Pese a la presencia de dos grandes estrellas como Dwayne Johnson y Chris Evans, y con un arsenal de efectos visuales a disposición, la trama no supera la medianía y pierde todo el tiempo el eje narrativo
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Código: traje rojo (Red One, Estados Unidos/2024). Dirección: Jake Kasdan. Guión: Chris Morgan. Fotografía: Dan Mindel. Música: Henry Jackman. Edición: Steve Edwards, Mark Helfrich y Tara Timpone. Elenco: Dwayne Johnson, Chris Evans, J. K. Simmons, Lucy Liu, Bonnie Hunt, Kristofer Hivju, Kiernan Shipka. Duración: 123 minutos. Distribuidora: Warner. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: regular.
Lo primero que nos trae Código: traje rojo es una advertencia. Aunque estemos a principios de noviembre, ya tenemos que estar listos para recibir a pleno el espíritu navideño que nos llega cada año desde la pantalla. Las producciones destinadas a acompañar los ritos de fin de año (holiday season, como la llaman en el hemisferio norte) tienen para Hollywood la importancia, el valor y el alcance propio de un género como el drama, la comedia o el thriller. Por eso, cada temporada a esta altura nos encontramos, sobre todo en la TV paga o en las plataformas de streaming, con un desfile enorme de relatos amables e inspiradores que hablan de reconciliaciones, perdones, arrepentimientos y buenos propósitos mientras cae la nieve y se escucha toda clase de versiones de esos típicos temas que funcionan en el cancionero popular estadounidense como equivalente de nuestros villancicos.
De toda la avalancha de contenidos navideños modelo 2024 que nos espera, Código: traje rojo tomó la iniciativa. No solo es el primero, seguramente es el más grande y ambicioso de todo lo que está por llegar. En este caso, Amazon proveyó recursos de sobra como para desplegar un monumental arsenal de efectos visuales y la ambición de este producto también queda a la vista a partir de la presencia de dos estrellas tan poderosas como Dwayne Johnson y Chris Evans. El problema es que la historia, confusa y rebuscada, desaprovecha todas las posibilidades que se le ofrecen en 123 minutos que llegan a hacerse interminables.
Todo es confuso y arbitrario desde el comienzo en el guion de Chris Morgan, autor de la mayoría de las tramas de la serie de Rápidos y furiosos. El título original (Red One) asocia al avión presidencial de Estados Unidos con el gigantesco trineo traccionado por renos voladores desde el cual Santa Claus (J. K. Simmons) cumple su misión navideña alrededor del mundo. Varios cazas supersónicos escoltan la salida desde un aeropuerto secreto y el barbado Santa, con gimnasio propio para mantenerse en forma porque el desafío es mayúsculo, cuenta con guardaespaldas y jefe de seguridad propio (Dwayne Johnson).
En el medio surge la historia paralela de Jack O’Malley (Chris Evans), que de chico era escéptico frente a la magia navideña y de grande vive indiferente al mundo vendiendo su talento como hacker a cualquier inescrupuloso dispuesto a aprovechar esas ventajas. Una de esas operaciones deriva en el secuestro de Santa Claus, la activación de un gran operativo para rescatarlo y, como es de imaginar, un camino para la redención de un personaje lleno de imperfecciones, empezando por su irresponsabilidad como padre.
Ese costado aleccionador se incorpora de manera demasiado explícita a una comedia de acción sin brújula en la que se mezclan conspiraciones, visitas a lugares míticos como el reducto del temible Krampus (clásico personaje terrorífico de Navidad en la mitología nórdica) y algunos chistes autoparódicos del cine de superhéroes. Mucho menos se luce la villana de turno (la rubia y desabrida Kiernan Shipka), hechicera punk que pone cara de mala todo el tiempo.
Como el trineo de Santa Claus en el momento del secuestro, la película pierde muy rápido el rumbo y Jake Kasdan, un creador de comedias muy atendibles que aquí parece estar al frente de un proyecto en el que no cree del todo, nunca logra enderezarlo. Todo queda aplastado por la avalancha digital y la desaprovechada presencia de Johnson (cuyo lugar en la trama termina siendo poco relevante más allá de la fotogénica presencia de siempre) y de Evans, que no da pie con bola desde que se sacó el traje del Capitán América.
Queda solo el modesto consuelo de disfrutar, al principio y al final, de un par de escenas dominadas por el oficio y la gracia de Simmons, un actor que jamás defrauda. Código: traje rojo es como el paquete envuelto para regalo más grande y llamativo que aparece junto al árbol de Navidad hasta que, cuando lo abrimos, casi no hay nada adentro. Eso sí: lo poco que vemos, convencional y rutinario, llega presentado con una vistosa decoración, seguramente la más cara de todas.
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