El film de 1979 fue un drama en todo sentido, que confrontó a Meryl Streep con su colega Dustin Hoffman, un actor de método que llevó al set parte de la bronca de su personaje
Los monstruos que nos da el cine o que apila la cultura popular son apenas proyecciones de los verdaderos, esa masa violentas que todos llevamos dentro. Pero en ocasiones afloran. Los actores, especialmente las estrellas, son expertos en manejar su monstruo interior. Su profesión casi puede reducirse a eso. Pero existen momentos donde lo que aparece es algo incontrolable y peligroso: cuando el talento mayúsculo debe competir, mano a mano, grito a grito, con otro talento mayúsculo. Digamos, por ejemplo, que se crucen Dustin Hoffman y Meryl Streep. Digamos que eso sucedió. Digamos que la primera y mejor versión de Godzilla Vs. Kong no se mostró -casi- ante las cámaras y tuvo otro título parecido: el rodaje de Kramer Vs. Kramer. Nunca más esos dos monstruos volvieron a coincidir en la pantalla. Nunca más, a pesar de que fue su trabajo el que hizo de ese film mediocre el gran ganador de los Oscar de 1980 con seis estatuillas, entre ellas mejor película (le ganó a Apocalypse Now y All That Jazz), mejor director (Robert Benton superó a Francis Ford Coppola y Bob Fosse, obviamente), mejor guion adaptado y, final de finales, mejor actor para Hoffman y Mejor actriz de reparto para Streep. Para estos dos talentos, la victoria fue, quizás, pírrica.
Kramer Vs. Kramer hoy es una película más o menos conocida pero, en cualquier enciclopedia de cine, será una nota al pie. Fue una operación comercial perfecta: un best seller sobre gente común sobre un tema candente (el divorcio y la paternidad), una estrella ampliamente conocida (Hoffman), un director competente y un guion fácil. Quien lea la novela de Avery Corman, verá que, como casi todos los best sellers construidos para ser adaptados, se hace solo: basta un poco de orden y retoque en los diálogos y es suficiente para tener un guion filmable en poco tiempo.
Hoffman estaba entonces en la cima del mundo: en esa década de los 70 llena de “antigalanes” (que terminaban funcionando como tales, pero es harina de otro costal), competía con Al Pacino y Robert De Niro por ser el garante de la taquilla “seria y adulta”. También era la era estelar de Roy Scheider, Richard Dreyfuss y Gene Hackman, pero todos estaban un paso detrás -otra vez, taquilla mediante- de ese trío. Los lindos bien, gracias: Redford quizás, pero a fines de los 70 en estado menguante y pasándose a la dirección (un año después, ganaría el Oscar como realizador por Gente como uno, otro drama de personas comunes, otra película “nota al pie”). Como fuera, fue el nombre de Hoffman el que avaló la financiación de la película, así como el número de ejemplares vendidos.
No era poco: Hoffman había hecho a esa altura El graduado (aún una de las 10 películas más vistas de la historia, con números actualizados por inflación), Papillón y Perros de paja. Todos éxitos, aunque todavía no había realizado su mejor película (Tootsie, su trabajo más perfecto y la prueba de que la comedia es mucho más difícil que el drama). Podía entonces tomar decisiones respecto del elenco. Después de todo, analizados todos los factores, Kramer... era un vehículo para Hoffman, casi específicamente diseñado para que el actor obtuviera el premio que hasta entonces le era esquivo. De todos modos, aunque el actor era la primera opción, tardó en aceptar ser ese ejecutivo publicitario llamado Ted Kramer (luego se lo ofrecieron a James Caan, Jon Voight y Al Pacino). Su excusa: acababa de divorciarse de modo problemático y atravesaba una depresión. Pero terminó aceptando. Sólo era necesario entonces tener un nene capaz de actuar y un par de figuras femeninas que cumplieran con la trama. No más que eso.
Una tragedia privada
No demasiado lejos de las oficinas donde se decidía la producción de Kramer... se desarrollaba un drama romántico que puede considerarse no “una de las” sino simplemente la más conmovedora historia de amor (y de amistad) que vio Hollywood. Meryl Streep tenía 26 años cuando coincidió con John Cazale (42) en el teatro, en una puesta de Medida por medida, de William Shakespeare, a cargo de Joseph Papp, mentor de la actriz. Se enamoraron. Ella apenas había hecho un pequeñísimo rol en el cine. Convivieron apasionadamente y Meryl conoció al gran amigo de Cazale, Al Pacino, con quien había trabajado en El padrino, El padrino II y Tarde de perros. La pareja esperó un gran rol, de esos millonarios, para casarse, y le llegó a Cazale: El francotirador. También un diagnóstico: un cáncer incurable y pocos meses de vida. Gracias al otro amigo, Robert De Niro, Streep logró un rol en la película de Cimino solo para estar con Cazale. Ella y De Niro convencieron a la producción de que Cazale filmara primero. Meryl además aceptó hacer Holocausto en Austria para pagar los tratamientos de su pareja. Cazale no llegó a ver El francotirador. La película fue un éxito enorme y Streep quedó devastada. Aún así, Holocausto le dio un Emmy; canalizó su dolor en el trabajo.
Así llegó al elenco de Kramer Vs. Kramer. Había vuelto a formar pareja (con Don Gummer, con quien tiene cuatro hijos, el primero recién nacido cuando el rodaje de Kramer, relación que terminó hace seis años pero cuya disolución se conoció la semana última) pero la herida de aquel amor permaneció siempre. De todos modos, Kramer... era la gran chance. Siempre hubo algo totalmente indómito y feroz en Streep, ese camaleón perfecto, para lograr lo que se proponía. El papel de Joanna Kramer tuvo varias intérpretes potenciales: Kate Jackson -entonces de moda por Los Ángeles de Charlie-, que no pudo aceptar por la agenda de rodaje de la serie. Luego se le propuso a Jane Fonda, Ali McGraw y Faye Dunaway. Todas dijeron que no.
