Obsesión por Isabel Sarli. Los fotogramas censurados por “el señor tijeras”: adulterio, travestismo, críticas a la iglesia y erotismo
El Ente de Calificación Cinematográfica funcionó entre 1968 y 1984, y supo ser el dominio de Miguel Paulino Tato, quien censuró y prohibió más de 300 películas en sus años al frente del organismo; ahora, el Incaa trabaja en la recuperación de los fragmentos “cortados” que nunca se vieron en los cines
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MAR DEL PLATA.- Entre 1968 y 1984, el Ente de Calificación Cinematográfica ejerció la censura sobre gran cantidad de películas nacionales e internacionales. Era mucho lo que molestaba a los censores: podían ser escenas con desnudos, golpes o prostitutas o la alusión a suicidios y terrorismo. Creado por el gobierno militar de Juan Carlos Onganía (1966-1970) mediante la ley 18.019, durante sus más de quince años de vida este organismo tuvo distintos directores, el más famoso de los cuales fue sin dudas el mediático Miguel Paulino Tato (1974-1980).
La historia de este particular personaje fue contada en numerosas oportunidades: fue canillita y periodista y llegó al mundo del cine como jefe de prensa de la distribuidora Paramount en la Argentina. Nombrado al frente del ente durante el gobierno de María Estela de Perón (1974-1976), siguió ejerciendo su oficio de censor durante la última dictadura (1976-1983) y llegó a prohibir más de 300 películas en el marco de lo que consideraba una tarea de “higiene mental”.
Ahora, a cuarenta años del retorno de la democracia en la Argentina, la Cinemateca del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) se propuso dar a conocer esos fotogramas que la censura no permitió ver en las salas a través de un trabajo de investigación conjunto con la Biblioteca y Centro de Documentación y Archivo “Beatriz A. Zucolillo de Gaffet”, dependiente del Incaa y de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc).
Los primeros pasos de este trabajo se anunciaron en el marco del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata con la presentación del libro Fundido a negro: cine y censura a 40 años del retorno de la democracia, que da cuenta de esta investigación y que incluye además los testimonios de importantes figuras del cine nacional que vivieron esa época como el cineasta Manuel Antín, quien asumió la dirección del Incaa con el gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989), la productora Lita Stantic o la actriz Graciela Borges, y otros de cineastas que están activos en la actualidad como Albertina Carri, Mariano Llinás y Nicolás Prividera (el libro se puede descargar gratis en la web del festival). Además, durante la inauguración de la muestra cinéfila se presentó un spot con algunos de esos fragmentos censurados. Otros de ellos también se proyectan aisladamente antes de algunas funciones del festival.
Lo prohibido: escenas de adulterio y con hombres vestidos de mujer
“Una vez que se cerró el Ente de Calificación Cinematográfica, todos esos fragmentos pasaron a formar parte del Incaa, pero no hay mucha documentación administrativa que dé cuenta de este traspaso. Por eso todavía estamos en etapa de investigación”, apuntó Mariana Avramo, coordinadora de la Cinemateca Nacional Incaa, en diálogo con LA NACION. “Lo que estamos haciendo ahora es no solo el análisis técnico de lo fílmico, sino que estamos cruzando esta información con la que tiene la biblioteca para entender del todo el funcionamiento de este ente de calificación”, añadió.
Lo que se encontró en concreto dentro del acervo de la Cinemateca del INCAA son más de 300 latas con fragmentos de películas censuradas. Si bien se sabía de la existencia de este material, recién ahora se está trabajando en su análisis y preservación y en la reconstrucción histórica de ese trabajo de censura. En algunos casos, los fragmentos encontrados en las latas son escenas completas, mientras que en otros se trata de partes de escenas o solo de planos eliminados dentro de una misma escena.
“Entre los fragmentos encontrados en las latas hay, por ejemplo, un diálogo de doble sentido de la película de 1977 de Rafael Cohen, Hay que parar la delantera, en el que Julio de Grazia habla de ‘un pito’ para referirse a un silbato”; una escena de Una jornada particular, de Ettore Scola (1977), en la que el personaje de Sofía Loren habla de terrorismo o partes de la película francesa Primo, prima (Cousin, cousine), de Jean Charles Tacchella (1975) en las que los actores dicen frases como: “En una República no debería haber iglesias”, “¿Engañaste ya a tu marido?”, “Más tarde quisiera matar a alguien” o “Ella se pavonea con su amante”.
Suena absurdo hoy –y también lo era en ese entonces– pero estos recortes se enmarcaban en las consideraciones que establecía la controvertida ley 18.019 y que prohibía en sus distintos artículos las escenas o películas que incluyeran “la justificación del adulterio y, en general, de cuanto atente contra el matrimonio y la familia”; “la justificación del aborto, la prostitución y las perversiones sexuales” y “la presentación de escenas lascivas o que repugnen a la moral y las buenas costumbres”. También quedaban prohibidas “la apología del delito” y las películas o escenas “que nieguen el deber de defender a la Patria y el derecho de sus autoridades a exigirlo”, así como “las que comprometan la seguridad nacional, afecten las relaciones con países amigos o lesionen el interés de las instituciones fundamentales del Estado”.
