Hace dos décadas, por razones que hasta hoy resultan difíciles de entender, Richard Gere fue el único integrante principal del elenco de Chicago que no obtuvo una nominación al premio, pese a haber ganado el mismo año el Globo de Oro y recibir innumerables elogios por su multifacético aporte a la película
“Me molestó mucho”. Richard Gere mantiene hasta hoy congelado y fijo en su memoria, como si el tiempo se hubiese detenido en ese momento, el recuerdo de lo que vivió aquella tarde del 11 de febrero de 2003 cuando el elenco principal de Chicago se juntó en un hotel de París para seguir en directo el anuncio de las nominaciones de ese año al Oscar. El veredicto de la Academia de Hollywood lo dejó muy mal y cualquiera que le pregunte ahora sobre lo que pasó encontrará en el actor la misma expresión amarga y llena de desilusión que tuvo en ese momento.
Gere estaba en ese momento especialmente ansioso y también entusiasmado por la posibilidad de ganar por primera vez en su carrera una candidatura al premio más importante de la industria de Hollywood. Desde su pinta arrolladora y un indiscutido carisma de estrella, el astro de sonrisa irresistible y ojos rasgados se sentía más cerca que nunca del Oscar. Era la coronación de una trayectoria que lo había llevado a lo largo de las dos décadas previas a convertirse en uno de los favoritos del público de todo el mundo.
La crítica más rigurosa, a su tiempo, también había reconocido los destellos de su talento interpretativo en las mejores películas que hizo hasta ese momento: Días de gloria, Gigoló americano, Reto al destino, Cotton Club, Mujer bonita. Destacados directores como Terrence Malick, Robert Mulligan, Paul Schrader, Francis Ford Coppola, John Schlesinger, Sidney Lumet y Taylor Hackford habían confiado en él. Hasta Akira Kurosawa llegó a convocarlo para protagonizar Rapsodia en agosto, su penúltima obra.
De todas ellas, Gere sabía que Reto al destino y Mujer bonita eran las preferidas por sus admiradores más genuinos, pero al mismo tiempo sentía que el de Chicago era el papel de su vida. Allí se convirtió en un personaje completo, capaz de todo. Actuó, cantó, bailó y, sobre todo, sorprendió a todo el mundo con la amplitud de sus destrezas frente a la cámara. Llegaba además al momento del anuncio de las nominaciones con la felicidad de haber ganado tres semanas antes el Globo de Oro como mejor actor protagónico de comedia y/o musical. ¿Qué mejor respaldo para alcanzar por fin un lugar entre los candidatos al Oscar?
“Me acuerdo muy bien de ese momento –recordó Gere al hablar del tema con The Hollywood Reporter en 2017-. Se podían escuchar los whoooa cada vez que aparecía una nueva nominación”. Entraron en la lista todos los actores principales de Chicago (Renée Zellweger, Catherine Zeta-Jones, John C. Reilly, Queen Latifah). “¡Hurra! El siguiente. ¡Bravo! El siguiente. Luego llegó el silencio. Y un momento en el que solo se sentía el ¡oh! De todo el mundo. Estaba esperando que mi nombre apareciera y me pasó por alto. Eso me afectó mucho”, agregó el actor, que hoy tiene 74 años.
La injusticia que cometió la Academia ese año con Gere quedó completamente a la vista en ese episodio. Y se confirma cada vez que volvemos a ver Chicago, uno de los 10 musicales que ganaron el Oscar a la mejor película. La historia del premio no registra otro triunfo similar para el género desde ese momento. El último en recibir ese reconocimiento fue la adaptación dirigida por Rob Marshall de la célebre creación de John Kander (música) y Fred Ebb (letras), detrás del cual siempre aparece en plenitud la impronta y el estilo de Bob Fosse.
“¡Damas y caballeros, presentamos al Pico de Oro, al Príncipe de la Corte. El único, el inigualable Billy Flynn!”, dice la voz en off que nos introduce en el mundo del más astuto abogado de la historia de los musicales. Hay que esperar 35 minutos para que Gere aparezca por primera vez y empiece a mostrar todo el amplísimo rango de su personificación en el cuadro inicial que lo tiene como figura excluyente: “All I Care About”.
La personalidad de Flynn le cabe a Gere como anillo al dedo para desplegar todo su poder de seducción. La ropa elegante, el cigarro entre los dedos, el lujoso bufete y las maneras de un hombre acostumbrado a codearse con el lujo y la buena vida son las herramientas de las que se vale el personaje para mostrar cuál es su lugar en el mundo y cómo ve al resto de sus semejantes. La simpatía natural de Gere, expuesta aquí en plenitud desde el primer momento, hace el resto.
Quedan visibles destellos en Billy Flynn de aquella identidad poderosa de símbolo sexual que definió desde el comienzo la carrera en el cine de Gere. También bajo la piel de un abogado astuto y manipulador aparece la estampa del galán irresistible. Lo sabe muy bien Roxie Hart (Zellweger), a quien acude para evitar la peor condena en el juicio que se le viene encima desde que al principio de la historia es acusada de matar a un hombre.
No será la única: los servicios profesionales (y la telaraña seductora) de Flynn también alcanzarán a la enemiga íntima de Roxie, Velma Kelly (Zeta-Jones). Las dos están unidas por un crimen que las llevará a la cárcel y, simultáneamente, a la conquista de los escenarios de un mundo en el que todo era jazz. La música, el baile, el romance, la intriga.