Streep llegó para cumplir el rol de Phyllis, la compañera y amante de Hoffman que tiene solo un par de escenas, rol que quedó para JoBeth Williams (luego estrella de Poltergeist y Reencuentro). Pero Streep convenció al productor Al Jaffe de que ella podía hacer a Joanna. Lo logró con anuencia de Hoffman. Pero también impuso su propia versión del personaje: la Joanna del libro es realmente una mala mujer, bidimensional y fría, y el guion original reproducía ese enfoque. Es probable que tal fuera el motivo de que tantas estrellas pasaran del rol. Streep, la cara apenas conocida, logró lo impensable: que sus escenas se reescribieran para ella tal cual veía a Joanna.
Si Kramer Vs. Kramer logró traspasar la dimensión de “película de la semana” fue por la complejidad que Streep le inyectó a su rol. Kramer Vs Kramer es la historia de un tipo al que, inesperadamente, la mujer lo deja. Tiene que reconstruir de cero su vida con un nene de cinco años, trata de salir con alguien, supera adversidades de lo cotidiano, debe balancear su trabajo como publicitario con el ser padre el 100% del tiempo, pierde el empleo, consigue otro y, en el medio, tras 15 meses de ausencia, la esposa, que vive en la otra punta del mapa, viene a pedir la custodia del hijo. Sigue un juicio horrible donde el hombre pierde. Pero a último momento, la mujer decide dejar al niño con su padre. Si el film hubiera seguido el libro, esa mamá sería más parecida a Joan Crawford que a la Nora de Casa de muñecas. El equilibrio lo consiguió Streep a fuerza de determinación y trabajo, aunque igual, la cámara está del lado de Hoffman.
Consideremos un poco la situación: dos personas rotas por diferentes razones (al mismo tiempo dos actores de un talento descomunal, con egos en diferentes etapas -uno, consagrado; la otra, en fulminante ascenso-) deben interpretar a dos personas rotas por diferentes razones, con egos en diferentes etapas. Para colmo, Hoffman venía “del método”, eso de bucear en el dolor o las experiencias personales para darle “realidad” al personaje. Y Streep tiene una formación más clásica y lúdica. El mamífero emocional y la camaleona perfecta, Kong y Godzilla. A rodar, entonces.
Arranque violento
En la primera secuencia que hicieron juntos, Hoffman le dio una cachetada a Streep con la mano abierta. No es que la haya lastimado; es que no estaba en el guion. No solo no estaba en el guion: era el primer día de rodaje de Meryl, era la primera vez que filmaban juntos y era la primera toma. Eso sentó el tono del rodaje posterior, aunque la toma -totalmente confirmada incluso por el actor- no quedó en la película. Pero hay algo que sí quedó. Cuando Joanna, a mitad de la película, vuelve a encontrarse con Ted en Nueva York tras vivir más de un año en Los Angeles, el encuentro comienza bien, con sonrisas y alguna esperanza velada. Termina mal, cuando Joanna dice que pedirá la custodia de su hijo en la corte. Al irse, Ted revienta una copa de vino contra la pared. Quien quiera ver cómo es Meryl Streep cuando se asusta en la vida real, basta con ver la reacción de Joanna. Todo fue improvisado por Hoffman, que le avisó al cameraman que iba a estrellar la copa, pero no a Streep, quien quedó con algunos pedacitos de vidrio en el pelo. “Se sobrepasó”, aseguró años más tarde en una entrevista concedida a Vanity Fair.
Pero no fue todo. Hoffman decidió que si él era un actor del método, también lo sería Streep. En las secuencias donde Joanna se quiebra (en el tribunal y en el epílogo) y llora con una realidad que es difícil encontrar en el arte de los intérpretes, Mr. Hoffman le menciona varias veces, susurrando, a John Cazale. Sabía -y con absoluto cinismo, utilizó- el drama interior de la persona/actriz que tenía enfrente. Muchos, demasiados quizá, años más tarde, Hoffman admitió todo lo que había hecho y se excusó en que era la primera vez que interpretaba en el cine exactamente lo que le estaba pasando en la vida real, y no supo cómo manejarlo. Y que estaba deprimido. Para Streep no fue un lecho de rosas. Y recordemos: solo tiene seis escenas, en una película donde casi cada plano tiene la cara de Hoffman.
Ya sabemos el final: Hoffman tuvo su Oscar, pero Streep también. Hoffman obtuvo otro por Rain Man y Streep, dos más: por La decisión de Sofía y por La dama de hierro, sin contar con ser la intérprete más nominada a los premios (21 menciones y seguro que serán más). En el discurso de aceptación, cada uno agradeció al otro. Nunca más actuaron juntos. No hay registro de que se hayan llevado mal luego: simplemente, no hay registro de que se hayan llevado. Streep habló del asunto recién cuando, en 2017, se acusó a Hoffman de acoso sexual en un rodaje de 1985. Streep contó aquella experiencia de su primer gran papel, incluso -aunque después fue morigerado por su propio agente- que Hoffman la había tocado de forma impropia. Lo paradójico del asunto es que, con todo, el éxito anestesió cualquier problema en el set. Y que, sea como fuere que lo lograse, Streep comenzó la carrera más exitosa para una actriz en el cine gracias a ese papel. Eso sí, Godzilla y Kong nunca más volvieron a encontrarse. Quizás, afortunadamente.
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