Los fragmentos censurados de las películas de Isabel Sarli
Dentro de este amplio abanico, podían caer bajo las tijeras de la censura todo tipo de producciones, pero había algunas, como las de corte erótico protagonizadas por la leyenda del cine nacional Isabel Sarli, que tenían altas probabilidades de ser mutiladas. En una de las latas de la Cinemateca del Incaa, por ejemplo, aparecieron varios fragmentos de Una mariposa en la noche, protagonizada por la voluptuosa morocha argentina bajo la dirección de su pareja, Armando Bo, en 1977.
“Como había encontrado estos fragmentos en una de las latas me puse a visualizar la película completa, que está subida en cine.ar, y me di cuenta de que en esa versión no están los cortes que encontramos”, comentó a LA NACION Georgina Tosi, que trabaja en el área de Conservación de la Cinemateca del Incaa y se ocupa de la inspección y el acondicionamiento de los cortes para poder luego digitalizarlos y proyectarlos. “En la película hay una parte en la que Sarli dice ‘Me separé’, pero le cortaron la parte en la que explica por qué, por lo que no se entiende nada”, añadió. En una de las escenas recortadas –que se puede ver en el spot del INCAA– el marido del personaje de Sarli en la película se aparece en el casamiento vestido de mujer. Algo al parecer inadmisible para los guardianes de la moral de aquella época.
Un trabajo de preservación artesanal
Hasta ahora solo se llegaron a analizar diez de las más de 300 latas de fragmentos que hay en la Cinemateca, de las cuales una entera corresponde a recortes de películas protagonizadas por Sarli. “La mayoría de las latas tiene una etiqueta que dice ‘Ente de Calificación’ con un número general que luego tiene correlación con la ficha y con el expediente y un listado que enumera una cantidad de películas. Eso no siempre quiere decir que esas películas estén en el interior de la lata, pero ya es una primera aproximación –explicó Avramo–. La ley indicaba qué estaba prohibido, pero encontramos cortes en cuyo caso todavía nos falta entender por qué fueron hechos, ya que a veces no coinciden siquiera con lo que establecía la misma ley”, señaló.
Otras de las dificultades que enfrentan quienes están trabajando con estos materiales es que esos cortes eran considerados material de descarte, por lo que tampoco fueron conservados de la mejor manera. En algunos casos había etiquetas pegadas sobre las películas, o papeles con cinta adhesiva; también se encontraron con películas sobreescritas con crayón o lápiz o metidas de cualquier manera y a presión dentro de las latas. “Primero hicimos un inventario de todo y revisamos lata por lata para ver en qué estado estaban. Hay latas con una película, latas con varias… nos fijamos cómo estaban por dentro, si incluían dentro alguna ficha, si presentaban algún deterioro”, explicó por su parte Jazmín Adrover, quien también trabaja en la Cinemateca. “De esta forma fuimos separando los materiales que nos pareció que estaban en mejor estado para empezar por ellos y luego fuimos detallando qué problemas tenían para preservarlos lo mejor posible”, añadió.
Según explicó Avramo, se trata de un trabajo “hecho a pulmón, muy artesanal”, que requiere de tiempo y concentración, pero el objetivo es concluir con el proyecto el año que viene, cuando se cumplen 40 años del fin del Ente de Calificación Cinematográfica, que fue reemplazado en 1984 por la Comisión Asesora de Exhibiciones Cinematográficas (CAEC). Esta sigue en funcionamiento hasta el día de hoy y su tarea ya no es censurar ni prohibir, sino calificar las películas con el fin de establecer su aptitud para ser vistas por niñas, niños y adolescentes.
La otra pata: la investigación de la Biblioteca de la Enerc
La otra pata de este proyecto es la labor de recuperación de la memoria documental que lleva a cabo la Biblioteca y Centro de Documentación y Archivo “Beatriz A. Zucolillo de Gaffet”, encabezada por los investigadores C. Adrián Muoyo y Octavio Morelli. Son ellos los que cuentan con gran parte de la documentación –fichas, expedientes- cedida en el traspaso al Incaa o donada a la biblioteca por personas como el cineasta Octavio Getino (1935-2012), uno de los fundadores del Grupo Cine Liberación. El codirector de La hora de los hornos junto a Fernando Pino Solanas estuvo al frente del Incaa entre 1989 y 1990 y cedió una gran cantidad de libros y fotocopias de varios expedientes del Ente de Calificación Cinematográfica, por donde había tenido un breve paso de tres meses como director durante el gobierno peronista en 1973. En ese breve período fueron liberadas a la exhibición una gran cantidad de películas que hasta entonces estaban consideradas prohibidas. Estos materiales también están siendo ahora digitalizados para su preservación.
El trabajo recién comenzó y es probable que en el marco de las investigaciones surja información relevante no solo acerca del funcionamiento y el alcance de la censura llevada a cabo por este organismo, sino que también sean redescubiertas muchas películas que, quizá, en algunos casos, nunca llegaron a verse en su versión completa. “Queríamos que este material conociera la luz, decir que está en una institución pública y que hay un compromiso por que estos materiales se vean”, destacó por su parte Avramo.
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