Guillermo del Toro: el regalo de un cuento de hadas para tiempos difíciles
"Hola, soy Guillermo", dice del otro lado de la línea y nada en el saludo ni el resto de la charla telefónica delatará que Guillermo del Toro, que de él se trata, está en plena temporada de premios y que es, de hecho, el favorito de la carrera dorada de Hollywood. Todo gracias a La forma del agua, la película que se estrena el jueves en la Argentina y que con trece menciones resultó la más nominada para los Oscar, que se entregarán en dos semanas. Pero al director mexicano la pompa y las circunstancias alrededor de las alfombras rojas y las estatuillas no lo entusiasman tanto como hablar de su cine y, sobre todo, del cine en general.
"Los premios no se pueden pronosticar, pero lo importante es que en esta temporada están nominadas dos películas de género fantástico que son profundamente políticas: La forma del agua y ¡Huye! Dos fábulas pertinentes a la situación social actual. Ganar o no el Oscar es anecdótico, es demográfico, pero el hecho de que estas dos películas formen parte de la temporada de premios es fundamental para el género fantástico. Porque creo que somos uno de los últimos géneros en ser legitimados. La comedia, el melodrama, el musical, el policial ya superaron esta etapa. Ahora nos toca a nosotros ser reconocidos como herramienta narrativa de importancia y de potencia. Al mismo nivel que los otros géneros, ni mejor ni peor", dice Del Toro, que, si el puesto existiera, podría ser el presidente o el rey de la fantasía cinematográfica actual. Porque nadie defiende y ama a sus monstruos como el director nacido en Guadalajara en el seno de una familia que no comprendía su pasión por los vampiros, los fantasmas, las hadas, los demonios y las criaturas subacuáticas. Ni podía imaginar que un día los llevaría a la pantalla grande en películas como Cronos, El espinazo del diablo, El laberinto del fauno, Hellboy y La forma del agua, su más reciente poema de amor a los bellos espeluznantes.
El film, ambientado en los Estados Unidos de la década del sesenta cuenta la historia de Elisa Espósito (Sally Hawkins), una mujer muda que trabaja como parte del equipo de limpieza de un laboratorio secreto del gobierno al que llega, encerrado y herido, un hombre pez capturado en América del Sur por un despiadado agente (Michael Shannon). A partir de esa premisa se desarrollará lo que Del Toro llama "un cuento de hadas para tiempos difíciles". Una fantasía tan bella como evocativa y que, además de ser la favorita de la temporada de premios, es también la preferida de su realizador. Y así, con amoroso detalle, habla de ella.
-Usted dice que es su película favorita, pero que también fue la más difícil de filmar. ¿Cómo se lo explica?
-De hecho, es la segunda película más difícil que hice. La primera sigue siendo Mimic (1997), que dirigí para la productora de los hermanos Weinstein, una experiencia muy terrible. En el caso de La forma del agua fue complicada de rodar porque necesitaba mucho cuidado a nivel visual, de tono y de mezcla de géneros. Al mismo tiempo es una película que se hizo con la tercera parte del presupuesto ideal. Fueron 19,5 millones de dólares que debían alcanzar para hacer una película que se viera mucho más costosa. Eso provoca un montón de dificultades al filmar. También tuvimos otras complicaciones: temperaturas bajo cero, vientos huracanados, tormentas de arena, accidentes de automóvil, y muchos etcéteras. La película está llena de anécdotas en ese sentido. Pero el resultado es que es el film que más amo de todos los que hice porque también es el más arriesgado .
-¿Hay tormentas de arena en Toronto? ¿Dónde filmaron?
-Nos pasó. En esos días de vientos huracanados fuimos a rodar una escena a una cantera. En la película se ve que la ropa de los personajes vuela, vuela la arena, vuela todo. Aproveché el momento para mostrar que los personajes tienen dificultades para escucharse. Al final fue un accidente con suerte.
-Más allá de esas dificultades, la película parece estar hecha con mucho cuidado por el detalle. Especialmente en la dirección de arte y fotografía.
-Es que el look de una película se consigue con la combinación perfecta de cuatro departamentos: arte, vestuario, fotografía y dirección. Es decir que si tú coordinas la construcción y pintura de un set hacia una gama de colores y combinas eso con una gama de colores de vestuario y eso, a su vez, con el color de la luz, entonces la película adquiere una apariencia casi de pintura. Es un arte pictórico y escultórico.
-¿Ese fue el método aplicado en La forma del agua?
-Estas cosas se planean desde el principio. Siempre intento que el arte y la fotografía sean bellas pero también relevantes desde lo temático. Por ejemplo: el departamento de Elisa está en colores acuáticos y las casas de todos los demás personajes tienen colores de luz y aire, es decir colores ámbar, amarillo, cálidos. El verde, que es el predominante en el film, es el color del futuro. El coche del villano, la gelatina, el laboratorio, los uniformes, todo es verde porque retratamos un momento en el que Estados Unidos estaba obsesionado con el futuro.
