Cazadores de tesoros en aguas del Caribe
"Azul extremo" ("Into the Blue", EE.UU./2005, color; hablada en inglés). Dirección: John Stockwell. Con Paul Walker, Jessica Alba, Scott Caan, Ashley Scott, Josh Brolin, James Frain, Tyson Beckford. Guión: Matt Johnson. Fotografía: Shane Hurlbut. Música: Paul Hansliger. Edición: Nicolas De Toth y Dennis Wirkler. Presentada por Fox. 108 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: regular
Sobre el verde-azul de las aguas del Caribe, escenario casi excluyente de esta aventura entre cazadores de tesoros, aventureros, narcotraficantes, buzos y tiburones, todo resulta muy fotogénico: los peces de colores, la flora submarina, la sobreexpuesta piel bronceada de señoritas esculturales y muchachos atléticos, la más oscura de los nativos; también los sofisticados equipos que hacen falta para sumergirse hasta las profundidades donde lo mismo pueden encontrarse los restos de un barco pirata de hace dos siglos o los de un avión que una tormenta sepultó allí hace dos semanas. (Ni una ni otra nave son demasiado buscadas: la primera porque se la cree de leyenda; la segunda porque su vuelo era clandestino: venía repleta de cocaína.)
En el agua -o más exactamente: bajo el agua- transcurre el ochenta por ciento del cuento, lo que no deja de tener sus ventajas: primero, porque obliga a los personajes a mantenerse callados y dedicarse a nadar y lucir sus siluetas, que es lo que saben; segundo, porque el espectáculo captado por las cámaras submarinas distrae un poco de las torpezas del guión -si así puede llamársele a este encadenamiento de escenas elementales-, que en tierra firme se hacen inocultables.
Entre piratas y tiburones
Tras el breve prólogo de catástrofe aérea con el que Hollywood hace su aporte semanal al terror de los pasajeros aprensivos, el film se instala en el paraíso de las Bahamas, donde Jared y Sam viven su versión playera del "contigo pan y cebolla", lo que incluye ropa minúscula, mucho sol, constantes zambullidas y la convicción de que no habrá dinero ni poder capaz de separarlos.
La anfibia y romántica parejita tiene como héroe a un legendario pirata que fue capaz de abandonar una fortuna por amor, no obstante lo cual ellos siguen en busca de ese u otro tesoro. Pero cuando llegan Bierce y Amanda (él es íntimo amigo de Jared; ella, su pareja ocasional), y se ponen los cuatro a bucear juntos, todo empieza a complicarse: de tanto recorrer las profundidades, tropiezan no con uno sino con dos tesoros, y ya se sabe cuánta codicia y cuánta envidia puede generar tamaño golpe de suerte.
La entereza moral se pone a prueba, los malvados no tardan en aparecer y hay (en el agua, claro), peleas, persecuciones, disparos, muerte y mucha acción confusa (la destreza narrativa no es el fuerte de John Stockwell). Al final, hasta los tiburones se entreveran en el asunto.
De tan rudimentario, el guión puede dar risa; los actores son fotogénicos e inexpresivos, y la fotografía, vistosa. Pero para apreciar el paraíso de Bahamas bastaba un buen documental turístico.
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