Una película que acaba de iniciar su propio largo viaje
Los directores Andrea Testa y Francisco Márquez hablan de su ópera prima, que acaba de ganar el Bafici y parte ahora al Festival de Cannes
En apenas unos días Andrea Testa y Francisco Márquez recibieron muy buenas noticias: La larga noche de Francisco Sanctis, la ópera prima que dirigieron juntos, se quedó con el premio mayor de la competencia internacional del último Bafici y también será exhibida en la prestigiosa sección A Certain Regard del Festival de Cannes, que se iniciará el miércoles de la semana próxima.
Basada en una novela de Humberto Costantini (escritor argentino fallecido en 1987) que se publicó en 1984, la película tiene como protagonista a un gris empleado de una empresa de ventas mayoristas que anhela hace años un ascenso. Cuando todo parece indicar que esa mejora en su trabajo y los pequeños desafíos de la vida familiar son sus preocupaciones más importantes, aparece imprevistamente una mujer con la que tuvo un vínculo en el pasado para hacerle un pedido por demás riesgoso: avisarles a dos personas que, en breve, un grupo de tareas intentará secuestrarlas.
En el film, queda claro, se respira el espeso ambiente de la última dictadura, pero Testa y Márquez logran infundirle al relato ese tono lúgubre sin ser demasiado explícitos.
Esa larga y tensa noche de Francisco Sanctis, interpretado con mucha solvencia por Diego Velázquez, se parece bastante a la que vive el inolvidable personaje de Griffin Dunne en Después de hora (1985), de Martin Scorsese, aunque sin ningún atisbo de comedia. "Estábamos buscando algo nuevo para leer en los puestos de usados del Parque Centenario y encontramos el libro de Costantini. Fue el puestero el que nos recomendó que lo compráramos. Y lo leímos muy rápido, nos atrapó enseguida", cuenta Andrea. "El libro tiene una línea narrativa muy fuerte: el protagonista debe resolver en una noche si se juega la vida o no. Eso es muy buen material para una película sostiene Francisco. Pero la novela está contada a través de una voz interior, es un tipo que se pregunta qué hacer. Eso sí es muy poco cinematográfico. El gran desafío era contar la historia en imágenes, retratar en un cuerpo un pensamiento en ebullición".+
En el libro la sensación es que el personaje no puede esquivar su destino de ninguna manera.
Márquez: Totalmente, pero a nosotros nos interesaba trabajar la cuestión de la voluntad. Cómo el protagonista tiene que asumirse como sujeto político a partir de la aparición intempestiva de este asunto. Por otra parte, es una novela escrita en 1984 y nosotros filmamos en 2015. En todo ese tiempo la sociedad argentina reflexionó bastante sobre el tema de la dictadura y sus consecuencias. Eso nos permitió prescindir de contar algunas cosas que todo el mundo conoce.
Testa: Y al mismo tiempo, el tema sigue muy vigente, está entre nosotros. Hoy se sigue buscando a los nietos de los desaparecidos durante la dictadura. Yo no viví la dictadura y mi familia era parecida a la del protagonista, sin ningún vínculo con la política. Pero con el tiempo inevitablemente me fui enterando de lo que pasó. La enorme cantidad de gente que participó en las diferentes marchas que hubo el día del último aniversario del golpe demuestra que eso sigue interesando, que es un trauma que nos sigue constituyendo. Y también tiene proyección en otros lugares: un español que vio la película en el Bafici me dijo "Mi abuelo no nos habla del franquismo. Ésta también es nuestra historia".
La película generó algunas discusiones luego de su exhibición en el Bafici. ¿Cómo las tomaron?
Márquez: -Hubo gente que se preguntó por qué nos interesaba este tema, si no vivimos la dictadura. Yo les preguntaría a ellos por qué les molesta esta película. Es una historia ambientada en los 70, pero intenta aportar un elemento diferente de análisis de la época. El dilema moral del personaje protagónico es parecido al que podemos tener nosotros hoy, cuando nos preguntamos cómo nos involucramos con la sociedad en la que vivimos, cómo asumimos que somos sujetos políticos. Ese conflicto lo atravesamos todos. Quizás no con la misma radicalidad que lo vive el protagonista de la película, pero lo atravesamos. No vivimos los 70, pero esos años nos constituyeron. Es una época que no se terminó cuando empezó la democracia, como mucha gente piensa. Sus efectos son duraderos. La dictadura vino a imponer un orden social y económico, a barrer con los sueños de una transformacion social. Y las aspiraciones de aquella lucha popular siguen vigentes.
¿Qué esperan del Festival de Cannes?
Testa: En realidad, no esperábamos algo de tanta magnitud. Me acuerdo que egresamos de la Enerc, la escuela del Incaa, y pensamos "bueno, ahora a ver cómo me engancho en el mundo del cine". Dedicarte al cine como corresponde implica dejar de tener un sueldo fijo y ver cómo te arreglás para sobrevivir. Pero teníamos un deseo muy fuerte de hacer una película. Cuando nos enteramos de que ganamos el premio destinado a financiar primeras películas que otorga el Instituto, fue una alegría enorme, tan importante como la de Cannes. Ahora estamos sorprendidos por la repercusión, obviamente. Nos llamaron de medios de todo el mundo. Nos hablan en inglés y nosotros no sabemos casi nada de ese idioma. Es medio una locura, algo desproporcionado para lo que, honestamente, no estábamos preparados.
Márquez: Pensábamos que al estar tan fuera de campo el tema de la dictadura, nadie iba a entender del todo lo que pasaba en la historia, salvo que viviera acá. Pero las devoluciones que recibimos del exterior, de Francia y de Alemania, por ejemplo, nos hicieron entender que el de la película es un tema universal. También sabemos que la película es la misma, con sus defectos y virtudes. Eso no cambió con los premios y el reconocimiento, la seguimos mirando con el mismo espíritu crítico. Espero que estar en Cannes nos facilite filmar de nuevo, siempre con la misma premisa que hicimos la primera: trabajar, trabajar, trabajar.
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