
"Gallito ciego", en la línea del policial
"Gallito ciego. Nada es lo que parece." Producción nacional (2000) presentada por Primer Plano Group. Dirección y guión: Santiago Carlos Oves. Con Gustavo Garzón, Rodrigo de la Serna, Aída Luz, Erica Rivas, Héctor Bidonde y otros. Fotografía: Alberto Basail. Música: Pablo Sala. Duración: 89 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: buena
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Facundo es un muchacho que vive con su abuela en una amplia y antigua casa de un barrio porteño. Necesita trabajo, estímulo para sus estudios y una porción nada desdeñable de comprensión.
Mediante un aviso clasificado conoce a un hombre mayor de apariencia respetable que le ofrece un empleo sin demasiadas perspectivas de progreso. Pero Facundo se conforma con poco y acepta la propuesta. Sin embargo, algo inesperado va a convertir su ilusión en incertidumbre que lo hará ir por un laberinto con pocas posibilidades de salida.
El guión ofrece las posibilidades de confrontar el engaño con la verdad y habla, a su vez, de la soledad y de la búsqueda del amor. En su doble condición de director y de guionista, Santiago Carlos Oves elaboró una historia en la que no faltan personajes reconocibles y conmovedores y un ámbito ciudadano al que una cámara inquieta sigue con indudable pericia.
El film entremezcla, además, una trama de suspenso con un policía corrupto y una gama de criaturas patéticas e impredecibles. Si a algún espectador se le ocurre pensar que la historia de "Gallito ciego. Nada es lo que parece" se acerca a "Nueve reinas", no estará muy descaminado. Pero como las comparaciones resultan odiosas, "Gallito ciego" posee su peso propio, ya que su realizador optó por la sencillez dentro de un entramado que, poco a poco, se va descubriendo en cada escena.
El valor de la sinceridad
Oves es un hábil cineasta tal vez no demasiado reconocido por el público y por la crítica. Posee la apetencia de la sinceridad, sabe narrar sin altisonancias y maneja sus historias con agudeza. Todos estos elementos están presentes en su nueva obra. Pero están, también, algunas reiteraciones en el guión y un manejo de actores casi siempre librados a su suerte. Garzón se inserta sin demasiado vigor en la piel de ese policía que se convierte en perseguidor del muchacho, interpretado con cierta apatía por Rodrigo de la Serna. Entre ambos se desarrollan las situaciones más inquietantes del film, que tiene en Erica Rivas, como esa novia dulce, a una joven actriz que sale muy airosa de su cometido.
Alabar los trabajos de la veterana Aída Luz y del siempre correcto Héctor Bidonde es absolutamente innecesario, ya que sus trayectorias impecables avalan toda ponderación. La fotografía de Alberto Basail y la banda musical de Pablo Sala cumplen eficazmente con sus propósitos. "Gallito ciego..." queda, pues, como una apuesta a la sinceridad y se adentra en la tradición del género policial, olvidado a veces por nuestra cinematografía. Si al film le falta rigor expositivo y una mayor compenetración de sus protagonistas, no por ello deja de cumplir con su cometido de entretener por el camino del suspenso y de cierta pátina de ternura. Lo que no es poco.






