Miley Cyrus vive un verano de telenovela
La última canción (The Last Song, EE.UU./2010, color; hablada en inglés). Dirección: Julie Anne Robinson. Con Miley Cyrus, Greg Kinnear, Bobby Coleman, Liam Hemsworth, Kelly Preston. Guión: Nicholas Sparks y Jeff Van Wie, sobre la novela de Sparks. Fotografía: John Lindley. Música: Aaron Zigman. Edición: Nancy Richardson. Presenta Buena Vista. 107 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: regular
Miley Cyrus hace todo lo posible por cambiar de imagen e intenta (sólo intenta) mostrarse actriz. La ex Hannah Montana se convierte aquí en Ronnie, una adolescente hosca, rebelde y malhumorada, se olvida de las canciones y enfrenta un verano cargado de experiencias que serán determinantes de su vida futura. Y que le proporcionarán -a ella, y a su fiel público de jovencitas- unos cuantos motivos para la emoción lacrimógena.
No debe extrañar que eso suceda: quien ha concebido la historia es Nicholas Sparks, el mismo de Querido John y Noches de tormenta , lo que también garantiza que el ambiente será playero, que a cada momento de felicidad plena seguirá algún giro dramático y que entre alegrías pasajeras, contratiempos más o menos triviales y golpes bajos que apuntan a la emotividad, planeará la sombra de la fatalidad.
Sparks no se priva de cargar a sus personajes con rasgos novelescos. La chica, poco menos que intratable (se ve que la ha afectado el divorcio de sus padres) no quiere saber nada del piano, aunque su fama de prodigio le ha abierto las puertas de Juilliard; cuando llega, forzada, a pasar el verano en la casa paterna junto al mar y acompañada por su hermanito (uno de esos chicos que sólo existen en Hollywood) se pone todavía más arisca. El rencor hacia el padre (otro que también tiene su historia) es visible. Y sólo amaina después de que aparece el dulce galancito atlético del caso, jugador de voley y mecánico (por lo menos en apariencia). Hay mucha más anécdota para que Ronnie muestre que bajo su aspecto agresivo hay un ser sensible y generoso capaz de asimilar los golpes que el destino le tiene reservados, y que son muchos.
En el tupido y artificioso argumento que procura (sólo procura) ilustrar la evolución del personaje de niña a mujer, se amontonan los clichés y los lugares comunes, cuestión de enternecer y hacer llorar un poco a un público femenino que debe de haber crecido junto a su heroína y ya estará a punto para las emociones de la telenovela adulta. Incluidos, claro, el aprendizaje del amor, la experiencia de la pérdida y el clásico conflicto de clases que suele separar a las parejas.
Total, que en este film exclusivamente destinado a las fans de Miley, apenas se salvan los paisajes de Georgia y el esfuerzo interpretativo de Greg Kinnear. La canción del título, como cabía esperarse, suena en un piano y contiene abundante almíbar melódico.
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