Gere lleva al personaje a moverse con la misma liviana destreza en los cuadros musicales y las escenas dramáticas, que la película intercala todo el tiempo. En el primer caso canta y baila y en el otro solamente lo vemos actuar, pero en el fondo no parece haber diferencia alguna entre una dimensión y otra. Gere no parece tener los pies en el suelo en ningún momento. Se desplaza por el escenario con una agilidad admirable, la misma que luce todo el tiempo en los cuadros musicales con talentos inesperados hasta ese momento.
“Nunca fui bailarín –confesó Gere en una entrevista previa al estreno de la película-, pero el director Rob Marshall me presentó una coreografía que resultaba natural, muy afín a mis movimientos. Si llego a aparecer muy hábil y eficaz, el mérito hay que dárselo a los excelentes bailarines que están a mi lado en cada cuadro”.
Sorprendió también a muchos el buen oído de Gere en la película. Su participación como cantante es especialmente destacada, sobre todo en “Razzle Dazzle”, uno de los cuadros fundamentales de la trama de Chicago y el que más lucimiento le da al personaje de Billy Flynn. Lo que pocos sabían antes de esta película es que Gere tenía antes de llegar a Hollywood una carrera previa hecha en la música, sobre todo alrededor de los musicales de rock que tanto éxito tuvieron en las décadas de 1960 y 1970.
A esas dotes danzantes y vocales el actor le sumó un envidiable estado atlético. Gere, que tenía 53 años cuando filmó Chicago, agradeció su buena forma física al entrenamiento como gimnasta que recibió cuando era estudiante de la Universidad de Massachusetts. Lo único de todo el desafío que le costó, según propia confesión, fue el zapateo americano.
El excelente cuadro “Tap Dancing Around the Witness”, en el que Gere recurre a ese estilo mientras expone su alegato final en el juicio oral contra Roxie Hart, resultó el más esforzado de todos para el actor. “Todo eso del zapateo americano fue una lucha. Tuve que sufrir un mes entero de humillaciones y dolor antes de lograr algo decente”, reconoció aquella vez.
En pantalla ni siquiera se nota el esfuerzo. Gere baila tap como si hubiese hecho algo así toda la vida. El cuadro cierra una presencia protagónica poderosa y magnética concentrada en 90 de los 120 minutos de la película. Bien mirada, la película le concede atención preferencial a las andanzas de Roxie y Velma durante la primera media hora y en el gran cuadro final, una vez conocido el veredicto del jurado. Lo demás pertenece en buena ley a Billy Flynn.
Gere se ganó todos los aplausos y reconocimientos por esta película, a excepción del Oscar. ¿Habrá tenido algo que ver en esa omisión el episodio ocurrido en 1993, punto de partida para para el actor un largo “exilio” de las ceremonias organizadas por la Academia de Hollywood? Ese año, Gere fue convocado por los productores de la ceremonia para presentar el Oscar a la mejor dirección artística. En el guión escrito de antemano que debía repetir antes de anunciar al ganador de ese premio había toda una reflexión sobre nombres famosos de la historia de pintura (Monet, Rembrandt, Da Vinci) que serían directores de arte si les tocara vivir en el siglo XX.
Gere dejó de lado esas palabras y prefirió compartir desde el escenario un alegato espontáneo sobre la situación sociopolítica en China, con un llamado de atención sobre los padecimientos de quienes viven en la región del Tibet sometidos por el gobierno autocrático de Pekín. De todos los compromisos humanitarios que se le conocen al actor, la lucha por la autodeterminación en esa región asiática (de la que surge el liderazgo espiritual del Dalai Lama) es el más antiguo.
“Estoy sorprendido con la idea de que hay mil millones de personas viendo esto ahora. Me pregunto si Deng Xiaoping nos está viendo, rodeado de sus hijos y nietos, sabiendo de la horrenda situación que atraviesan los derechos humanos en China, no solo contra su propia gente, sino también contra la del Tibet”, señaló Gere. Allí también exhortó a sus colegas y representantes de la industria a “enviar amor, verdad y una especie de cordura” al entonces máximo líder político chino “para permitir que la gente del Tibet pueda vivir en libertad”.
No fue el único astro de Hollywood que llevó la política al Oscar de ese año. Susan Sarandon y Tim Robbins hablaron del drama humanitario de los refugiados haitianos. El productor de la ceremonia, Gil Cates, se enfureció con estos gestos. Los calificó de “desagradables y deshonestos” y se comprometió frente a la Academia a marginar a Gere y a sus colegas de las futuras transmisiones del Oscar. Ese veto se mantuvo durante los siguientes 20 años, aunque nadie le impidió a Gere estar presente en la fiesta a la que Chicago llegó con un total de 13 nominaciones. Ganó seis estatuillas, entre ellas la de mejor película y mejor actriz de reparto para Catherine Zeta-Jones.
“Aparentemente ya me han rehabilitado. Parce que si te quedas el tiempo suficiente se olvidan de que alguna vez fuiste prohibido”, dijo Gere en 2013. Ese año volvió a sumarse al elenco de presentadores del Oscar. Pero nadie le quitará el mal recuerdo del ninguneo y del desaire que vivió en 2003 en un hotel de París, cuando supo que la actuación más disfrutable de toda su carrera nunca sería coronada con ese premio soñado.
Chicago está disponible en Netflix.
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