Kinski, poseído por Niccolò Paganini
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El polaco Klaus Kinski (1926-1991) había trabajado en más de cuarenta películas antes de convertirse en Lope de Aguirre (en "Aguirre, la ira de Dios"), de Werner Herzog, que lo llevó a ser reconocido como un actor en serio. Sin embargo, entre sus sueños siempre hubo uno que lo obsesionaba: el violinista y compositor italiano Niccolò Paganini (1782-1840).
Desde fines de 2004, el canal Europa Europa emite "Paganini" (1989) su segundo largometraje como director y el último de su extensa filmografía antes de su adiós. En la película (que se verá en la trasnoche de hoy, a la 1.30 de la madrugada), Kinski fue acompañado en el recorrido vertiginoso por Viena, Venecia, Génova y París por Deborah Caprioglio Kinski (esposa del actor, por entonces 42 años menor que él), Dalila Di Lazzaro, Bernard Blier, Marcel Marceau y su hijo, Nikolai Kinski, como el pequeño Achille Paganini.
Niño prodigio al que sus maestros reconocían no tener nada más para enseñarle, Paganini se convirtió en un personaje del romanticismo, marcado a fuego por sus aventuras y una aureola mefistofélica capaz de sacar del instrumento sonidos increíbles, explotados hasta las últimas consecuencias en sus propias composiciones.
Kinski estaba convencido de haber vivido las mismas experiencias que el legendario "violinista demonizado", aquel que consiguió poner frenética a la sociedad europea del siglo XIX, una personalidad que el actor director intenta analizar con profundidad y honestidad, porque, como el compositor de marras, era un amante de los excesos.
En verdad, no queda en claro dónde termina la vida de uno y comienza la del otro. Sí, en cambio, que el film, en el fondo, es un concierto monumental en cual Paganini, en su papel de "vampiro maldito con violín" y con su música emocionalmente irresistible, enciende a su público igual que hoy podría hacerlo en un estadio una banda de rock.