-En la trama también aparecen referencias a la Guerra Fría y a los viejos musicales de Hollywood.
-La película tiene dos cosas muy interesantes: una es la temática sobre el "otro", que hay que tener empatía y amor, y no miedo en relación con ese "otro". Y también trata sobre la necesidad de estar en el presente. En la historia hay personajes obsesionados con el futuro, como los militares y los científicos, pero también tenemos otros como Giles, el artista interpretado por Richard Jenkins, que está anclado en el pasado, en el romanticismo de los musicales y vive con el recuerdo nostálgico de su juventud. De hecho, los únicos personajes que están en el presente, que viven el momento, son Elisa y el hombre pez.
-¿Cómo le parece que encaja La forma del agua en el revolucionado contexto actual de Hollywood?
-Creo que lo más importante para una película es la coyuntura en la que se estrena. Llega en un momento de cruces muy bellos. Es un honor y un privilegio que la industria del cine pueda poner el ejemplo, aunque sabemos que la marginación de las mujeres no es exclusiva del mundo del entretenimiento, existe en todos los ámbitos sociales. En América Latina incluso lo vivimos de manera más fuerte y terrible. Puedes estar en la industria zapatera, la bancaria o la de bienes raíces o en el ámbito científico y la discriminación existe igual. Eso se tiene que acabar.
-En los Globo de Oro, Natalie Portman señaló la desigualdad de géneros al presentar la categoría de mejor director, que finalmente usted ganó.
-En lo personal me pareció muy poderoso y hermoso que Natalie pudiera decir aquello de "nominados masculinos para el premio de dirección". Fue muy necesario y potente. Creo que el cambio es vital. Si tenemos alguna esperanza para un futuro como raza humana solo podemos aspirar a esa esperanza juntos. Lo importante para mí es que no existen los "otros", sino que existimos nosotros. Y el cine nos da esa posibilidad de unirnos porque en él nos miramos y redescubrimos que estamos todos juntos. Morimos juntos o vivimos juntos. Esas son las únicas dos opciones.
Creer en los monstruos con amor
"Si te mantienes puro y sigues creyendo en lo que sea que crees, en mi caso los monstruos, todo irá bien". A la hora de dar el discurso de agradecimiento tras haber ganado el León de Oro en el festival de Venecia del año pasado, Del Toro decidió aprovechar la atención del mundo para hablarles a sus colegas, más específicamente a sus pares en América latina, que sueñan y no concretan la película de fantasía que desean. "El género fantástico es voluntaria o involuntariamente, depende del narrador, el más político que existe. Sin embargo en Latinoamérica no se lo considera un género mayor, todo lo contrario. Hay un prejuicio. Lo que he tratado de demostrar en La forma del agua y El laberinto del fauno, entre otras, es que con la fantasía se puede hacer una parábola que permita discutir asuntos políticos, históricos, de manera oblicua pero muy potente", se entusiasma, y explica que por más que su película más reciente esté hablada en inglés y haya sido financiada por un estudio norteamericano, tiene una idiosincrasia tan latina como El espinazo del diablo y El laberinto del fauno, realizadas en España. "Mi llamado es para que los directores latinos con vocación para los relatos fantásticos no se rindan. Si algunos de nuestros narradores literarios más potentes como Borges, Quiroga, García Márquez y Arreola utilizan el género en su obra no entiendo por qué no podemos dar ese paso en el cine. Es importante que lo hagamos sin vergüenza y con amor".
Momento de pegarle al favorito
Desde que se anunciaron las nominaciones a los premios Oscar y en la suma final resultó que La forma del agua era la favorita al competir en trece categorías (mejor película, director, guion original, dirección de fotografía, vestuario, diseño de producción, edición, edición de sonido, mezcla de sonido, actriz principal, actriz de reparto, actor de reparto y banda de sonido), la maquinaria de promoción se puso en marcha. Por un lado, se intensificó la presencia en los medios de La forma del agua, un modo de estar presente en la mente de los votantes de la Academia y de apoyar su estreno en todas partes del mundo. La otra cara de la moneda es que también crecieron las historias que podrían complicar el camino dorado del favorito. Así, el arma elegida esta temporada fue el plagio. Primero alguien encontró un cortometraje de un estudiante de cine holandés que tenía algunas similitudes con la película de Del Toro, una observación que de todos modos no impidió que el film siguiera cosechando premios en su camino al Oscar. Luego, el hijo del dramaturgo Paul Zindel dijo que encontraba muchos puntos de contacto entre la obra Let Me Hear You Whisper, escrita por su padre en 1969 y el film. Finalmente el director francés Jean-Pierre Jeunet aseguró que no solo veía elementos de su película Amelie en La forma del agua sino que también los había de su comedia negra Delicatessen. Todas las acusaciones fueron negadas rotundamente por Del Toro.
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