido ni para descubrir las señales de su futura elección ideológica. El viaje de este muchacho introspectivo y algo tímido, al que todavía todos llamaban Fuser, y de su amigo, el carismático y expansivo Alberto Granado, es el mismo que muchos otros jóvenes hicieron o soñaron hacer: un viaje de aventura, de aprendizaje y de crecimiento, en busca de otra gente y otras realidades. En el fondo, también, en busca de sí mismos.
Salles prefiere eludir o minimizar las referencias a lo ideológico para subrayar el problema ético que se plantea ante la evidencia de la injusticia. Enfrentados a la dura realidad de la que toman conciencia a lo largo de su travesía por el continente, sus juveniles protagonistas reaccionan llevados por una necesidad interior, conforme a su espíritu generoso y humanitario. El realizador celebra el sueño juvenil, el idealismo, la amistad, el desinterés. Ernesto y Alberto no son héroes, sus pasos no trazan epopeya alguna: son más bien como un Quijote y un Sancho que tropiezan muchas veces a lo largo del camino y viven sus aventuras -algunas picarescas o cómicas, otras tiernas, penosas y hasta desgarradoras- con la naturalidad y la franqueza de su edad. Cuando concluya el recorrido -primero de Buenos Aires al Sur, tras una estación romántica en Miramar, y de ahí a Chile a bordo de una vieja moto que irá desvencijándose hasta dejarlos de a pie; después, al Perú de los incas y a un remoto leprosario en el Amazonas antes de alcanzar el destino final en Venezuela-, ya no serán los mismos que viajaban sólo "por viajar", como han respondido ante el estupor de los exhaustos migrantes en busca de trabajo.
Franqueza y emoción
"Diarios de motocicleta" es un film franco, honesto, sencillo, algo desparejo por la propia estructura episódica de una road movie (no todas las peripecias son igualmente interesantes, graciosas o emotivas, aunque todas rezuman sinceridad), pero carente de golpes bajos y de retórica. El guión es lo suficientemente conciso como para que las propias acciones revelen tanto el carácter de los personajes como el proceso interior que viven y las emociones que los guían en contacto directo con un continente del que sólo sabían por los libros y que ahora les muestra, además de la variedad y la belleza de su paisaje, su imagen más penosa: el rostro humano de la indigencia, el desamparo, el olvido, la exclusión.
Podrá juzgarse que la mirada es superficial (y también que la elección hecha por Salles lo exime de encarar el retrato crítico de una figura tan controvertida), aunque está visto que el realizador brasileño no se propone ahondar en el examen de problemas sociales y económicos que en buena medida todavía subsisten, sino dirigirse a la sensibilidad del espectador e invitarlo a compartir algo de la experiencia vivida por sus personajes (y también por él y su equipo, según ha declarado, cuando los preparativos del rodaje los llevaron a transitar por los mismos lugares).
El providencial encuentro con dos hermanitas chilenas, la charla nocturna con la pareja de mineros peruanos, la travesía por el Amazonas, el encuentro con el médico aspirante a escritor que les facilita el ingreso en el leprosario de San Pablo y la dura rutina en ese establecimiento donde el río separa a los sanos de los enfermos son episodios que contienen ricos logros expresivos, si bien la escena más conmovedora -la que proporciona su remate emotivo al film y se abre a una lectura metafórica acerca del destierro social y la utopía- está sobre el final, cuando el muchacho responde al impulso solidario y da una muestra de fe, coraje y determinación.
El buen oficio de Salles asegura la coherencia formal del film, que tiene firmes sostenes en la fotografía de Eric Gautier y la sugerente música de Gustavo Santaolalla. Su lenguaje accesible y tibiamente emotivo encuentra un socio inmejorable en Rodrigo de la Serna, que con la vivacidad, el desparpajo y la simpatía de su Granado genera la atmósfera de cariñosa complicidad a la que Gael García Bernal no le cuesta sumarse. Aunque por momentos pueda percibirse en el mexicano cierta tensión, quizá por el compromiso de personificar al muchacho que fue Guevara, sale airoso cuando concibe a su personaje como un simple joven recto e idealista, frágil y lleno de dudas como tantos otros pero también como ellos animado por el deseo de fraternidad, honestidad y justicia.
La breve imagen de Alberto Granado repitiendo el gesto de la despedida al amigo medio siglo después aporta una cuota extra de sincera emoción, a la que se suma la bella canción de Jorge Drexler que acompaña los títulos.
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